Desde el anuncio, el 24 de diciembre, de la prohibición de que las afganas trabajen en ONG, todas las organizaciones no gubernamentales (ONG) locales dirigidas por mujeres han tenido que cerrar, y las que emplean a mujeres ya no pueden recurrir a sus servicios.
Maryam, cuyo nombre se ha cambiado por motivos de seguridad, es directora de una ONG que fabrica prótesis ortopédicas. Desde el domingo 25 de diciembre, ella y sus empleadas han tenido que quedarse en casa. “Si no tenemos mujeres técnicas ortopédicas, las pacientes no pueden ser tratadas, porque no pueden ser tratadas por hombres», afirma. “Soy discapacitada. Perdí las dos piernas en una explosión. A pesar de ello, no me he visto limitado en mi vida. Estudié hasta obtener el máster y me convertí en una persona que ayuda a otras mujeres como yo”, añade
Angustia
Somaya es psicóloga. Como a las mujeres se les ha prohibido la vida laboral, los espacios públicos y el acceso a la educación, se esfuerza por prestar apoyo a sus pacientes. «Muchas chicas que ya no pueden trabajar e ir a la universidad intentan suicidarse. Algunas de mis pacientes han tomado veneno para ratas, han intentado acabar con sus vidas para escapar de esta muerte gradual que estamos experimentando», dice la mujer afgana.
«Esta situación es muy difícil para mí, a pesar de que soy psicóloga. Pero hago todo lo posible por motivar a las demás mujeres que me visitan. Les digo que esta situación no durará para siempre», prosigue.
De momento, Somaya puede seguir trabajando porque la ONG que la emplea depende del Ministerio de Sanidad. Pero no sabe cuánto tiempo podrá escapar del yugo que cada día se cierne sobre las mujeres afganas.
Una grave crisis humanitaria
De hecho, las ONG que trabajan en el campo de la medicina han podido mantener a sus empleadas cuando éstas han sido contratadas con carácter permanente. El régimen talibán les permite continuar sus actividades por el momento.
En cambio, a las mujeres que trabajan en clínicas móviles, esenciales para acceder a zonas rurales, remotas y aisladas, ya no se les permite trabajar en los sectores humanitarios no médicos como a las demás mujeres. El impacto es significativo en el actual contexto afgano. El país se encuentra inmerso en una de las crisis humanitarias más graves del mundo actual.
Las ONG que han suspendido sus actividades esperan que los talibanes revoquen la prohibición, ya que las consecuencias son desastrosas, como explica Reshma Azmi, subdirectora de la ONG CARE en Afganistán, que lucha contra la pobreza y el hambre en el mundo.
«Este año hemos tenido más de 700.000 beneficiarios y más de medio millón de ellos eran mujeres y niños. Además, las mujeres constituyen el 38% de nuestra plantilla y son ellas quienes trabajan con nuestras beneficiarias. Sin nuestras compañeras perderemos el acceso a la mitad de la población», lamenta Reshma Azmi.
Bajo el régimen talibán, el acceso a las mujeres sólo es posible a través de otras mujeres, ya que los talibanes exigen la segregación total de sexos.
La ayuda humanitaria parece impotente
También hay que señalar que las ONG afganas que emplean a mujeres o están dirigidas por mujeres no tienen margen de maniobra. No tienen influencia política ni financiera. Todas las ONG afganas dirigidas por mujeres han tenido que cerrar.
Desde el anuncio se han celebrado varias reuniones de emergencia en la ONU. Una delegación de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán se reunió incluso con el Ministro de Economía en Kabul el 26 de diciembre, pero no se llegó a nada.
El ministro repitió que se habían transmitido varias quejas a las autoridades talibanes por el hecho de que las mujeres que trabajan en ONG no llevaran el velo islámico. Esto es lo que ha llevado a los dirigentes del régimen a tomar esta decisión, que por el momento no concierne a la ONU.
Esta prohibición de que las mujeres afganas trabajen para ONG confirma que el movimiento talibán de línea dura tiene la última palabra. No le importa en absoluto lo que piense la comunidad internacional. Tampoco le importa lo que puede perder: millones de dólares en ayuda humanitaria, así como el empleo garantizado para millones de familias que viven de los ingresos de las mujeres que trabajan para las ONG en un país sumido en una grave crisis económica.
Esta prohibición es una continuación de la exclusión de las mujeres de la vida y el espacio públicos por parte de los talibanes desde que tomaron el poder. Las mujeres no tienen derecho a la educación secundaria o superior. No se les permite ir a parques, baños públicos, gimnasios ni trabajar en el sector público.
Pero estas decisiones no son unánimes dentro del movimiento y algunas voces se hacen oír, sin consecuencias hasta ahora. No existe una división oficial en el movimiento. Habrá que ver si esto ocurre en los próximos meses o años.