Acarigua.- El protagonista de este espacio de hoy, nos muestra una cualidad que no todos tienen, a pesar de estar rodeado de circunstancias favorables: una visión de futuro con prosperidad, distinta a la que vivió en su niñez, honrando todo su valor y el aprendizaje, subiendo y disfrutando el ascenso.
La entrevista fue en su oficina de Proyectos y Desarrollos S.A (Prodesa), a la que acude diariamente a sus 80 años, para repasar sus libros de cálculo y otras actividades relacionadas con la ingeniería, a pesar de que el área de la construcción está prácticamente paralizada, donde habló de sus comienzos sin tapujos y sus logros, con una gran sonrisa en su rostro, siempre positivo, tal como ha crecido, vivido y superado los momentos difíciles a través de los años.
Arnaldo Alvarado, como muchos empresarios del país, no se hizo de la noche a la mañana. Se graduó de ingeniero civil en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y, desde muy joven, tuvo grandes sueños que se dedicó a hacer realidad, al mismo tiempo que crecía y se desarrollaba, paulatinamente, la región llanera.
Fue presidente y fundador de la Cámara de la Construcción del estado Portuguesa, vicepresidente del Colegio de Ingenieros, presidente durante 5 años y fundador del Portuguesa Fútbol Club, y durante 54 años ininterrumpidos dirige Prodesa.
Su labor como uno de los más prolíficos constructores de la región, ha sido reconocida en múltiples ocasiones con medallas y placas a nivel nacional, por su destacado desempeño en el desarrollo de proyectos de viviendas de interés social y otras edificaciones que benefician a las comunidades y personas de bajos recursos.
Desde los 12 años pasó a ser «cabeza de familia«, luego de morir su padrastro, haciéndose cargo de sus hermanas menores, al punto de que lo llaman papá. Tiene una hermosa esposa, 4 hijos y una vida llena de satisfacciones por las que agradece a diario.
Los buenos ejemplos
Nació en el barrio Campo Lindo de Acarigua, lo recibió «mamá Mercedes» -la comadrona de la zona-, y es el hijo mayor de Blanca Alvarado, maestra de profesión y gran ejemplo de positivismo. Su mamá contrae nupcias y, posteriormente, nacen sus hermanas menores.
«Mi papá Juan Antonio Cordero, fue un padre muy responsable, siempre tuve una asignación económica semanal«. Y cuenta que tuvo una vida sencilla, pero rodeada de mucho amor.
Es egresado de la segunda promoción de bachilleres del Liceo “José Antonio Páez” y de la UCV, en Caracas, una graduación que tuvo algunos retrasos porque fue la época difícil, en que la «casa que vence las sombras» fue allanada.
«Tenemos un grupo de los liceístas que nos hemos mantenido en contacto desde los antiguos ‘picoteos’ hasta la actualidad. A mí me emocionan mucho esos reencuentros porque hemos alimentado la amistad por muchos años y eso nos da mucha alegría. Igual con la promoción de ingenieros», indicó Alvarado.
Pensar como triunfador
«Soy un hombre que viví dos perspectivas: por un lado, las limitaciones de mi hogar materno y, por otro, la abundancia de mis hermanos paternos. Por eso, me planteé el reto de seguir adelante, me estimulaba verlos desempeñarse en sus empresas incipientes, pero exitosas. Fueron un gran ejemplo para mí», expresó.
“Usted va a llegar muy alto”, le vaticinó la abuela de su compañera de liceo, Tania Alzuru, porque siempre tuvo actitud de triunfador…y no se equivocó.
«Otro hombre al que siempre admiré fue Concepción Quijada y tuve de él los mejores consejos mientras era estudiante. Él tenía que ir a Caracas con frecuencia en sus labores gremiales, me daba la ‘cola’ desde la capital hasta Acarigua y durante cinco horas podía disfrutar de toda su sabiduría», relató.
Así se dio la conjunción perfecta entre un joven ávido de conocimientos, con los maestros que precisaba, no solo el señor Quijada, sino también don René Sosa y sus propios hermanos, Alí y Waldemar Cordero.
«Alí fue profesor de la facultad de Farmacia en la UCV. Waldemar destacado agricultor, político, gremialista, y mi papá y mi mamá siempre estuvieron aupando mi natural empeño de prosperar».
Aunque no era hijo del matrimonio Cordero Casal, Arnaldo se integró, años más tarde, al núcleo familiar, al punto que en medio de una enfermedad cardíaca de su padre, doña María, la esposa, le dijo: «si a tu papá le pasa algo, yo te apoyaré con la universidad«.
Y se graduó
Cuando obtuvo el título, a los 25 años, su intención era ingresar a trabajar en Malariología. Su papá le dio un consejo que fue fundamental, al inducirlo a no ser empleado sino crear su propia empresa constructora, apoyándolo con la inicial de una mezcladora de cemento.
