Acarigua.- Mayo es el mes de las madres, el ser que más se honra en la creación, por ser el origen de la vida y por la dedicación que nos brinda esa mujer que nos ama sin condiciones.
No todas las mujeres deciden ser madres, a muchas las sorprende el hecho, otras apenas pueden con la responsabilidad, algunas lo planifican y casi todas hacen lo posible por ser las mejores.
Algunas prefieren no hacerse cargo por razones diversas, mientras otras adoptan y son madres por convicción y amor sin límites. Aunque nadie nos ofrece información sobre cómo asumir el rol con verdadero compromiso, total consciencia y estrategias para enfrentarla con éxito, la mayoría aprendemos a ser madres con cada hijo, por ensayo y error.
La historia de Diana Carolina Matera Sandoval, es sorprendente y maravillosa porque con apenas 26 de edad y un año de casada se vio con cuatro bebés en los brazos. Un regalo del cielo, sí, pero nada fácil.
Definitivamente, ha tenido tres cosas a su favor: un corazón inmenso, un excelente esposo como Carlos Mejías y su profesión de psicologa, para salir airosa de tan exigente tarea.
Los planes –explicó– eran solo ser dos, al menos un año más. Tenía un mes de casada y me planificaba.
Pero no siempre los planes tienen los resultados que uno espera y, a Diana, un día le pidieron el favor de cuidar, solo por un rato, un bebé. Ese rato paso a ser dos días, esos días pasaron a ser una semana y diez años después, Sebastián sigue a su lado.
«Yo siempre me he sentido bendita de la manera en que este trébol del cuatro hojas llegó a mi vida y creo que Sebastián fue la llave que Dios usó para que yo me abriera a la bendición triple que vendría después, con Camila, Carlota y Enmnauel, mis trillizos amados», dijo.
Su pequeño maestro
«Me casé a los 25 años, en diciembre del año 2014. Un mes después, sin previo aviso, llegó mi hijo mayor, a quien hoy cariñosamente llamo ‘mi maestrico’. Es un niño tan talentoso que en unos años reconocerán el nombre de Sebastián Mejías, porque será un gran pelotero profesional», aseguró Diana.
«Me preguntas por qué adopté y esa respuesta no sabría dártela. Yo nunca tuve esa intención pero, de pronto, me descubrí enamorada de ese pequeño y hermoso varón de 1 mes de nacido. Él no tenía un lugar seguro para vivir, y yo sentí que podía brindárselo. Luego de tenerlo en mis brazos y enamorarme de esos ojitos, solo miré al cielo y dije: ‘Dios, si este niño necesita una familia, aquí está la mía. Te prometo amarlo y cuidarlo por siempre, si me permites ser su mamá’. Y lo soy. Lo amo con el amor más genuino que he podido sentir en mi vida, sin permiso, sin razón, sin medida», afirmó Diana con emoción.
Adoptar es dar amor
Para ella, como profesional de la psicología, la adopción es un acto de amor. No solo da una nueva oportunidad a la familia que lo recibe, sino también a un inocente. “Hay muchos niños que no tienen un hogar y todos lo merecen, y sobre todo, quieren ser amados”, expresó.
Su experiencia como madre adoptiva y psicóloga es decirles siempre la verdad. “Su verdad, porque todos tenemos derecho a saber de dónde venimos, y no puedes exigirle a tu hijo sinceridad cuando sea un adolescente, si siendo niño tu llenas su vida de mentiras. Esta verdad debe ser explicada desde el amor y no desde el resentimiento, porque nadie quiere tener un resentido social en su vida. Entonces, desde el agradecimiento, enseñarles que si su familia primaria no le pudo tener, pues lo dio por amor para que estuviese mejor”, señaló.
Como esta situación le tomó de sorpresa, la familia entera estaba desconcertada y no lo entendieron, hasta que lo conocieron -y como ella- lo amaron
¡Son trillizos!
Cuando Sebastián cumplía sus cinco meses –detalló Diana– fue a un control de rutina con su ginecólogo, porque cambiaría de método anticonceptivo. Para su sorpresa, la ginecóloga le informó que estaba embarazada, no de uno, ni de dos: ¡Eran trillizos!
«Por lo acontecido del caso, me mandaron reposo absoluto. No podía estar de pie y menos cargar a Sebas. La gente con sus ‘ocurrencias’ me decía: ‘Cuando nazcan los tuyos no querrás a Sebas’ o ‘tumbaron a Sebas’. Yo solo los miraba y le pedía a mi Dios: ‘Jamás permitas que mi corazón pueda sentir alguna diferencia. Lléname de amor para los cuatro, por igual’.
Su oración fue contestada y hoy, orgullosamente, Diana puede decir que tiene cuatrillizos; cuatro pequeños que son su orgullo, que ama y respeta por igual.
El impacto
«Tenía muchísimo miedo de perderlos, no solo a él, sino a mis trillizos. Por un lado, la ginecóloga me decía: ‘no puedes hacer esto, no puedes hacer aquello’.
Mientras que, por otro lado, ese pequeño de apenas cinco meses pedía su cariño y ella temía que si no lo atendía, él dejaría de quererla y sentirla su mamá.
