Acarigua.- Cuando toca entrevistar a Norlys Silva, la presidenta de la Fundación «Raúl Alfredo Silva» Amigos Contra el Cancer, hay que prepararse para verla reir a carcajadas y llorar a mares. Ella que es pura alegría. Tiene en el amor eterno por su hijo mayor, Raúl, su gran motivo de vida y el sentimiento más profundo por su temprana partida.
Norlys nacio en Acarigua, estudió en la Escuela «Ciudad Acarigua» y su secundaria en el Liceo «José Antonio Páez». Sus dotes artísticos le llevaron a ser parte de Danzas Pimpinela, a participar en el Festival de la Voz Liceista, y en toda actividad cultural, ella quería actuar.
Fue parte de la delegación infantil del estado Portuguesa en voleibol y atletismo, ganadora del Maratón Presidencial Luis Herrera Campins, y muchos otros organizados por el Instituto Nacional del Deporte (IND), y recordando esa epoca dice que «era bárbara corriendo».
Posteriormente, entró al Ince, donde estudio secretariado, inteligente pero muy traviesa la recuerda la profesora Clemencia Falcón; luego se fue a Puerto Ordaz para estudiar Administración de Empresas y en esa área consiguió su primer trabajo.
«Un buen día me quedé sin empleo, y tuve la mejor oportunidad de enseñar en el Instituto Tecnocomercial Libertador, con el profesor Rafael Pinto, una persona maravillosa que me permitió enseñar mecanografía, contabilidad y otras materias durante 5 años. Una experiencia muy enriquecedora», cuenta.
Fue madre a los 23 años, y habla del nacimiento de Raúl Alfredo, a intervalos de risa y llanto, con palabras emocionadas. Así cuenta que se le presentó parto a los 7 meses sin tener preparada la canastilla del bebé, ni su propia ropa de hospital. Su madre tuvo que correr para poder llevarle lo necesario.
«Es por eso que anualmente llevo al hospital una donación de enseres para el bebé y su mamá, que nazca cada 24 de julio. Sé lo que estar allí sin nada, y conmemoro haciendo honor a mi hijo en la fecha de su cumpleaños», explicó.
Su misión en la vida
Para estar cerca de su hijo crea una guardería infantil, allí también daba tareas dirigidas en las tardes y en la mañana impartía clases en una escuela.
Contó la historia de un papá soltero al que le tocaba viajar y de aquellas madres que tenían guardias nocturnas. A ella les cuidaba sus hijos y velaba su sueño.
Su vida ha sido una preparación perenne para su misión de vida terrenal, porque ahora desde su fundación administra recursos, ayuda a las madres de los pequeños enfermos, crea festivales juveniles y sigue cuidando niños.
«Raul fue mi maestro»
«Raúl fue un niño muy disciplinado y creció viéndome trabajar. Tocaba cuatro bellísimo, leía libros de metafísica a los 12 años y tenía una sabiduría natural, meditaba. Se reía de la mieloides aguda que padecía, y hacia chistes», dijo
-Nunca dejes de ser una mujer de fe, mamá. Nos tocó simplemente y hay que enfrentarlo, me repetía.
Él la preparó para su partida y fue quien organizó durante sus estancia en el hospital la ayuda a sus compañeros en oncología y el inicio de la fundación. Nunca lloró, ni sentió triste ni se quejó, porque no quería que lo vieran con lastima, nos cuenta.
La vida de Norlys tiene un antes y un después de la enfermedad de su hijo y no hay madre más orgullosa del optimismo de su hijo que ella.
«Cuando estoy más abrumada recuerdo sus palabras, su actitud, su alegría y retomo mis labores», expresa.
Afortunadamente, ya había llegado a su vida Henry su actual esposo, que se convirtió en el mejor amigo de su hijo.
«¡Qué hombre maravilloso!, yo decía ¿cuándo será que se va a cansar? Porque el cáncer es una enfermedad que demanda mucho dinero, atención médica y tiempo», cuenta.
Pero Henry se quedó y le dio a Raúl la hermana que pidió de regalo de cumpleaños, Isabel -hoy de 15- y juntos han consolidado el más importante propósito de vida, ayudando a otros niños con cáncer.
13 años después
Raúl se fue antes de cumplir 14 años, y pasado un año, acompañada de los muchachos amigos de colegio de Raúl, haciendo potazos para llevar ayuda a los niños del hospital pediátrico de Barquisimeto, crea la fundación.
Después, Norlys se propuso abrir una casa albergue, el «Hogar de la Mágica Esperanza» para que los niños con cáncer y sus madres puedan descansar. Allí tiene habitaciones equipadas y una bella sala de juegos, donde los niños son cuidados emocional y físicamente.
«Hace apenas 4 años tuve el valor de volver al Hospital Pastor Oropeza, en Barquisimeto, siempre hice llegar los recursos, pero hasta ahora pude lograrlo. Recorrer sus pasillos y entrar a la sala de oncología, fue enfrentarme a mis miedos».
Norlys ha trabajado mucho la aceptación, enfrenta el dolor con cada madre, brindando esperanza y aliento. Les enseña también el protocolo de quimioterapias, las prepara para tener fortaleza, les ayuda a cubrir sus necesidades de laboratorios y de sus medicamentos, ropa y mucho más.
«Ahora atendemos fijos 100 niños en toda Venezuela, la mayoría del estado Lara, el número puede crecer, porque no podemos negarnos a solicitudes, siempre hay un padrino mágico que nos contribuye», indicó.
Apadrine un niño
Cada vez necesitan más insumos médico descartables y hay empresas que mensualmente hacen su aporte. Los potazos son ahora virtuales, pero nunca es demasiado. Se necesitan muchas buenas voluntades.
Para realizar esta inigualable labor hecha desde su amor de madre, Norlys requiere de alianzas que puedan proporcionarle esperanza a muchos niños.
Algunos colegios cumplen allí el artículo 13, y los jóvenes disfrutan y se concientizan sobre el valor de la vida. Su hija Isabel, en este sentido, es pilar fundamental. Admira a su madre, permanece a su lado para llevar junto a ella tanta carga, y Norlys señala que su hija, fue el regalo, que Raúl pidió, no para él sino para ella.
El cancer -dijo- es triste a cualquier edad pero en un niño es doblemente doloroso. Son muchos los que atendemos con leucemia, y también con cáncer vaginal y testicular.
Ella cae y se levanta, su casa es la estancia de cada madre que solicita su ayuda y uno se pregunta ¿cómo puede con tanto y de dónde saca tanta energia para servir al prójimo?
«Se lo prometí a Raúl, ahora sigo el Camino de Emaus y Dios no me abandona», confiesa.
La Fundación «Raúl Alfredo Silva» es el centro de la vida de esta familia, y Dios ha sido su fortaleza, de esa manera han podido cumplir el propósito que un día, un niño con cáncer proyectó para seguir viviendo espiritualmente, en la alegría que Norlys, junto a Henry e Isabel, proporcionan a cada niño con cáncer que los necesita. (CNP:16.100)