Acarigua.- Él tiene como lema de vida las palabras de la madre Teresa de Calcuta: «Quien no vive para servir, no sirve para vivir» y en el servicio ha basado Pedro Luis Cordero todas las decisiones trascendentales de su vida, desde las políticas en su años en la Federación de Centros Universitarios, como en los gremios y su dedicación a la iglesia católica. Desde esa visión de entrega, ha sembrado su mejor esfuerzo en la tierra, en las almas y en el intelecto de muchos.
Nació un 02 de agosto de 1957, en Acarigua. Hijo de Waldemar Cordero Vale y Obdulia (Yuya) Casal Pérez, y hermano de Mariela, Carmen Leonor, Alí José y María José.
Pedro Luis ha ocupado cargos muy importantes a nivel gremial, por ser esta actividad una de sus grandes fortalezas y recibido innumerables reconocimientos, de los cuales prefiere no hacer mención, por ser contrario al egocentrismo que pueden generar en los seres humanos la exhibición de tales distinciones.
Aún así, es inevitable dejar de lado aquellos que lo hacen un profesional destacado y lo han proyectado a nivel nacional e internacional, dentro de su carrera.
Fue, en su juventud, secretario de cultura de la FCU, en la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado (UCLA), de donde egresó en 1980 como ingeniero agrónomo; luego, presidente de la Asociación de Ejecutivos del Estado Portuguesa (ASEP), vicepresidente de Socaportuguesa, presidente de la junta administradora del Instituto Nacional de Capacitación y Educación (Ince), vicepresidente de Seguros Los Llanos, director de la Fundación para el Desarrollo de Centroccidente (Fudeco), presidente del tribunal disciplinario de la Asociación Nacional de Cultivadores Agrícolas (Anca) y presidente de Fundarroz, por unanimidad, desde su creación, y recientemente presidente de Fundesoya.
Hoy, como rector de la Escuela de Líderes del estado Portuguesa, va dejando una estela de jóvenes con una visión organizada, tecnificada, clara y productiva de la sociedad, el poder y la conducción de las instituciones como columna principal de la vida común, el Estado y la democracia.
Es amante de la poesía y la buena literatura, un excelente organizador en los eventos y arrocero de corazón.
Pedro Luis sigue destacándose entre los productores y es muy apreciado entre sus colegas y socios. Sin pretensiones, como el hombre sencillo que es, se ha ganado el mejor de los reconocimientos como gran amigo y conciliador.
De sus primeras travesuras
«Mi papá había alquilado una casa en el centro de la ciudad, mientras se construía la Quinta Los Abuelos. Tendría unos 7 años y recuerdo que, jugando, salí corriendo a la calle y fui atropellado por una bicicleta de reparto. El golpe me ocasionó una fractura de cráneo que me mantuvo en cama como 6 meses y a mi mamá muy preocupada por mucho tiempo», relató.
Sus primeros años escolares, los pasa entre Acarigua y Caracas, después de que a su papá lo nombraran secretario del Banco Agrícola y Pecuario, al asumir la presidencia Rómulo Betancourt.
Sus días de escuela primaria son muy apreciados. Los rememora como una época muy hermosa en el «Palacio Fajardo». Recordó a sus maestras: Nohemí de Salazar, Florinda León y su hija Panchita, Rosa de Torrealba, Mery Padilla de Barrios y Marianela Troconis.
«La maestra Rosa nos atendía en las tardes en su casa, para enseñarnos hasta nivelarnos, a cinco alumnos que no sabíamos dividir con decimales, sin cobrar nada», explicó.
«Lo bonito de esa época es que no existía clases sociales. Los de más alto nivel social y el resto, todos, éramos iguales», señaló
Luego, la secundaria en el Liceo José Antonio Páez. De allí, al liceo José Vicente de Unda, en Guanare, durante el período en que don Waldemar fue gobernador, para hacer, más tarde, su quinto año en Barquisimeto, la época donde conoce a Carmen Cecilia, su futura esposa.
«Yo siempre disfruté mucho todo el aprecio que le tenían a mi papá. No me sentía ni más ni menos que nadie, siempre estudiamos en instituciones públicas. Recuerdo la gran caravana que lo recibió en San Rafael, al regresar de Caracas después de su nombramiento, había comunistas, copeyanos, adecos».
Al salir de la secundaria, se inscribe en la carrera de veterinaria, un intento que no concretó por escuchar a sus grandes maestros: su papá, don Concho Quijada y don Argenis Vivas.
— Concho, Pedro se inscribió en veterinaria ¿Cuántos ministros conoces tú que hayan sido veterinarios?
— Ninguno, dijo tajante.
«En el segundo semestre me cambié, porque me convencieron con argumentos muy válidos. Se aprendía más con ellos -que eran unos expertos- que en la misma universidad. Cada conversación que escuchaba, era una clase magistral», señaló Pedro Luis.
