Acarigua.- Son muchas las entrevistas de esta sección que he disfrutado. Hay aprendizaje, emociones, belleza, caídas, transformación y éxitos en todas, pero la vida contada a raudales por un experto en la palabra escrita, casi sin pudor, pero con mucho corazón; largo y tendido, es… definitivamente ésta, un «confieso que he vivido» criollo, con Wilfredo Bolívar.
Ha sido monaguillo, scout, vendedor, actor de teatro, escritor, pintor, cronista, historiador, asesor corporativo y diseñador de imagen, editor, locutor, periodista, opositor y un librepensador que dice haber vivido siempre contra la corriente.
La historia de Wilfredo Ramón Bolívar Sánchez, es controversial desde su nacimiento. Hijo de la caraqueña Miriam Elena Sánchez, nieta de un prócer de la independencia, y del araureño Ramón Hipólito Bolívar. Una relación no aprobada y que dio lugar al pequeño Wilfredo; un relato -dice- digno del libro que algún día escribirá.
Es inevitable preguntar si el suyo tiene relación con el apellido de Simón Bolívar y explicó que es muy posible que sí, debido a que en 1873 se casaron Ursula Rodríguez y Pilar Bolívar, sus tatara tatara abuelos, quienes tenían posesiones sobre el Río Amarillo entre Portuguesa y Lara. En el gobierno de Rómulo Betancourt se otorgaron los últimos haberes militares a los descendientes y, entre ellos, recibió posesión de esos mismos predios, Pepe Bolívar, un pariente directo del Libertador.
Wilfredo, aunque araureño en cada célula de su ser, nació en El Tigre, estado Anzoátegui, el 07 de junio de 1958. Lo trajeron a Portuguesa y conserva las fotos de su bautizo, a los 9 meses, en la iglesia San Miguel Arcángel.
«Yo me siento araureño por los cuatro costados y ni siquiera conozco esa ciudad donde nací. Mis padrinos fueron Santa Elena Pérez y Ramón González. Ellos fueron quienes me criaron, a quienes siempre llamé ‘papá’ y ‘mamá’. Lloré mucho el día -cuando tenía 3 años- que me enteré que Santa no era mi mamá», indicó.
Aunque desde muy joven quiso irse a vivir a Caracas, jamás pudo hacerlo por diversas circunstancias que lo anclaron en esta tierra portugueseña.
«A los 16 años ya actuaba y quise dedicarme al teatro, escribía y tenía muchos sueños, pero muere mi mamá, Santa. A los 18, estaba decidido a entrar al Grupo Rajatabla; entonces, me casé. Mas tarde quise hacer cine, volví mi mirada a la capital, me nombraron cronista y me quedé. La vida nunca me ha permitido alejarme de Araure», explicó.
Pasión por la lectura
Veía desde muy pequeñito a su papá «devorar» los periódicos y a él le regalaba el suplemento cultural. Así nació su afición por la lectura. Leia, leía mucho.
A los 12 años fue monaguillo y luego sacristán del párroco Luis Gasparini, en la iglesia Nuestra Señora del Pilar. Jugaba a ser sacerdote, porque realmente tenía vocación, pero su papá no le permitió ir al seminario.
“Siendo sacristán encontré en la iglesia un folleto revelador para mí, publicado por primera vez en 1903, escrito por Podro Rodas, ‘Noticias y documentos relacionados con La Villa de Araure’, que respondió las preguntas que me hacía cuando -desde el campanario de la iglesia- me preguntaba: ¿quién hizo estás casas?, ¿cómo nació Araure?, y muchas otras”, relató.
Fue entonces que comenzó, a sus 12 años, a escribir. Se iba para Acarigua, a la biblioteca, a leer los textos del presbítero Nectario María y Raúl H. De Pascuali , y empieza su segundo libro “Araure, una historia para la historia”, que tardó 12 años en terminar. El primero fue una biografía de Hilarión López, que publicó cuando estaba en 5to año.
Estudiante multifacético
Durante su adolescencia era “terrible”, muy bromista y estaba metido en todo. Fue parte de un grupo de aguinaldos, hacia teatro, diseñaba carteleras y hace sus pininos con la publicidad. Escribía y, después, comienza su etapa con los scouts (7 meses antes de la muerte de su mamá), el 01 de diciembre de 1973, y lo promesó el sacerdote Conrado Calles. Y ya ha reunido 50 años perteneciendo a la sociedad.
