Acarigua.- Muchos han oído su nombre, tan famoso en el mundo de la música llanera, pero no todos lo conocen. Él, un hombre sencillo que recorrió los llanos venezolanos y colombianos, ahora un tanto golpeado por los años, aún quiere seguir enseñando a las nuevas generaciones de bailadores cómo se zapatea un joropo criollo.
Don Teodoro Yusti, conocido como el más grande bailador de joropo y nombrado para siempre como «La alpargata de oro de Venezuela» ha sembrado su semilla cultural y familiar en Portuguesa y dice que todos los que actualmente tienen escuelas de danza por estos lares, han sido sus alumnos.
Comenzó a bailar cuando apenas tenía 8 años, a los 13 ya enseñaba el arte del zapateo e iba de parrando en parrando, a mostrar sus destrezas en el baile.
A sus 82 años, son muchas las anécdotas que cuenta de sus experiencias como músico y bailador, y entre las nubes que por momentos borran su memoria, recordó a su abuelo de quien aprendió a bailar y su padre que heredó el talento, como dos personajes casi fantásticos, llaneros de pura cepa, que le transmitieron el amor por la cultura del llano.
Hoy es él quién acompaña a su nieto, Yoiker Rodríguez Yusta (por un error de transcripción del Saime) a mostrar orgulloso lo aprendido, porque sabe que su herencia no se perderá en el tiempo, a pesar de que la danza nacionalista sigue ganando terreno y mostrándose en el mundo como original.
Las plantas de sus pies le duelen, necesita medicamentos y se excusa por no recordar toda su trayectoria, tan extensa, con claridad, pero aseguró que seguirá enseñando a bailar hasta su último aliento.
El maestro Yusti, es uno de lo baluartes de nuestro folklore, patrimonio cultural viviente homenajeado una y otra vez, pero no puede ser olvidado en su vejez, porque aún tiene mucho para darnos y ese amor, hay que retribuirlo.
Su juventud
«Mi abuelo Juan de Dios Yusti, era tan diestro que mandaba a buscar 60 huevos de gallina, ponía el nidal en el suelo bailaba con su pareja alrededor y de repente reventaba un zapateo sobre estos huevos y no reventaba ninguno. Mi papá mandaba a poner una silla de cuero, brincaba sobre la silla y luego sobre el espaldar y allí bailaba. Yo digo que era magia», explicó.
Desde los 8 años, mandaban a buscar a Teodorito para que bailara, le recogían lochas y con eso compraba los sombreros y alpargatas; así le agarró gusto. De adulto, se fue al cuartel y a su salida comenzó a presentarse en los festivales y ganarlos uno tras otros en los cinco estados llaneros.
«A veces teníamos que ponernos la ropita en la cabeza para pasar un río o esperar tres días para que bajara la corriente y poder llegar», explicó.
Acompañó por muchos años como bajista y maraquero a Juan de los Santos Contreras «El Carrao de Palmarito», en los años 70 fue por primera vez, con él, a Villavicencio al Torneo Internacional de Joropo; también lo hizo en Arauca, Valledupar y San Martín.
«Cuál fue mi sorpresa que esa gente bailaba con las manos atrás, sueltos y brincaban como los zamuros. Nosotros, cada vez que íbamos, arrasábamos con los premios. Fue entonces cuando grabaron y difundieron lo que hacíamos en todas las escuelas», dijo entre risas.
A su modo de ver, es de los colombianos de quien se ha adoptado lo que él llama «el show», ese joropo que no es auténtico y una vestimenta de faldas con armador, despreciando el criollo.
Pero aquí seguimos -insistió- prefiriendo lo de afuera. Hasta en Cuba he dejado yo mi semilla y allá aprendieron a bailar el joropo conmigo. Tenemos que seguir enseñando a nuestros jóvenes para que sepan distinguir cómo es que se baila en Venezuela el joropo criollo.
«He enseñado en todas las escuelas de Acarigua y casi todas las de Guanare, Guanarito, Biscucuy; en Cojedes, Apure, la Universidad del Zulia y la Unellez».
Los aportes
El maestro Teodoro explicó que el joropo tenía solo seis figuras a, pero actualmente puede enseñar hasta 30 figuras, la mayoría creadas por él.
«El joropo no tiene coreografía. Comienza con presentación y saludo, luego el desplazamiento, con tres pasos básicos: el valseo, escobilleo y zapateo, a través de figuras como la vuelta picurera, el vaivén de la palma, el toreo, el arcoiris, el agachaíto, la punta de soga, el lazo de la soga, la zambullida del güire y así sucesivamente, sin coreografía, Yo me propuse hacer más figuras, siempre tomadas de la naturaleza y las faenas del llano, porque un festival no se gana con solo zapateo», dijo.
Y aunque no parezca, tiene su técnica.
Se ha venido ampliando porque ha medida que asistían a festivales, los retos eran mayores, los jueces más exigentes y su meta siempre era ganar. Entre los premios más importantes, la Alpargata de Oro, el Festival del Silbón y el Torneo Internacional de Joropo, en Colombia.
Don Teodoro tuvo grandes parejas de baile como Jovita Nieto, la morocha Alicia Jiménez, Carmen Burgo y Porfiria Díaz, todas extraordinarias bailadoras.
Otro detalle importante es la vestimenta criolla, que es una franela «topochera» que el llanero usa para protegerse del Ringuiringui. El pantalón enrollado al tobillo porque cuando se viajaba a caballo el jinete procuraba no ensuciarse el borde. Y la mujer, un camisón sencillo. Ni likiliki ni faldas amplias.
La danza nacionalista es diferente -indicó- porque el zapateo tiene que ser bajito en el joropo, tacón y punta, que repique la alpargata.
El baile es su vida
Actualmente, pertenece a la Misión Cultura Corazón Adentro, pero no tiene un salón donde pueda enseñar. Y aunque ahora se está recuperando de una afección en sus pies, necesita un espacio para bailar, porque no piensa retirarse sino hasta que Dios lo llame.
«Trabajar con los niños es la vida mía, porque son más agradecidos. Eso es importante, es un trabajo muy bonito, porque es una cadena que nunca se debe romper «. (CNP 16.100)
[…] Portuguesa Reporta / Beatriz Quintana […]