El director del Programa Internacional de Políticas de Educación de la Universidad de Harvard, Fernando Reimers, cree que muchos ranking clásicos de universidades tienen una visión «miope, limitada» porque solo miden determinados indicadores y dejan fuera cuestiones relevantes como el impacto social de estas instituciones.
En una entrevista con EFE, el experto en liderazgo e innovación educativa considera que dentro de «la pluralidad de las alrededor de 28.000 universidades que hay en el mundo no es razonable pensar que una misma medida de calidad pueda ser utilizada para evaluarlas a todas ellas». Sus declaraciones las dio tras compartir sus ideas con profesorado y alumnado de la Universidad Camilo José Cela en Madrid y sus colegios SEK.
En su opinión es necesario «tener una diversidad de indicadores de calidad en los ranking que nos permita una comprensión más multidimensional del desempeño de las universidades. Afortunadamente hoy tenemos al menos dos tipos de variables, los tradicionales, que esencialmente reflejan la producción científica, pero también los de impacto (en la sostenibilidad, la salud o la reducción de la pobreza o igualdad)».
«Las dos cosas son importantes. No hay una mejor que la otra. Lo que resulta un desacierto es tener una visión tan limitada, tan miope, que solamente mira uno de estos resultados», subraya el Premio a la Ciudadanía Global del Comité de Enseñanza de Naciones Unidas.
Producción académica y científica
Tras apostar por la especialización de las universidades, insiste en que «muchos de los ranking tradicionales de las universidades son limitados porque lo único que miden es la producción académica y científica. No resulta razonable pensar que si lo que tiene sentido para un país es tener una oferta diferenciada de universidades, todas vayan a medirse con una medida única que en realidad solo sirve para un grupo que representa 10% del total».
Entre las que destacaron se encuentra la universidad india de Amrita, cuyos estudiantes viven parte de su formación en comunidades rurales de su país para identificar problemas y buscar soluciones.
«Inciden en las condiciones de vida de esas personas y utilizan lo que están aprendiendo en sus carreras, en ingeniería, en medicina, en comunicación, para trabajar juntos. No es solo sensibilidad social sino que han aprendido a generar conocimiento y tecnología para resolver problemas reales. A veces, en las universidades más clásicas la gente estudia problemas imaginarios y uno se pregunta cuál es la conexión entre ese problema y el modo en que vive la gente».
A su juicio, estas clasificaciones de impacto son muy relevantes en un momento en el que «hay cada vez más personas que se preguntan ¿A quién sirven las universidades y para qué sirven? Es una pregunta importante y las universidades deberían tener una respuesta y creo que una manera de dar respuesta es medir otras cosas».
EFE