-Yo comencé un libro muy completo sobre ese movimiento. Tengo más de 30 libros escritos y no me moriré sin terminarlo. Fui el primero del séptimo grupo de scout en promesarme. Yo completé todo el entrenamiento nacional, solo me faltó el nivel internacional. Lo dejé durante un tiempo y luego regresé, y allí continúo hasta hoy, aseguró.
El talento Vs. la realidad
Al no poder ser sacerdote su sueño fue ser actor de cine. «He tratado de expresarme de mil maneras y todos mis hobbies los convertí en oficio. Formamos el grupo de teatro Wambert, entre Armando Rodríguez, Mon García, Beto Rodríguez, Roberto Pérez y Tarcisio Rodríguez. Yo quería ser actor profesional, hasta trabajé en Radio Caracas Televisión y participé en una película, eso no lo sabe nadie”, reveló.
Incursionó también en la pintura, aprendió a hacer acuarelas y aún las conserva. Inclusive, alguna vez que se quedó sin trabajo, se ganó la vida pintando tarjetas de Navidad, en la avenida Libertador. Fue el maestro de 6to grado, Roseliano Hernández, su guía en las artes pictóricas, literatura y de oratoria.
Comentó que a pesar de tener una infancia tan difícil emocionalmente -o tal vez por esa razón- tuvo la inteligencia de aprovechar todo el talento de las personas que lo circundaban.
Cuando era niño, el párroco Gasparini le pagaba 5 bolívares, pero el primer trabajo que asumió para mantener a su familia fue como vendedor de motosierras. También fue chofer, nada que ver con la cultura. «La poetisa Carmen Pérez Montero, dice que se sabe de qué mueren los poetas, los escritores y los cronista, pero no de qué viven», explicó con humor.
Su primera experiencia institucional fue como director de un centro de la Fundación del Niño. De esos cargos públicos está decepcionado y dice que, con esa experiencia, se dio cuenta de que no vale la pena tener méritos en el mundo político venezolano.
«Yo no creo en ese término de Cuarta y Quinta República. Esa es una ficción, de ahí salí muy insatisfecho. Fue allí cuando quise dedicarme a la actuación. Me reunía mucho con Graterolacho, Orlando Urdaneta, Pero León Zapata, Federico Gattorno y Aldemaro Romero. En esa oportunidad, yo trabajé en un programa de humor, Telecómico, que tenía Ariel Fedulo en el canal 8, y en una película que se llamó ‘Páez al galope’. Tengo carnet como actor del Sindicato de Radio y Televisión”, comentó.
Su familia
Conoció a Aleyda siendo ambos unos niños. Tiene recuerdos vívidos de las primeras veces que la vio. Ella siempre ha estado presente a lo largo de su vida. Se convirtió en su esposa cuando tenía 18 años y aún siguen juntos.
«Aleyda es una extraordinaria mujer. Yo tendría que hacerle un altar, porque quizás no he sido tan coherente con su entrega y su amor», expresó.
Como él no era considerado por los padres de Aleyda el hombre adecuado para su hija, quisieron separarlos.
«Siempre los desafíos. Hice todo lo posible para evitar que me separaran de mi novia y del hijo que esperábamos, Caí en depresión. Nos permitieron, finalmente, casarnos por civil y por la iglesia. Yo no dudo, ante tantas cosas que hemos superado juntos, que ella era mi destino. Curiosamente, esa prefectura donde se ofició la boda, fue mi oficina de cronista», agregó.
Con Aleyda tuvo 5 hijos: Willy Alexander(+), el mayor; Wileyda, Wiletza Alexandra, Wilfredo Simón y Juan Vicente. Tiene otra hija fuera del matrimonio llamada, Katherine Alexandra.
«Mi esposa y yo estuvimos 4 años separados. Durante ese lapso, tuve otra pareja, una gran mujer, y fue concebido mi último hijo, Juan Simón Bolívar, de 25 años; una joya de hijo, como todos mis hijos, y el que me acompaña. Sus hermanos dicen que es el príncipe, porque yo cometí muchos errores, nadie te enseña cómo ser papá y con él he hecho las cosas diferente. He crecido, los últimos hijos me han convertido ‘en el hombre que voy siendo'».
Volvió a casa con Aleyda y comenta que no ha sido fácil para el grupo familiar, (el amor todo lo puede), pero han logrado llevar la vida de forma madura y armoniosa «Sé que he ido contra la corriente, haciendo las cosas distintas a los demás, pero lo hemos hecho posible, juntos», indicó.
El abismo
Hace unos 25 años, Wilfredo refiere haber tenido una etapa de ofuscación, con exceso de trabajo y ocupaciones múltiples. Era presidente de la Sociedad de Cronistas, cronista de Araure, gerenciaba una agencia de publicidad, había creado un diplomado para cronistas y tenía un caos existencial que desembocó en una diabetes en el año 2004.
