La situación no deja de empeorar en el territorio, donde 2,2 millones de personas, la inmensa mayoría de la población, se enfrenta a una «hambruna masiva», según la ONU. Doha acoge una nueva ronda de negociaciones para una cese el fuego en las que participan «expertos de Egipto, Catar, Estados Unidos e Israel» y representantes del movimiento islamista palestino Hamás, informó una televisión egipcia.
Pero de momento, los bombardeos no cesan y la ayuda humanitaria entra a cuentagotas por el paso de Rafah, en el extremo sur del enclave, donde depende del visto bueno de Israel, que impuso un asedio total a la Franja. Encaminar la ayuda hacia el norte es casi imposible debido a los combates que se libran a lo largo y ancho del territorio.
Los enfrentamientos prosiguieron anoche en Jan Yunis, en el sur, así como en Beit Lahia y Zeitun, en el norte. Una gran parte de la población ya había huido de esa zona tras las órdenes de evacuación del ejército israelí en octubre. Pero esta vez es la falta de alimentos la que obliga a los gazatíes a huir. Un corresponsal de AFP dio cuenta de cientos de personas abandonando sus hogares para dirigirse a otras zonas del territorio, gobernado por Hamás desde 2007 y sometido a intensos bombardeos israelíes desde el 7 de octubre.
La guerra estalló ese día cuando milicianos islamistas mataron a unas 1.160 personas, en su mayoría civiles, en el sur de Israel, y secuestraron a unas 250, según un balance de AFP basado en datos israelíes. En respuesta al ataque, Israel lanzó una ofensiva aérea y terrestre que ya provocó 29.692 muertos en Gaza, en su gran mayoría civiles, según el Ministerio de Salud del territorio palestino.
«Vine caminando (…) No tengo palabras para describir el tipo de hambruna que se extiende ahí (…)», contó Samir Abd Rabbo, de 27 años, que llegó a Nuseirat, en el centro de Gaza, junto a su hija de un año y medio. «No hay leche [para mi hija]. Trato de darle pan que preparo a partir de forraje, pero no puede digerirlo (…) nuestra única esperanza es la ayuda de Dios», contó.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, denunció el viernes que «el uso de la hambruna como método de guerra» podía ser un «crimen de guerra». «Matar de hambre a nuestro pueblo es un crimen de genocidio que amenaza todo el proceso de negociación», declaró un representante de Hamás a AFP, bajo condición de anonimato. En Jabaliyia, en el norte decenas de habitantes se precipitaron el sábado con recipientes vacíos con la esperanza de obtener un poco de comida.
El gabinete de guerra israelí aprobó el sábado el envío de negociadores a Catar para continuar las conversaciones en vistas a una tregua, según medios israelíes.
Las discusiones son «una continuación de lo que se discutió en París» y habrá más reuniones en El Cairo, reportó Al-Qahera News, vinculada a los servicios de inteligencia egipcios. El jefe del Mosad, la agencia de inteligencia exterior israelí, viajó el viernes a la capital francesa para examinar un proyecto de cese el fuego que se discutió con sus homólogos estadounidenses, egipcios y el primer ministro catarí.
Según una fuente de Hamás, catalogado como organización «terrorista» por Estados Unidos, Israel y la Unión Europea, el plan contiene una tregua de seis semanas y un intercambio de entre 200 y 300 presos palestinos por 35 y 40 rehenes. Tras un canje que tuvo lugar en noviembre, las autoridades israelíes calculan que aún hay 130 rehenes en Gaza, de los cuales 30 habrían muerto.
Israel, que afronta crecientes presiones internas, exige «la liberación de todos los rehenes, empezando por todas las mujeres, y que dicho acuerdo no signifique el fin de la guerra», afirmó Tzachi Hanegbi, asesor de seguridad nacional del primer ministro Benjamin Netanyahu. Hamás, en cambio, exige un «alto el fuego total» y una retirada de las tropas israelíes de Gaza. La preocupación crece en Rafah, donde se refugian al menos 1,4 millones de personas junto a la frontera con Egipto, bajo la amenaza de una gran operación militar terrestre israelí.
RFI con AFP