Araure.- Ella ha sido objeto, durante su longeva vida, de múltiples homenajes, programas y entrevistas. Su notoriedad tiene varias razones, su habilidad artesanal para fabricar muñecas, flores, sandalias, sombreros y toda clase de artesanías con el uso de elementos naturales, la eleva como conservacionista y la destaca en la transmisión de saberes manuales y buenas costumbres en diferentes liceos de Acarigua y en la Escuela de Artes y oficios «Aminta de Ramos», como maestra y creadora.
Ninfa Margarita Olivera de Dávila nació en una población llamada La Tunita, del estado Falcón, y aprendió de su madre el trabajo creador y manual. Araure la ha adoptado como una de sus hijas dilectas y allí vive desde hace más de 60 años.
Casada con Francisco Nicolás Dávila, Margarita concibió tres hijos: Omar, Saskia y Paquito, estos dos últimos me ayudaron a recuperar parte de su memorable vida, describiendo su indomable temperamento, su vitalidad y creatividad únicas. Una mujer que solo llegó a estudiar sexto grado, determinada como pocas y que, como artesana, logró graduar a sus hijos y viajar tanto como quiso.
Margarita que está próxima a cumplir 95 años el próximo 10 de noviembre, ya no tiene la claridad mental de la juventud. La vejez retiene sus recuerdos, de los que solo afloran retazos, pero, aún así, aquellas cosas que la marcaron como algunas amistades y sus viajes a México han quedado tan dentro de su corazón, que el nombre de Carmina Di Natale saltó sin esfuerzo y puede relatar con detalles los mercados aztecas. Las satisfacciones del alma que siempre tendrán más peso y valor que el dinero y lo material en los seres humanos sensibles.
Sabiduría natural
Chiquita, pero picosa, dirían en México, de aquella niña que estudió prácticamente a escondidas hasta cuarto grado, porque trabajar junto a la madre con fibra, raspando cocuiza, elaborando mecates, cinchas, alpargatas y marusas era el destino de las niñas y ella quería mucho más.
Así que logró culminar su sexto grado en Acarigua y cursó todas las especialidades de la Escuela de Artes y Oficios en Araure: macramé, bordado, costura, artes plásticas, cocina y respostería, que la llevaron a convertirse en una de las maestras más apreciadas de la institución.
«Yo trabajé en el Liceo Páez y en el Liceo Hilarión López, y en la ‘Aminta de Ramos’, yo era la ‘mandamás’ la que creaba”, expresa.
Su habilidad para la costura la usaba para hacer disfraces, para el arte, porque creando personajes se sentía realizada.
«Todo lo que ella veía lo transformaba: madera, bejuco, yagrumo, papel, espigas, semillas, estoraque, maíz y todo tipo material de provecho o desecho», dice Saskia.
«Ella nos enseñó que todo debía ser cortado según las faces de la luna, sobre todo en menguante, porque si no se descompone. Cuando éramos pequeños era toda una aventura seguirla, buscando material, subir a los árboles y cortar bejucos para que ella pudiera crear sus artesanías», agrega Paquito.
-Nosotros perdimos la cuenta de las decoraciones que hicimos de muchas bodas en Araure; las iglesias y los salones, las grandes fiestas de Anca y Asoportuguesa, incluso, en el Intercontinental de Valencia y el Maruma en Maracaibo. Ella me enseñó el mukimono, el arte de tallar y decorar con frutas. Y también nos decía que todo lo que uno sabe hay que enseñarlo a otros. Mi mamá trabajó en una floristería e íbamos a Caracas a comprar insumos. De allá, venía diciendo: “Esas mujeres no saben nada, se quedaron encantadas con lo que yo hago”, relata Paquito.
Sosteniendo una de sus muñecas entre las manos, Margarita intervenía diciendo: «A mí no me enseñó nadie, yo miraba un palo y sabía que eso era una muñeca, yo solo creaba. Ya no las hago ahora, se me olvidó». Pero hizo tantas que están regadas por el mundo entero.