Su ingreso a la política
Ya Pedro era copeyano, durante la década de los setenta cuando en la UCLA botaron a todos los dirigentes estudiantiles, después de un cierre ilegal.
«Fuaz Kassen, Martín Valero por la izquierda, otros compañeros y yo, propusimos un cambio de estatutos y nos lanzamos. Martín ganó. La izquierda siempre ganaba en las universidades y hoy ambos somos grandes defensores de la democracia. A los copeyanos nos tocaron dos secretarías, a mí me correspondía Cultura. Desde allí, hicimos presencia en muchos lugares, con orquestas y grupos de arte».
La familia
Se casó antes de su grado de ingeniero. A los 23 años, había logrado unas cosechas con éxito y pudo comprar su apartamento. Carmen Cecilia estudiaba Farmacia en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
«Nos costó mucho ser padres, perdimos dos hijos y luego nació Juan Pedro, que con sus limitaciones nos hizo madurar y ser mejores seres humanos. Mi hijo mayor es periodista y ha sido un maestro de superación para nosotros».
Luego, vinieron Luis Alejandro, también ingeniero agrónomo; María Leonor y María Cecilia, ambas arquitectos, y las nietas Ana Paula y Ana Julia.
La familia siempre ha sido muy importante para los Cordero Casal. Además, Carmen y Pedro se formaron en los cursillos de cristiandad y desde hace 14 años forman parte del Regnum Christi, que -dice- los revitaliza.
«Su lema es formar, edificar y servir, con base en el amor. Ahora entiendo porque Caldera les decía a sus dirigentes que hicieran cursillos», expresa.
Es también aficionado de la poesía y la pintura, escribe y ha hecho sus pininos con la artes plásticas.
«Lo de la poesía me viene en la genética de mi abuelo J. Epitacio y mi tío José Ignacio Casal. Me gusta leer a Andrés Eloy Blanco, Alquiles Nazoa y -agregó- yo soy padrino de Claudio, que se bautizó aquí en la iglesia San Pablo de Acarigua; le di catecismo mientras cocinaba».
Heredero del amor a la agricultura
El origen de la estirpe agropecuaria viene de su abuelo Juan Antonio Cordero, quien trabajó con don Benjamín Barrios y tenía una casona -especie de centro comercial- donde en cada cuarto había una venta distinta, incluso, una oficina del Banco de Venezuela.
Allí aprendió don Juan Cordero a hacer negocios e inaugura, más tarde, el suyo, muy pequeñito, en Araure. Compró unas vacas que mantenía en los potreros comunales y más tarde emprende con la madera, en esos terrenos primero boscosos y que luego quedaban libres. Empieza la cría de ganado y la agricultura de manera muy rudimentaria.
«La dedicación a la agricultura de manera seria y decidida se da con el Plan Arrocero, en 1948. Cuando yo salgo de la universidad, ya existía Asoportuguesa, mi papá había sido presidente de Aproscello y nosotros ya producíamos semilla de arroz. Fui vicepresidente de Asoportuguesa cuando Paco Álvarez fue presidente, con él aprendí sobre el cultivo de la caña. Hicimos muchas cosas a favor de los productores. Después de Aproscello, en 1996 se crea Fundarroz, con los industriales», explica Cordero.
Es cuando se realiza el gran Festival del Arroz en el Parque Musiú Carmelo, que rompió el récord de la paella y la chicha más grande y que le dio protagonismo al arroz -que solo era un contorno- para promocionarlo como plato e ingrediente principal, a nivel del consumidor.
Hizo un aparte para nombrar a Gioconda Rivas, Fuaz Kassen, Zulay Mattar, Miguel Saldivia y los arroceros de Guárico, como el apoyo fundamental en esta fundación. Para mantener la amistad, que para él es sagrada, manifestó que la transparencia es fundamental, sobre todo, si se trata de dinero.
La Escuela de Líderes
«Es una experiencia maravillosa. Nuestras 3 primeras cohortes la formamos nosotros y algunos políticos aspirantes a cargos públicos y la principal maestra fue la licenciada Lilians Pacheco, luego Sonia Pineda y otros expertos. Las últimas 5 han sido con participantes de la sociedad civil y empresarial. Y he podido ver resultados muy positivos en profesionales que han pasado por aquí».
«Lo que nos puede quedar de todo esto, es reforzar las instituciones, que sean siempre y definitivamente incluyentes. Pienso que las nuestras, aunque tengan muchos defectos, están distribuidas equitativamente entre todos los accionistas y donde a todos se les trata igual, sin hacer diferencia. Ese es nuestro verdadero legado».
Expresó que dos cosas deben ir de la mano en un país: el orden y la justicia. A pesar de que Pedro no siempre las ve, prefiere ser optimista y mantener la esperanza.
«Yo tengo un gran arraigo con mi tierra, compromiso con las instituciones que represento y sigo ilusionado con que, en Venezuela, podamos resolver nuestros conflictos, por eso seguiré aquí». (CNP 16.100)