La adoración por el talento de Lionel Messi, abanderado de la Albiceleste, en sociedad con un Julián Álvarez en estado de gracia ante Croacia (3-0), hizo estremecer a los hinchas en las ciudades argentinas que celebran el paso a la final del Mundial de Catar-2022.
Pablo Cardozo, jubilado de 74 años, se plantó frente a las pantallas como cuando iba a la cancha y gritó: «¡Ganamoos, te quiero Argentinaaaa!», en arenga a los más jóvenes de la cafetería-restó que lo aplaudían por su energía y compromiso.
La reacción en masa de decenas de parroquianos fue levantarse de los asientos y cantar el hit de Mundial: «Muchachooooos, ahora nos volvimos a ilusionaaaaar», con la música de la banda de ska y pop-rock La Mosca.
Cardozo, convertido en líder natural de los hinchas, transmitió tanta fuerza que se potenciaron los alaridos de «¡goooolll!», a voz en cuello, hasta la afonía, con los aciertos de Lionel Messi de penal, la guapeada de Julián Álvarez y una genialidad del capitán para servir en bandeja el tercero a La Araña. Fue el delirio.
«¡Amo a Julián!», exclamó conmovida Emilia Salvo, de 23 años, empleada. A su lado Gabriela Perdiguez (26), administrativa, decía: «No puedo más de la excitación que siento. ¡Esto es un sueño!».
Una locura contagiosa
«Era un partido re-duro. Son dos grandes selecciones. Me encantaron Enzo Fernández y, por supuesto, Julián Álvarez que la rompió», analiza Delfina Yacoy (22), una estudiante de medicina, en la terraza de una pizzería estallada de felicidad en los aficionados frente a los televisores en el corazón del Barrio Clínicas.
Ubicado en una zona capitalina con varias universidades, el Clínicas tiene la mayor concentración estudiantil del país.
«Esto parecía más complicado que otras veces», temía otra estudiante, Clara Cerdeira (20). «Croacia venía de eliminar a Brasil, una de las favoritas, y con eso estaba todo dicho», acota.
«¡Nico Otamendi y Cuti Romero son dos leones!», se enfervoriza Rodrigo Sarcino (24), empleado de un supermercado, en la terraza de una heladería que tiembla con la gritería. Es un día laborable y el mundo parece seguir andando.
Pero en centenares de ciudades de todo el territorio la locura albiceleste es contagiosa. En la popular playa de Punta Mogotes, en el balneario de Mar del Plata (sur), se reunieron miles flameando banderas y sombreritos de arlequín frente a una pantalla gigante. Es la tierra natal del arquero Emiliano ‘Dibu’ Martínez.
No hay rincón del país donde no se palpite la semifinal. En Rosario (natal de Messi), en Córdoba, en Mendoza, de Ushuaia (extremo austral) a La Quiaca (extremo norte).
Messi corazón
En medio de la pasión, la tensión y el sufrimiento, el historiador Felipe Pigna le señala telefónicamente a la AFP: «Messi entró en el corazón de los hinchas. Es una persona muy querible y demostró dotes de caudillo. Se puso al hombro al equipo».
«Las bromas y cruces que tuvo con Países Bajos son picantes y son las que le gustan tanto al hincha argentino, lleguemos a donde lleguemos en el Mundial. Lo de vulgar (aquel «¿Qué mirás bobo?» a un rival) es un elogio. Es absolutamente popular».
Tanto impacto causó el «¡Andá payá (vete)!» de Messi al entrometido neerlándes Wout Weghorts, tras la victoria en cuartos (2-2 y 4-3 a penales), que hay quienes ya lucen entre la multitud las nuevas camisetas con esa leyenda que se fabricaron con oportunismo y rapidez de rayo.
La pelota no se mancha
Nada une a los argentinos como la Albiceleste y el reclamo por Malvinas. Por eso en el cantito hit del Mundial de Catar no solo aparecen sus símbolos futboleros-patrióticos (Messi y Maradona) sino «los pibes de Malvinas que jamás olvidaré». Pero el fútbol no acepta intromisiones políticas.
En otro veloz diálogo por teléfono con la AFP, el politólogo y encuestador Raúl Aragón reflexiona: «la selección genera una cohesión entre los argentinos que no se ve casi en ningún otro momento, pero pasado el momento del Mundial el humor social vuelve a ser el de antes. Y ninguna fuerza política puede capitalizar una eventual victoria. Todo corre por distintos carriles».
En el Parque Centenario, centro geográfico de la capital, Natalia Aguirre (23), estudiante de enfermería, dice que «es la última oportunidad de Messi».
En sintonía, José López (57), empleado municipal, asevera que «es para que Messi levante la Copa». Claudia Pedraza (55), dueña de una boutique, dice que «Maradona dejó el legado de que la pelota no se mancha», expresión de la pureza esencial futbolera.
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