Las muñecas que no tuvo
Cuenta Saskia, que Margarita no tuvo muñecas de niña, mucho menos “Niño Jesús” y ese deseo de poder tenerlas fue lo que la llevó a crearlas. Fue un hecho que marcó su personalidad, siempre práctica, porque como madre tampoco les enseñó a creer que los regalos navideños los traía un niño recién nacido.
«Tuvo una niñez muy precaria, por eso cuidaba tanto sus cosas, que las compraba siempre de excelente calidad y conserva aún su cocina y su plancha, que no prestaba a nadie», señala su hija.
Enseñó en los liceos a los alumnos y a sus hijos varones a tomar un ruedo, a coser botones, a cocinar, sin distingo de género.
Ha sido una mujer de ideas avanzadas siempre, dispuesta a tomar riesgos, a lograr sus metas sin temores ni límites. De esa manera, logró salir de la pobreza, comprar casas para su familia, enviar a Omar a Colombia para estudiar en el Sena y a Saskia a Brasil. Don Francisco, su papá, no quería, pero ella dijo: «Sí se va». Y de allí regresó 5 años después, graduada de ingeniero químico.
Margarita nos observa feliz, le gusta que estemos allí hablando de sus logros y sus hijos, orgullosos, no pierden oportunidad de recordar algunas de sus frases emblemáticas, siempre irreverente y tenaz, siempre buscando oportunidades para ellos, siempre siendo Margarita.
«Para mí ha sido una visionaria, mucho más que nosotros sus hijos»
México lindo
Una de las cosas que más le gustaba era viajar… Puerto Rico, Bolivia, pero su país preferido fue México, al que viajó durante muchos años una docena de veces, de las experiencias que aún recuerda con detalles. Describe las artesanías, los bordados las bellezas creadas por los artesanos mexicanos.
«Los mercados son una belleza, me encantaba ir», afirma.
Fue de allí que trajo la idea de las muñecas de hoja de maíz. Todo un ritual prepararlas para que no se rompan ni descompongan, para hacer los tintes naturales, toda una práctica de la meditación y la paciencia hacer las menudas flores, un trabajo artesanal al que le puso sello propio.
La jalea de la amistad
Otra de sus creaciones y tarjeta de presentación, en cualquier institución o como regalo muy especial, era su jalea decorada con rosas a relieve. Al preguntarle cómo se le ocurrió decorarla, respondió: «Vainas que le salen a uno del alma».
Visitar sus amigos era su gran placer, caminaba por todo Araure, hasta hace apenas 3 años atrás aún podía vérsele, independiente y voluntariosa.
Yo solía llevarla en algunas oportunidades en el Jeep y si intentaba prestarle ayuda -cuenta Paquito- me decía: «no me ayude, porque me tumba». Jamás rindió cuentas a nadie.
“Es tan bonito cuando vamos por la calle, y las personas se le acercan para abrazarla y decirle que fue ella le enseño a coser, a bordar o adornó la iglesia en su boda, -dijeron los hijos- Esas son las cosas que nos emocionan”.
Ella está arraigada en el recuerdo de la cultura araureña y ha sido declarada patrimonio inmaterial del estado Portuguesa.
Enseñanzas de su fortaleza, audacia y creatividad hay muchas. Cuenta Saskia que en una oportunidad, en la que en la escuela del padre fue escogida como personaje cultural de Araure, les dijo a los jóvenes: «mi mamá nunca se dio por vencida, ni nada la detuvo. Llévense eso como ejemplo».
Un deseo que nunca logró fue la escuela artesanal para niños pobres. Con ese objetivo compró una casa y enseres de oficina, pero la vivienda, ubicada en la calle 4 de Araure, fue invadida y a pesar de que acudió a la fiscalía aún no ha sido recuperada.
Margarita, a sus casi 95 años, está muy bien de salud, aún mantiene su temperamento fuerte y le gusta arreglarse, ponerse sus vestidos mexicanos, lazos, flores y sombreros.
Y aunque ella haya olvidado parte de su vida, seguros estamos de que el nombre de Margarita de Dávila permanecerá para siempre en la memoria cultural de los portugueseños y la historia de Araure. (CNP 16.100)