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Ivet Pinto: «Cada día los perritos nos esperan sabiendo que para nosotros no son invisibles»

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Escrito por Beatriz Quintana

Araure.- Hay labores que se realizan a cielo abierto y otras, que apenas unos pocos conocen. Aunque ambas pudieran ser igual de loables y maravillosas, las primeras suelen ser aplaudidas y las segundas, de tan cotidianas, inclusive pasan inadvertidas.

Ivet Noemí Pinto Hernández tiene entre sus manos ambas caras de la moneda: por un lado, como deportista e instructora de yoga, ganando adeptos y alumnos cada año y, por otro, ese corazón grandote, desprendido y el tiempo dedicado a rescatar y alimentar a diario seres necesitados, humanos y perrunos, a curarles el cuerpo y el alma a punta de puro amor y dedicación silenciosa por casi 20 años, en Acarigua y Araure.

Cada noche, sin falta, con lluvia o no, Ivet y su hija Angie, salen a alimentar y sanar a más de 70 perritos callejeros.

Lleva casi 20 años rescatando perritos y ayudándonos a sobrevivir en las calles

«Siempre dije que ayudaría a los necesitados y eso incluía a los animalitos. Comencé liberando, desde pequeña, todos los pajaritos de las jaulas que veía en casa de familiares. Desde que me ha tocado salir a laborar, siento que he logrado mucho en todo. De pequeña, mi sueño fue ser deportista y así lo hice ¡Me gusta disfrutar cada faceta!».

La mayoría de los que la conocemos, la vimos por primera vez en algún gimnasio o box, entrenando, practicando algún deporte o en seminarios especializados en los que se ha certificado, primero en spinning, entrenamiento funcional y, luego, en yoga con especialidad en columna vertebral, yoga restaurativa y terapéutica.

«Pase muchos años entre Caracas y Acarigua, hasta que murieron mis padres. A pesar de tener algunos tropiezos en mi primera infancia, tuve la dicha de ser criada por mi padre y su esposa, mi Maga (Magali). Gracias a ella, conocí el amor y tuve apoyo, y tengo que reconocer, que sin ser mi pariente sanguíneo, ¡siempre se esmeró por hacernos, a mis hermanos y a mí, personas de bien!», expresó.

Tal vez, esa soledad de sus primeros años y la conciencia de ser atendida y amada por la esposa de su padre, le hace ser esa persona tan especial y sensible con los perritos sin hogar, esos, que la mayoría miramos de soslayo en la calle y, para ella, son parte importante de su vida.

«Somos un equipo. Mi esposo, al principio, dijo: ‘No más perros en la casa’, (y ya son 15) pero es pilar fundamental de nuestra ‘Fundación Panzitas Alegres’, (@panzitas_alegresacaraure), con la que hemos podido sostener económicamente, en los últimos años, la labor de rescate animal. Él y mi hija, son quienes se encargan de cortar vegetales y hacer esas dos ollas de comida, para los peludos, ¡es lo primero que está listo! Inicialmente fueron mis hijos los que insistían: ‘Ma’, ayúdalo!, ¡vamos a ayudarlo, por favor!’ Así empezamos todo esto», expresó orgullosa.

De capital a capital

Aunque es caraqueña de nacimiento, venía a Guanare desde muy pequeña a pasar vacaciones, en períodos cada vez más largos.

Conoce allí a Julio Albornoz, se casan y en Guanare nacen sus dos hijos varones, Fernando Julián y Edward Armando. Por motivos laborales, viajaban con frecuencia a Acarigua hasta que decidieron radicarse en esa ciudad, donde nace su primera y única hija, Angi Valeria, otro de los bastiones de la fundación.

Ivet fue comerciante por cuenta propia durante años, como buen hija de portugués. También trabajó varios años con empresas transnacionales y después formó una contratista dedicada a trabajos de electricidad. Paralelamente, estudiaba lo que realmente ha sido su pasión: el bienestar y la salud.

Siempre quiso estudiar yoga y conocer a profundidad sus beneficios. Nos cuenta que decidió hacerlo después de un grave problema de salud hace unos cinco años. Siendo, como es, tan exigente consigo misma y apasionada del deporte funcional, estuvo entrenando pesas de manera excesiva.

«Sumado a eso, tuve problemas personales, como la pérdida de mi padre y otros eventos familiares. Eso hizo que colapsara mi sistema nervioso. Por eso, decido hacer una pausa en el deporte y trabajando en un campamento —aquí en Acarigua— conozco a la profesora de yoga, Nereida, quien me invita a una práctica.

