Araure.- «El esplendor del rubio sol llanero Araguaney se plasma entre tus ramas, cuando en verano tus flores se desgranan para pintar el rostro de mi suelo…»
Así describe nuestro compositor Joel Hernández, el espectáculo que la naturaleza brinda a los portugueseños, en estos meses de calor intenso y días claritos y radiantes.
Los fotógrafos se han dado vida con este paisaje que, en medio de la sequía y después de unas refrescantes lluvias pasajeras, nos deja la visión maravillosa de árboles bordados de un amarillo tan intenso como nuestra emoción al contemplarlos.
De todos es conocido que el Araguaney es nuestro Árbol Nacional. Lo que tal vez pocos saben, es que es el más antiguo de nuestros símbolos naturales, declarado así desde el 29 de mayo de aquel 1948, durante el gobierno de -por supuesto, un escritor y también poeta- Rómulo Gallegos.
Algunos historiadores cuentan que Gallegos solía relacionar la llegada de la primavera en los llanos y sabanas, con el florecer de este árbol y describía este hecho climático como “la primavera de oro de los araguaneyes”.
Su nombre es de origen indígena y también se le conoce como: Guayacán amarillo, Zapillo, Zapito, Roble amarillo, Cañahuate y describe a varias especies. Su tamaño es considerado mediano y puede ir desde los 6 a 12 metros de altura. Su tronco puede ser derecho o torcido y de unos 60 centímetros de diámetro aproximadamente.
Cuando era pequeña me enseñaron a amar este árbol y a cantar su “himno”; nunca supe sobre sus autores, pero encontré que la letra es de la maestra Celina Acosta de Viana y la música del profesor Guido Ometto. Se suele señalar a Alfredo Pietri, que es el autor de la letra del «Himno al Árbol» y no deben confundirse.
Las flores del Araguaney duran solo pocos días y las abejas las hacen su reino durante ese período, así que disfrutemos ese paisaje espectacular y cuidémoslo como el tesoro que es. En poco tiempo y con esta brisa, se volverán a fundir con el resto de los árboles, como uno más. (CNP 16.100)