Los sentimientos que más duelen –describe Fernando Pessoa en El libro del desasosiego– son los absurdos: el ansia de cosas imposibles, el deseo de lo que podría haber sido. «Todos estos medios tonos de la conciencia del alma que crean en nosotros un paisaje dolorido, un eterno ocaso de lo que somos». El escritor portugués sabía que nunca es fácil adentrarse en los oscuros laberintos del corazón para explorar un paisaje cargado con el desarraigo del desamor. Esa historia de poética angustia y vulnerabilidad es la que elige representar Back To Black, la película sobre la recordada Amy Winehouse.
La vida de la joven de clase media que llevó el espíritu del R&B a lo más alto de las listas de ventas se puede resumir en los lugares comunes de una biopic tradicional de músicos: ascenso meteórico, fama, dinero, excesos, corazones rotos y tragedia. La estrella que se apagó demasiado pronto, la voz que se perdió para siempre y se unió al fatídico Club de los 27, la edad mortal para Kurt Cobain, Jim Morrison, Janis Joplin y Jimi Hendrix, entre otros artistas de enorme talento y singular sensibilidad.
Para algunos fanáticos, que expresaron su descontento en redes sociales, Back To Black -que llegó este jueves 11 de abril a los cines venezolanos-, de la directora Sam Taylor-Johnson, es un intento desalmado por explotar la figura de Amy Winehouse. El enojo empezó cuando se dieron a conocer las primeras imágenes de Marisa Abela encarnando a Winehouse en sus peores años: consumida por algo más que sustancias tóxicas. Para algunos, la película no estaba muy lejos de lo que sucedía con los papparazi que, en lugar de ayudar a una chica que literalmente pierde el equilibrio y cae, se regodeaban con la imagen de una estrella que está en el suelo.
No es la primera vez que el cine intenta capturar la oscuridad de esa vida atormentada. Cuando ganó el Oscar por Amy (2015), el documental que muestra la explotación y falta de contención que sufrió Winehouse, el director Asif Kapadia dijo: «Quería mostrarle al mundo quién era ella realmente. No era una persona de los medios sensacionalistas; era una chica hermosa, divertida, inteligente, ingeniosa, especial. Alguien que necesitaba cuidado». No todos quedaron contentos con el documental: Mitch Winehouse, el padre, fue uno de los mayores críticos de la película.
Kapadia, que también había tenido éxito con un documental sobre la vida de Ayrton Senna, descubrió lo complicado que es intentar retratar los claroscuros de cualquier ídolo sin herir susceptibilidades. Cuando se estrenó Diego Maradona (2019), el documental sobre la vida del Diez, el mismísimo Diego se encargó de atacar la película cuando se enteró que el eslogan lo pintaba como un «rebelde, héroe, estafador y Dios»: «No vayan a verla. Yo jugué al fútbol, no estafé a nadie. Si ellos quieren atraer al público, me parece que están equivocados».
Una obsesión de Hollywood
En las biopics sobre músicos la ficción se suele confundir con los hechos, aunque no necesariamente sean más o menos manipuladoras que un documental. Hollywood descubrió que había una mina de oro por explotar cuando Bohemian Rhapsody, sobre la banda británica Queen, llenó las salas de todo el mundo, en 2018. Fue un suceso que nadie había previsto, nacido de una producción turbulenta que se quedó sin director cuando todavía la estaban filmando. Sacando las películas de superhéoes, secuelas y franquicias, fue la película más taquillera de la década pasada. Meses después del estreno, Bohemian Rhapsody seguía copando las salas, incluso agregando funciones para que el público pudiera cantar acompañando las melodías de Queen.
Pero esa no fue la primera biopic musical, un género que cada tanto encandila a Hollywood y las masas. En 1942 se estrenó Triunfo supremo, la vida del padre de Broadway, George M. Cohan, un relato que reavivó el espíritu de una nación alicaída por la guerra. Cuando James Cagney ganó el Oscar, nació otra tradición: los actores que son galardonados por convertirse en otros artistas.
Jamie Foxx ganó por Ray (2004), la vida del compositor y pianista Ray Charles. Marion Cotillard fue ovacionada por mimetizarse como Édith Piaf en La vie en rose (2007). Rami Malek, como Freddy Mercury, también recibió el oro en la ceremonia en la que Bohemian Rhapsody se convertía en la más ganadora de la velada.
Nacida el 7 de diciembre de 1996, Marisa Abelda tiene 27 años. Enfrenta críticas desde que la eligieron para encarnar a Amy Winehouse, sobre todo por la falta de parecido físico. Mitch Winehouse, el padre de Amy en la vida real, fue uno de los primeros en defenderla: «Es una gran decisión de casting, aunque ella no se parezca tanto». Aunque las opiniones de la crítica están dividas sobre la calidad cinematográfica de Back To Black, todas destacan la performance de la actriz como la cantante de neo-soul. Todavía es demasiado pronto para saber si Abela va a poder inscribirse en la tradición de tantos actores y actrices que se llenaron de premios y nominaciones por interpretar a distintos músicos.
