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Lucía Di Natale: «La salud física depende de nuestra salud emocional»

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Escrito por Beatriz Quintana

Acarigua.- Lleva el nombre de sus dos abuelas Lucía y Josefina. Apenas hace unos años descubrió que su vocación por la Educación Inicial, a la que se dedicó durante 26 años era, espiritualmente, su misión en la vida, cuando su madre fue diagnosticada con cáncer, hecho que le cambió la forma de sentir.

Lucía Di Natale es educadora, artista plástica y artesana, que transforma objetos cotidianos y teje haciendo del hilo, las agujas y la tela su pasión. Ha emprendido con sus «Pupas» o carteras de trapo, cobijas y pinturas, una forma bella y creativa de negocio.

Ocupó cargos públicos gerenciales en el área de Educación y ha hecho todo tipo de cursos en arte, pedagogía, terapia y sanación holística.

Se dedica sobre todos estos talentos, a ayudar a otras personas, a escucharlas y guiarlas a través de períodos de dificultades, con un método basado en el amor propio y el perdón.

-Cuando salimos de la universidad traemos la información académica -explicó- pero en la práctica, aprendemos de la pureza de la infancia y a comprender que todos debemos conservar esa parte de nosotros que vive sus emociones, sobre todo, la de ser felices porque a eso vinimos todos, pero la sociedad nos va moldeando, haciendo cada vez más fríos y, en su afán de encajar, terminamos maltratando nuestra esencia.

Nunca había entendido para qué había estudiado pedagogía infantil. El resultado es que ahora trabaja con la infancia de las personas, porque -afirma- todos los conflictos están allí. «Mi hijo que es médico lo corrabora, diciendo: ‘Nadie sale ileso de su infancia’. Él entendió muchas cosas después que le hice ver el documental ‘¿Y tú que sabes?’ de Joe Dispenza», nos explica.

En la etapa preescolar veía todo objeto como un recurso y terminó siendo acumuladora, para darle vida a cosas aparentemente inservibles, porque, aunque pueda comprar, no es igual que hacerlo con sus propias manos.

«Cuando estamos inspirados, estamos en conexión de cuerpo y espíritu. En ese momento de no tiempo-no espacio, no sabes qué hora es, no tienes problemas, permaneces concentrada en el momento presente, que es donde debemos habitar», señaló.

Entre barro e hilo

Jugaba, de pequeña, con barro y comenzó a hacer pequeñas ánforas y vasijas. Siempre vio tejer a su abuela pero Lucía era zurda y tuvo que buscar la manera de hacer ganchillo a su manera, y con toda la información genética heredada de su Nona, no tuvo mayor dificultad.

«Luego me entero, que todas las cosas que hago yo, ya las sabía, solo debía recordar. Son informaciones que traemos en nuestro programa de vida. Hago muchas cosas, tejo en una y dos agujas y saltaba de esto a la bisutería y luego a la pintura, para hacer calado, bordado, los kokedama. La busqueda ha sido constante y la aceptación al fin ha llegado», indicó.

Las «Pupas» de trapo

«Son carteras muy coloridas tejidas en 2 agujas -las que he mantenido cerca de mí siempre para repasar mis puntos-, surgen casi de la casualidad. Un día comencé a anudar telas y a tejer hasta llegar a la cartera, me la llevé conmigo y un amigo se burló, al verla, de ‘esa muñeca de trapo’, de allí el nombre de Pupa», dijo.

No las ha comercializado, porque Lucía (@luciadinataledesig) quiere darle a este proyecto un sentido social muy hermoso y profundo: enseñar a las privadas de libertad a elaborarlas para que ellas obtengan ingresos.

-Hay muchas cosas por hacer, es el poder del ahora, se les enseña un proyecto útil y se recicla la ropa que ya no se usa para crear carteras. Hay tantas cosas que no se degradan y pueden reutilizarse, además, el estado de conciencia también puede ser aprendido, dijo.

El despertar espiritual

«En el año 2013 llegó a mis manos ‘El poder de la palabra’, de Louise Hay. El 30 de abril de 2014 mi mamá fue diagnosticada con cáncer de mama a los 75 años y yo entendía -en ese momento- que era una sentencia de muerte, pero recordé el mensaje del libro. Y yo le propongo hacer los 2 tratamientos; el químico y el emocional. Todo era nuevo para mí, pero quería ayudarla, nos dedicamos a sanar e hizo su camino del perdón. Mi mamá que era diabética e hipertensa fue desauciada, pero sin embargo sana el cáncer. Por supuesto, nadie me creía, para mi familia yo era una loca. Pero sanar nuestras emociones sana nuestra vida», aseguró.

Sus hijas comienzan a notar cambios en la personalidad de una Lucía agresiva y dura, a la de una persona más flexible y comprensiva.

Ese fue mi «despertar» y -explicó- hay que amar al prójimo como a ti mismo, nos han repetido siempre ¿y quién es ese? nuestras personas más cercanas. En esencia no nos sabemos amar. Estamos condicionados para agradar un Dios tirano y es una equivocación, nos han sembrado tantos sentimientos de culpa, de pecado, que las personas se generan la enfermedad: resentir, quejarte, opinar sobre la vida de otros, es algo que yo ya no hago porque ahora cuido mucho mi frecuencia. Mi único compromiso es conmigo».

El día que decidió vivir para sí misma, se aceptó, dejó de ponerse uñas postizas y teñirse el cabello, no porque no le importe la belleza, pero no quiere tapar su esencia.

Hablar, aceptar y sanar

Ella se ha autodenominado investigadora de las terapias holísticas y mentora, desde su experiencia pedagógica, su conocimiento académico y la sanación de su madre. Se sigue formando en las terapias sanadoras para ayudar a otras personas.

En su casa se aplica toda esta terapia y todo se habla, porque cada carga emocional no resuelta de los padres, lo reciben los niños.

Ya Lucía prepara su material impreso, donde cuenta la historia de sanación del cáncer de su madre: «Gracias al cáncer: un llamado al amor», expone su experiencia para ponerlo al servicio de otros.

«El último capítulo del libro se llama, El respeto, a la decisión de los otros en el final de la vida. Porque sometemos a nuestro seres queridos a tratamientos que no desean», indicó Lucía.

El espejo

«Repetir mensajes positivos, fija en el cerebro acciones positivas y también al contrario, por eso hay que cuidar lo que decimos. Y toda enfermedad es una falta de perdón. Por eso, cuando yo converso y hago mentoría lo hago desde el sentir, con moral, preparación, transmito la información, pero desde la frecuencia de quien busca la ayuda».

Afirma que aquellas personas que critican a otras, solo hablan de sí mismas, es su espejo. Pero esta en ti decidir si te molesta o no, eso es inteligencia emocional, porque ‘lo que dice Juan de Pedro, habla más de Juan que de Pedro’.

«Pero también aprendí a perdonarme. Hice cosas en mi juventud, que yo ahora no haría, ‘echarle pichón’, dejando a mis hijos solos por muchas horas, para trabajar. Siempre ‘luchadora’ y eso es esperar siempre un ataque. Yo he comprendido que no tengo nada qué luchar porque todo me pertenece por derecho de conciencia», finalizó. (CNP:16.100)

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