«Por lo tanto, lloraba mucho, yo lo cargaba y seguía orando: ‘Señor, yo voy a cuidar al que está afuera de mi barriga, pero tú cuídame los trillizos porque sabes que no puedo hacer fuerza’”. Fue un reto grandísimo que logró superar con la ayuda de la familia.
Los trillizos llegaron en marzo del 2016, un año y dos meses después de Sebastián. Nacieron prematuros, por lo que, tanto la madre como los bebés tuvieron que permanecer hospitalizados casi dos meses.
«Los más largos de mi vida, porque no sabíamos si sobrevivirían. Lloraba por ellos y por no poder ver a Sebas. Desarrollé una depresión postparto que casi acaba con mi bienestar, pero para la gloria de Dios aquí estamos los trillizos con 8 años, Sebas con 9 y yo con 33, sanos y salvos», relató emocionada.
Simplemente mamá
Diana indica que ser mamá adoptiva, es un sentimiento muy complejo, porque la gente suele ser muy cruel, diciéndole frases prejuiciosas como: «No eres una mamá de verdad».
“Vivimos en un país donde la adopción es aún un tabú, casi un ‘delito’, por lo que, o lo mantienen en absoluto secreto o te lo dicen con cierto grado de mal intención; ejemplo: ‘Estos son los tuyos y éste, el otro’. ¡Las cosas que he tenido que escuchar!”.
Como psicóloga, ha decidido preparar a sus hijos, con mucho amor, para esas preguntas, no siempre bien intencionadas.
«Siempre les repito, que los cuatro son hermanos y los cuatro se deben defender, con uñas y dientes, para cuando yo no esté», acotó.
Y, especialmente, a Sebastián suele hablarle del amor y de lo que significa realmente ser madre, “aclarándole que ese fue un pacto entre él y yo, sin importar que no le di la vida, que recuerde que el me la dio a mí. Desde que lo conocí, soy mejor persona, desde que cuidé su primera fiebre fui más humana y entendí, realmente, lo que era decir ‘te amo’. Le recuerdo a diario, que jamás debe agachar la cara cuando le digan que no es mi hijo, que él tiene la suerte de tener dos madres y que eso, eso lo hace especial, que solo por eso es precioso para Dios... y que jamás olvide eso. Él me responde desde que tienes 3 añitos: ‘Si mamita chula de mi corazón’. Es es un niño muy maduro para su edad”, dijo.
Sin tiempo libre
Fueron cuatro años dedicados solamente a ellos. No salía, no ejercía su carrera, tuvo miedo, ansiedad, muchísimo insomnio, sensación de estarlo haciendo mal, pero no se arrepintió ni un solo segundo de tenerlos en su vida.
¿Cómo logras equilibrar tu vida?
-Esta pregunta me causa mucha risa, porque cada mañana me levanto, me miró al espejo y digo: ¡Hoy será buen día, Dios por delante porque no sé cómo lo lograremos! Pero lo hacemos, con la ayuda maravillosa de mi esposo. Somos un gran equipo, nos turnamos entre la gimnasia, beisbol, colegio y trabajo, corremos todo el santo día.
Sale de casa a las siete de la mañana y vuelven a las nueve de la noche. Hay días muy estresantes, pero también días maravillosos. Ella los mira jugar y se pregunta: “¿Qué hice tan bien para merecerlos?”.
¿La maternidad es para todo el mundo?
Definitivamente, no. No todas las mujeres estamos hechas para ser madres. Ser mamá es dejar tu tiempo, tu espacio, tu vida, tus sueños con la firme idea de que es pasajero, mientras logras reencontrar el equilibrio en tu vida, para que luego de cultivar el vínculo materno con tus hijos, puedas reencontrar la mujer en ti, más bien diría, renacer con tu hijo, sin olvidarte de que eres mujer, pero ahora, una nueva. Recordando que un niño será feliz si su mami le da plenitud y sintiéndose plena como mujer.
“Todas somos diferentes, pero toda madre es digna de ser llamada así y cada mujer es la madre que su hijo necesita. Es un aprendizaje permanente”.
“De generación en generación, ha cambiado la forma de crianza, pero la figuras materna y paterna no pueden sustituirse. Hoy en día hay muchas abuelas criando a los nietos y les digo a las mamás que los abuelos están para consentir, no para criar. ¡Abraza a tu pequeño hoy! Porque es más fácil cuidar niños saludables emocionalmente, que reparar adultos rotos”, destacó.
Un consejo para las madres
-Abraza a tus hijos cada vez que puedas. Cada vez que levanten sus manos, acompáñalos a dormir. Apaga la luz del dormitorio cada noche. Ve con ellos su película favorita. No te pierdas ni un solo partido donde ellos jueguen. Ve a los actos del colegio…un día no muy lejano ya no serán niños y, entonces, entenderás que la vida te los prestó solo un ratito.
Diana recomienda enseñarles a ser organizados y a seguir normas, porque cuando un niño tiene una rutina clara, le da tranquilidad y a la madre seguridad, viviendo siempre un día a la la vez.
Lo primero para poder dominar una emoción, es conocerla -dijo- y como nosotros somos dueños de nuestro cuerpo, debemos aprender a escucharlo. Cada emoción no escuchada busca la manera de hacerse sentir. De ahí, provienen las enfermedades; somos seres psicosomáticos. La madre, por lo tanto, debe saber que sigue siendo mujer y debe darse tiempo, para disfrutar y descansar. (CNP 16.100)