El Papa emérito, Benedicto XVI, ha muerto hoy 31 de diciembre de 2022 en el monasterio de la Ciudad del Vaticano, donde residía desde su renuncia al Papado en febrero de 2013
Los ojos de todo el mundo llevan horas apuntando a uno de los territorios soberanos más pequeños del planeta, incrustado en el corazón de Roma.
La plácida rutina del Estado Vaticano se ha roto de pronto por el sobrio sonido de una de las campanas de la basílica de San Pedro. Un tañido esperado -y temido- desde que la Santa Sede alertó sobre el estado de salud del ahora difunto. Su sonido lo imita otra, allá por la Via della Conciliazione, y otra en el Trastevere… Todas las campanas de Roma y a la zaga todas las del mundo católico están tocando ya a muerte. Su sonido sustituye al del latir del corazón de Benedicto XVI, nacido Joseph Aloisius Ratzinger, el 265º Papa de la Iglesia católica, que ha dejado de palpitar a sus 95 años. En febrero se habría cumplido una década desde la histórica renuncia al papado de Benedicto XVI, tras ocho años de pontificado.
No hay precedentes: Benedicto XVI es el primer Papa que renuncia a su cargo al frente de la Iglesia de forma voluntaria desde que lo hiciera Celestino V en 1294. El ritual Pontificio recoge minuciosamente cada uno de los detalles que han de ser tenidos en cuenta ante la muerte del sucesor de Pedro y durante el periodo de sede vacante, cuando la Iglesia queda en manos del camarlengo, el cardenal que actuará como jefe de Estado del Vaticano hasta la elección de un nuevo Papa, aunque con funciones meramente instrumentales. En esta ocasión, el Papa ha muerto… pero el Papa sigue vivo. Francisco, el primero en levantar la voz de alerta sobre el delicado momento que estaba viviendo Benedicto XVI en las últimas horas, es el Pontífice en ejercicio. No habrá Cónclave. No hay sede vacante.
Será el Papa Francisco quien presidirá el 5 de enero el funeral de su predecesor Benedicto XVI, anunció el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni. Por primera vez, un Papa reinante, el argentino Francisco, va a enterrar a otro papa, Benedicto XVI.
Los cardenales de todo el mundo serán convocados para celebrar eucaristías por su descanso eterno durante nueve días. Su cuerpo será expuesto en la basílica de San Pedro para que los fieles puedan despedirse del difunto, mientras se prepara el entierro solemne de sus restos mortales. Durante ese tiempo, el cadáver del Pontífice permanecerá a la vista de todos, sobre un sobrio tapiz, con vestiduras litúrgicas. Sólo unas horas antes de su inhumación será colocado en tres ataúdes, cada uno dentro de otro: el exterior, de madera de olmo; el de en medio, de plomo; y el interior, de madera de ciprés. Un espacio de la cripta ubicada junto a las catacumbas de San Pedro está ya reservado para acoger el cuerpo de Benedicto XVI, a no ser que éste, de forma privada, haya dado instrucciones para ser enterrado en otro lugar.