A partir de allí, encuentra su verdadera vocación, cuando inició estudios en la escuela Premayoga, con el profesor Robinson Morey.

«¡Y yo fascinada, de todo lo hermoso que hay dentro de este mundo! A los dos años, conozco la escuela yoga en Síntesis, en la que descubrí qué es y cómo funciona nuestra anatomía, y las estrategias que debes aplicar. Inicio allí tomando especialidades de yoga columna, yoga restaurativa y, luego, yoga terapéutica. Así he ido profundizando más y más, para poder usar esos conocimientos, que quise iniciar para mi beneficio, pero que me brindó tantos beneficios en salud, que decido compartir con personas que también necesitan ese giro en sus vidas», relató.

Comenzó obsequiado sus clases a las amistades y a sus familiares; fue creciendo y abriendo esos espacios donde les ayuda a conseguir una vida saludable.

Actualmente, une a sus prácticas de yogaterapia holística a la medicina china, que son las últimas certificaciones que ha hecho y dice: «me llena el corazón ver que esas personas que llegan a mí, sienten el cambios; eso es muy gratificante».

Ivet es instructora de yoga y una apasionada deportista

Entre tantas actividades diarias con sus alumnos, la atención de su casa y familia, preparación de la comida con la que que alimenta cerca de 70 perritos, las gestiones para conseguir recursos y veterinarios, saca tiempo y espacio para concentrarse en sus estudios.

«Yo necesito mantenerme actualizada porque también doy clases personalizadas de yoga a adultos mayores que siempre tienen una condición especial. Sus mismos médicos les recomiendan hacer prácticas de yoga. Previamente, entonces, me informo y documento muy bien, buscando y estudiando para indicarles las asanas adecuadas», enfatizó.

La fundación

Comienza a alegrar pancitas, llevándoles algo de comida a los perritos que veían en la calle y a los que vivían en algunas instituciones como liceos.

«Eso fue hace ya casi 20 años, pero luego empezó el abandono masivo. Eran cada vez más los perros en situación de abandono y enfermos. Fue creciendo esa inquietud por atender a los más vulnerables y empezamos a movernos con situaciones más fuertes y a acoger perritos en nuestra casa. Actualmente tenemos 15 perritos y muchos otros en empresas, en galpones algunos; algunos se nos han ido, otros los hemos entregados en adopción, gracias a Dios».

Ese es su gran propósito de vida: seguir alegrando vidas a diario, haciendo ese recorrido milagroso, el que tanto esperan los perritos de la calle, para recibir ese plato de comida.

«Para muchos, es el único y no solo los que tenemos en resguardo, sino también los que conseguimos en la vía y algunos nos esperan sabiendo que para nosotros no son invisibles».

Amor al prójimo

«Esto mismo ha llevado a que, también, personas que nos ven, nos pidan ayuda y sí muchas veces piensan que soy veterinaria, porque gracias a Dios, he podido ayudar a sanar algunos».

Ivet les aclara que no lo es, pero no se queda de manos cruzadas. Busca orientación de los profesionales que le colaboran como el gran equipo de Diapeca, y los veterinarios Julio Villalva y Yohana Sanabria. Ellos la conocen y saben que hace lo humanamente posible por ayudar.

Para mantener la alimentación de casi 70 perros trabaja muy fuerte y cuenta algunas veces con donativos de proteínas (patas de pollo y res, pellejos, carapachos, arroz, vegetales) y hacen campañas para dejar saber a las personas que todo tipo de alimento es bien recibido.

Cada noche Ivet sale a recorrer las calles donde la esperan más de 70 perritos

«Tenemos un ‘angelito’, una ‘madrina’ que no nos abandona y, mensual, nos dona perrarina y hacemos que todo nos rinda. Además de alimentar perritos a diario, tratamos de ayudar a algunas personas que nos han recibido perritos en sus casas por temporadas, mientras hacemos tratamiento y, al final, deciden dejarlos como parte de su familia».

Cuando se van

Sin embargo, no siempre logran salvar las vidas de los perritos, golpeados, atropellados, enfermos de abandono y que, al morir, le deja un gran hueco en el alma.

«Es muy difícil. En realidad, muchas veces flaqueamos ante la pérdida. Quisiera que fueran eternos y más cuando apenas están conociendo el amor, el calor de un hogar. Nos ha tocado fuerte, pero no podemos dejarnos caer aún con lágrimas y el corazón herido; salimos y entregamos cariño a aquellos que cuentan con nosotros».