«Era una locura, me encerré 27 días, sin dormir, para terminar un libro sobre fotografía y me enfermé. Cuando mi hermana María Elena me diagnosticó y sintiéndome tan mal, llorando, le pedí a Dios que me dejara ver crecer a mis hijos menores», recordó.
El viaje
La siguiente pregunta no fue nada fácil para Wilfredo y las lágrimas brotaron incontenibles.
«Estaba preparado para irme de este mundo físico, pero Dios tenía otros planes. Realmente somos insignificantes en la grandeza del universo. El 19 de abril de 2010, partió mi hijo mayor. Y yo, que siempre he sido depresivo, entendí que nada está escrito. Salí de mi mutismo y la noche de ese triste día que enterramos a Willy, a mi nuera y su bebé Sofía, Aleyda y yo nos tomamos de las manos y supimos que teníamos que recomenzar», relató.
Con esa intención crearon la fundación «Un concierto por la vida», dedicándose a aprender cómo sobrellevar el dolor y a ayudar a otras personas. Una intención que llenó su vida y aún hoy, siguen ofreciendo asistencia del duelo personal.
«La muerte realmente no existe, solo hay una transformación. Ellos son seres de luz. Aleyda se ha dedicado, en esa bondad propia de ella, a apoyar a mucha gente, a través de la fundación».
Un amigo vale por cien
Afortunadamente, hay amigos que saben cuándo son oportunos y ofrecen su mano y trabajo para mantener la mente ocupada. Así fue el empresario José Antonio Oliveira para Wilfredo.
«Él era mi cliente, me ofreció trabajos que él realmente no necesitaba, pero yo sí. También estuvo a mi lado Alí Samara, entre otros. Yo tuve que empezar de cero, para poder apoyar a Aleyda».
El cronista
«El cronista no es vitalicio, porque el funcionario tiene derecho a ser jubilado. Ejercí desde el 2 de mayo de 1986, hasta que estos prevaricadores me sacaron, porque me opuse a la construcción de unas casas en la Quebrada de Araure y a un anexo comercial junto al monumento de El Túmulo. Hablé con el gobernador (Primitivo) Cedeño, lo entendió y hoy es un módulo policial».
-Yo intenté conciliar. No se hizo nada políticamente. Demandé la jubilación ilegal a la que me sometieron y gané la demanda porque el juez escribió que se había cometido abuso de autoridad. Así que en cualquier momento deberían incorporarme. Yo nunca me he ido, sigo siendo cronista de Araure y volveré en cuanto las autoridades reconozcan el juicio», aseguró.
Hoy en día, Wilfredo se dedica a la práctica privada como publicista, una profesión que ha ejercido toda la vida, y que conjuga y reúne todas las demás.
«Fui autodidacta y tuve la primera agencia de publicidad del estado Portuguesa y cuando inscribimos a mi hijo Willy, Aleyda y yo decidimos estudiar también y nos graduamos de periodistas en la Universidad Católica Cecilio Acosta. Luego hice maestría en la UCLA y comencé un doctorado en la UCV».
Ha habido una evolución del Wilfredo analógico, comenzando por Aythaima Grupo Editor, pasando por Geomedia y las nuevas tecnologías. El camino del aprendizaje, el crecimiento y el avance no termina para él. Activo con la Corporación Oliveira, siempre apoyado en sus hijos, primero Willy, y ahora Juan Vicente y Juan Simón, y por supuesto, su esposa, su compañera, su amiga, Aleyda.
Hoy tiene un gran reto y desarrollan un plan de rodaje para la Cámara de Turismo de Portuguesa y, también, con el flautista Huáscar Barradas, con quien tiene grandes proyectos de interés nacional.
«Yo lo que he hecho es expresarme de todas las formas posibles. He abierto blogs, estoy haciendo documentales para el canal de YouTube, sigo escribiendo sobre la historia, estudio como si no me fuera a morir nunca, y vivo intensamente aquí y ahora».
-Sé que a la gente le va a tomar tiempo armar ese rompecabezas que soy. Por eso, cuento mi vida, porque nada está oculto y yo soy un hombre auténtico, tratando de hacer lo mejor, aún con los errores cometidos, pero estoy en paz con Dios. Con todo lo que he hecho, quiero dejar un camino que puedan recorrer otros, afirmó.
Finalmente, dijo: “Confieso que he vivido contra la corriente, pero la pasión por la vida, nadie me la podrá quitar». (CNP 16.100)