Tuvo la fortuna que Pedro Alcides Barrios, presidente del Concejo Municipal de Araure en esa época, le dio una tarjeta y lo presentó con los empresarios que proyectaban construir el Motel Payara, que fue su primer proyecto civil.
«Me fui en carrito para Turén, me quedé en la plaza Bolívar y luego me fui en la parte de atrás de una camioneta pickup hasta La Colonia. Regresé con el contrato y, con parte de la inicial que me dio el Sr. Hanni, di la inicial para un carro, alquilé una casa para mi mamá, porque vivíamos en una casa muy modesta y pude amoblar con financiamiento ese que fue nuestro hogar por mucho tiempo «, indicó Alvarado.
Esa zona industrial, donde está ubicado el Motel Payara, fue el área donde se desarrolló profesionalmente en sus inicios, con sus proyectos de galpones y cálculos de ingeniería, aún no como constructor.
El consejo
«En la vida hay que ser audaz, soñar, atreverse y, sobre todo, cumplir con la tarea que se nos encomienda. Nadie se hace rico con el primer trabajo, hay que ganarse la confianza para que te sigan contratando. Fíjate, a mi compañía le había sido asignado el proyecto de un puente, durante el mandato del ingeniero Juan Pedro Del Moral. Al asumir funciones Waldemar como gobernador de Portuguesa, me dijo que mi compañía no podía tener contratos con el gobierno, así que seguí trabajando con obras, pero en Barinas».
Allí, por ejemplo, resaltan la ampliación de la Unellez, acueductos, escuelas, entre otras obras. En Guanare, la sede de la Unellez, en Mesa de Cavaca.
Luego, en Araure, se atrevió a construir las Residencias Los Llanos en la avenida Las Lágrimas. Hasta ese momento, el edificio más alto, un proyecto muy difícil de vender porque la gente prefería las casas.
La concentración de su esfuerzo como contratista, sin embargo, fue siempre la de hacer casas que la gente pudiera adquirir fácilmente, entre ellas, urbanización El Pilar, la primera fase de Baraure, parte de Durigua, Los Pozones en Barinas, entre otras.
Explicó que era un negocio bonito desde el punto de vista social y había financiamiento tanto para los empresarios como para los compradores, porque los gobiernos democráticos instauraron el subsidio habitacional y eso significó la oportunidad masiva de adquirir una casa. «Nosotros garantizábamos toda la documentación para adquirir ese crédito».
La mujer venezolana es admirable -aseguró- yo he hecho más de 10.000 viviendas y por la empresa pasaron algunos 100 hombres y 9.900 mujeres. Tal vez, las ayudaban con dinero, pero las que hacían todas las diligencias eran ellas. Son las madres las que hacen todo lo posible por adquirir sus casas. Dejaban hasta las libretas de ahorro para lograr su objetivo con una voluntad inquebrantable».
Actualmente, está construyendo otra urbanización de clase media «Araureña Country», que aún no ha concluido.
Flechado por una reina
En 1968 fue nombrado ingeniero municipal en Páez y le tocó ser vicepresidente de las ferias. Durante esa elección, conoció entre las candidatas a la reina del Liceo Páez, Eduviges; bailaron en las fiesta ferial, hicieron amistad y un 13 de junio, Día de Páez, le declaró su amor. Hoy es su amada esposa.
“Ella tenía 15 años y yo 26, pero como siempre ha sido alta y vistosa, no se veía tan niña”. Tienen cuatro hijos, todos profesionales y cinco nietos maravillosos.
«No cambio a Venezuela»
Durante la época de la pandemia fue diagnosticado con cáncer, durante un chequeo por una crisis hipertensiva. Fue operado en Estados Unidos, una experiencia que su esposa y él vivieron solos. Luego, trataron de vivir en Madrid, en un intento de retiro y, al final, decidieron regresar.
«Pasamos un año, pero estábamos muy solos, extrañábamos nuestra gente, sobre todo, la familia, el calor humano único de nuestro país y el amor insustituible de mis hijas y nietos. Yo prefiero quedarme, porque éste es mi hogar», explicó.
Cuando finalmente le pregunté que hacía un viernes en su oficina, sin clientes ni proyectos pendientes, dijo contundente y con la mejor de sus sonrisas:
«Vengo todas la mañana hasta las 2:00 p.m. Quiero seguir activo, aún estoy haciendo la etapa E de la urbanización Miraflores, a pulmón, porque no hay crédito y sigo paso a paso con ‘Araureña Country’. Siempre empeñado en mirar hacia el futuro».
Arnaldo Alvarado es realmente un ejemplo a seguir, admirado por su sobrino Pedro Luis por su bondad y su tesón, y por todos los que le conocen.
A pesar de su edad, se mantiene en la mejor forma posible y sobre todo -dice- con tranquilidad, estudiando para mantener el cerebro activo, porque está decidido a seguir al frente de Prodesa hasta los 90 años o más. (CNP 16.100)