-Algunos, solo esperan ser vistos para irse. Nos ha tocado atender a uno muy mal, ver su mejoría, y a los días fallecer dormido ¡y entendemos que solo quería ser visto!, precisó.

Pero aseguró que el día que pierden un perrito, aparecen dos necesitados y ellas miran al cielo, dando gracias a Dios por ponerlas en su camino.

No son refugio

Cuando son llamadas para atender un caso de un animalito que amerita asistencia médica, aparecen esos «ángeles» que le dicen: «déjelo en mi casa mientras sana«.

«Gracias a Dios, porque no contamos con refugio, con un lugar apto para recibir tantos. En casa ya estamos full y, sí, tenemos patio, pero no hemos podido techar y bueno a la hora de la lluvia toca usar baños y lugares donde se puedan resguardar, pero por ser de distintas edades se pelean y hay que apartarlos como sea. Es difícil, pero ahí están», indicó.

¿Qué falta en Venezuela?

Para Ivet, más allá de que existan entes que se encarguen de ayudar, considera que es esencial tener más empatía, amor y caridad por estos seres que no hablan y solo esperan ser tomados en cuenta, como seres vivos que sienten.

«Conciencia, mucha conciencia; dejar de pensar que son perros, objetos sin sentimientos que hoy los quiero y mañana los echo a la calle sin importar su suerte. Lamentablemente, aquí por muchas leyes que saquen, si en esas instituciones, además de títulos, no se ponen personas de buen corazón, no va a funcionar nada», señaló.

Agregó que le ha tocado enfrentarse con representantes de entes que supuestamente «protegen» a estos animales y entrar en dilema, porque creen que es un capricho suyo exigir el trato justo para un ser que no puede expresarse para pedir ayuda.

Proyectos

Para seguir cada día ayudando a estos animalitos abandonados, se necesita mucho más de lo que ella puede hacer, aunque pretende, poco a poco, ir acondicionado un lugar donde poder resguardarlos, «porque es triste, pero crecen los abandonos y aunque estemos todos en situación difícil, no puedo dejar de ayudarlos; no es fácil porque, bueno, entre una cosa y otra se nos hace difícil reunir dinero, pero vamos haciendo».

Entre algunas estrategias como vender artículos deportivos, dulces y hacer rifas, han podido hacer campañas de esterilización.

«Nos interesa parar la reproducción entre ellos y esa rifa es para esterilizar. Así evitamos, además de enfermedad, peleas entre ellos y que estén naciendo más perritos que vienen a padecer. Quisiéramos tener un refugio tanto para los necesitados, como para los más viejitos que tenemos en algunos lugares; obtener medicinas, alimentos y mantener el carro al día para seguir trasladándonos ¡y, bueno, así vamos!».

Ser espiritual

Ella vive la vida como un hermoso milagro de amor y libertad. «Es alegría el poder servir a nuestros semejantes, es gratitud en cada circunstancia que se nos presente, no me gusta perderme ningún detalle, la disfruto al máximo y siempre trato de hacer entender a quienes se me acercan que no perdamos el poder agradecer y vivir este día como si fuera en último», afirmó.

-Todo lo que hago es confiando en Dios, quien dirige el universo y nos hizo a su semejanza. Desde pequeña entendí que no tenemos que buscarlo por fuera, cuando en realidad su templo sagrado está en nuestros corazones. Cultivar el amor, la compasión, el respeto, el agradecimiento, sin importar si alguien nos ve o nos aplauden. Cuando podemos entender que más allá de nuestros planes está Dios, no nada más cuando las cosas salen como queremos, expresó.

«Empiezo mi día agradeciendo y digo: ‘Tus planes son mejores que los míos’, suelto mis miedos, mis preocupaciones y confío en lo que tienes hoy para mí».

Ivet sigue soñando con ese espacio para proteger a los los animales domésticos, con un lugar digno para no tener que despedirlos cada noche en la calle, los que quedan vagando, sin hogar.

«Sueño con que todos tomemos conciencia que esos animalitos en la calle no pidieron estar allí y que lo único que buscan, es sobrevivir. Sueño despertar esa parte humana y sensible que todos tenemos, pero que no queremos escuchar, porque perdemos la vida sin detenernos a mirar al cielo y decir: ‘hoy es un día hermoso para ser feliz'». (CNP 16.100)

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