Diogo, un estudiante universitario de economía nacido y criado en Salvador de Bahía, la capital del cuarto estado más grande de Brasil, dice que solía coger siempre el autobús público para ir y volver de clase.
Desde junio, Diogo -que pidió que no utilizáramos su nombre real por miedo a represalias- dice que tiene demasiado miedo de tomar el autobús, ya que una ola de violencia se ha apoderado de su estado.
«Hago prácticas durante el día, pero el sueldo es bajo. No puedo destinar todos mis ingresos a taxis o aplicaciones [de viajes compartidos], pero también tengo miedo de arriesgar mi vida en el autobús», dijo Diogo a Brazil Reports. «Cerca de mi barrio, he visto autobuses incendiados y personas heridas».
«No fui a clase durante una semana en septiembre», dijo Diogo, añadiendo que nunca había presenciado este nivel de violencia en Salvador de Bahía. «Es una ciudad grande, siempre ha habido violencia, pero no hasta este punto. Tenemos miedo de salir de casa», señaló.
Bahía se ha convertido en el estado más violento de Brasil
La escalada de conflictos entre bandas criminales locales, así como la violencia a manos de la policía, están convirtiendo a los habitantes de Bahía en prisioneros en sus propias casas.
Los enfrentamientos violentos entre bandas y policía son ya habituales. Según datos del gobierno de Bahía, en septiembre murieron 71 personas en enfrentamientos entre delincuentes y policías, entre ellas tres agentes.
Durante la primera semana de octubre, se registraron al menos 16 muertes. Y en una sola semana, entre el 28 de julio y el 4 de agosto, murieron 30 personas, convirtiendo a Bahía en el estado más violento de Brasil.
La oleada de violencia más reciente comenzó en junio, tras la supuesta incursión en Bahía de una banda de narcotraficantes de Río de Janeiro, llamada Comando Vermelho, en un intento de erradicar a los grupos delictivos locales. Sin embargo, el estado ha experimentado un aumento constante de los delitos violentos que, según algunos expertos, refleja el aumento de la violencia en Brasil en su conjunto, especialmente en lo que se refiere a la violencia a manos de la policía.
Según el Foro Brasileño de Seguridad Pública, una ONG que recopila datos sobre la delincuencia en el país, Bahía registró el mayor número de muertes violentas de Brasil el año pasado, y alberga las cuatro ciudades más violentas del país: Jequié, Santo Antônio de Jesus, Simões Filho y Camaçari.
El estado también contabilizó el mayor número de asesinatos a manos de la policía, 1.464, es decir, 22,7% del total ocurrido en Brasil, desbancando a Río de Janeiro del primer puesto de la lista por primera vez desde que el estudio comenzó a publicarse en 2015.
Desde junio se han registrado al menos cinco asesinatos de policías en Bahía, lo que ha desatado una feroz campaña de represalias por parte de las autoridades policiales.
«Es una crisis ordenada hace décadas, resultado de sucesivos y repetidos errores cometidos por las autoridades», dijo a Brazil Reports Daniel Cerqueira, analista del Foro Brasileño de Seguridad Pública.
«En los últimos 40 años, la tasa de homicidios en Bahía ha crecido 1.392%. En 1981, Bahía tenía 1.377 presos. Hoy hay 16.169. El número creció más de 1.000%», afirmó.
Según Cerqueira, tres factores han contribuido al aumento de la violencia en Bahía, así como en otros estados brasileños.
El primero es un enfoque de mano dura de la seguridad pública. Cerqueira sostiene que se podría lograr una política de seguridad más eficaz con una mayor cooperación entre la policía y las comunidades a las que sirve.
«Hay que tener confianza mutua. Cuando la policía entra en una comunidad con una visión de guerra, se crea un abismo, un sentimiento de odio recíproco y la política de seguridad se hace inviable», afirmó. «Tenemos que recuperar el control de la policía, con el aprecio de los policías, pero sin dejar que prevalezca esta idea de fuerza».
En segundo lugar, Cerqueira sostiene que debe revisarse el encarcelamiento masivo por condenas de drogas.
«La guerra contra las drogas no funcionó e incluso creó efectos colaterales para la seguridad pública», dijo. «El mercado ilícito de drogas genera ingresos para los criminales, que invierten en armas, ‘soldados’ y sobornos». Además de no resolver el problema de la seguridad, según Cerqueira, el encarcelamiento masivo crea un caldo de cultivo para el crimen organizado, que ha cooptado las prisiones de todo Brasil.
Por último, Brasil carece de un plan estructurado para abordar las causas profundas de la violencia, según el analista.
«Brasil sólo se ocupa de los síntomas, nunca de las causas», argumentó Cerqueira. «Es necesario invertir en políticas estructurales, basadas en pruebas y no en cuestiones ideológicas».
En lugar de limitarse a enviar fuerzas de seguridad a una comunidad que se enfrenta a la violencia, Cerqueira afirmó que las autoridades deben invertir también en la educación, la cultura y la sanidad locales.
La policía está fuera de control
En Estados Unidos y otros países, existe una mayor supervisión civil de las fuerzas policiales. En Brasil, esa tarea recae en el Ministerio Público, que según Cerqueira no puede asumirla.
«Si la policía mata mucho, no se trata de un problema específico o personal, sino de un problema institucional. Tenemos una policía fuera de control y necesitamos repensar un nuevo modelo de control externo de la policía», dijo.
A corto plazo, Cerqueira señaló que los Estados deberían invertir en cámaras corporales para la policía, como se ha hecho en Estados Unidos. «Esto puede ser muy eficaz. Muchos estudios ya han demostrado una reducción de la violencia policial tras la instalación de las cámaras», afirmó.
La semana pasada, el gobierno de Brasil anunció un nuevo plan nacional de seguridad pública, con medidas a adoptar hasta 2026 para combatir el crimen organizado.
El gobierno pretende destinar casi mil millones de reales (200 millones de dólares) a operaciones de seguridad, además de la cooperación entre instituciones y el refuerzo de las actividades de inteligencia, pero no incluyó las medidas mencionadas por Cerqueira.