Otros casos
Algunas biopics sobre músicos pasaron con más discreción por el cine: Rocketman (2019), con Taron Egerton como Elton John, no pudo subirse a la ola comercial que había creado un año antes Bohemian Rhapsody. A Austin Butler no le alcanzó la producción kitsch de Elvis que hizo Baz Lurhmann para ganar un Oscar. Aunque no fracasó en taquilla, la crítica especializada le bajó el pulgar a Bob Marley: la leyenda (2024).
Ninguno de estos casos desalienta a Hollywood, que ya tiene en carpeta nuevas biopics sobre músicos. Dentro de los próximos años se van a estrenar películas sobre los Beatles (cuatro, todas dirigidas por Sam Mendes), Bob Dylan (un nuevo relato de ficción, esta vez protagonizado por Timothée Chalamet) y hasta una historia biográfica basada en la vida del rey del pop, Michael Jackson.
Más allá de algún caso especial (como I’m Not There, donde Cate Blanchett, Christian Bale y Heath Ledger, entre otros, interpretaron distintas etapas de la vida de Bob Dylan), las biopics de los músicos no suelen alejarse mucho de una fórmula tradicional. Hollywood sabe que no hay que arreglar aquello que no está roto: en especial si eso genera millones de dólares. ¿Entonces, por qué causa tanta controversia la película sobre Amy Winehouse?
Más allá de la vida de los músicos, cualquier película biográfica suele atraer la controversia. Como dice el personaje de Gary Oldman en Mank, mientras esboza el libreto de El ciudadano: «No se puede capturar la vida de una persona en dos horas. Solo se puede esperar dejar la impresión de ella». Ahí el primer punto de debate: Amy Winehouse no es un significante vacío.
Fue la primera celebridad internacional que se fue derrumbando frente a las cámaras y no necesariamente las cámaras de los medios sensacionalistas. Su último concierto, en Belgrado, acumula casi 2 millones de reproducciones en YouTube. El comentario con más likes dice: «Esta performance es muy triste porque básicamente es ella, muriendo lentamente frente a miles de personas». No se equivoca.
En el video, que todavía está en YouTube, se la puede ver aturdida, perdida, desafinando y olvidándose sus propias letras. Sin la energía y gracia contestataria que la supo definir cuando cantaba «Rehab», varios años antes. La bulimia, el alcohol y las drogas no podían tapar un corazón que pedía a gritos, a la vista de todos, un poco de contención. La respuesta del público son abucheos. Quizás Back To Black, la película, haya generado tanta controversia mucho antes de su estreno porque desnuda una verdad incómoda: la fascinación por el minuto a minuto de la degradación de un alma con un talento inmenso no fue solo de los medios.
Cuando la llamaron para cantar el tema de Quantum Of Solace, de la saga Bond, Amy Winehouse ya estaba perdida. Cuando la productora, Barbara Broccoli, la entrevistó para ofrecerle el trabajo, la cantante no podía prestarle atención; estaba ida. No dejaba de garabatear un nombre en un papel: «Blake». Estaba obsesionada con el hombre que fue su esposo. No es casual que Amy Winehouse haya sido la principal candidata para cantar una canción de 007. Ella misma en «Back To Black» menciona a Roger Moore, uno de los actores que protagonizó al espía británico.
La oscuridad de un disco que marcó
En cuerpo y alma, se podía rastrear en su voz y estilo el legado de figuras como Tony Bennett, Frank Sinatra, Dinah Washington, Sarah Vaughn, Louis Armstrong y Shirley Bassey. Winehouse capturaba la esencia de músicos de otras épocas. Amy había estudiado a todos los grandes maestros, primero en su casa y luego en la escuela de teatro. Siempre tuvo una actitud desafiante: la leyenda cuenta que fue expulsada cuando apareció con un piercing.
En poco tiempo, el mundo quedó cautivado por su particular voz que se mezclaba con vibraciones exquisitas del soul, el R&B y el jazz. Back To Black fue el disco que selló su destino. Fue el ojo de la tormenta, un disco exquisito que explora el corazón de las tinieblas. «Creo que no supe lo que era la depresión. Sabía que a veces me sentía rara y era diferente. Pensé que era algo de los músicos eso, por eso me senté a escribir música. No soy una persona arruinada. Mucha gente sufre depresión y no puede sentarse a escribir música para sentirse mejor», decía «leona», como la llamaba su propia abuela.
Back To Black es una parte integral del rompecabezas que fue Amy Winehouse, figura que no se la puede reducir a un solo evento o estado de ánimo. «En el fondo de mi alma hay una aflicción intensa e invisible, una tristeza como el sonido de quien llora en un cuarto oscuro» escribió el autor portugués de El libro del desasosiego. Back To Black, la confesión, el disco y ahora la película, es ese sonido de quien llora porque regresa a la oscuridad.