Araure.- Un maestro que inspira, no solo a los alumnos sino a a sus colegas, padres y representantes; uno que enseña y se interesa, colabora y está siempre presente en todas las actividades, compartiendo con buen humor las cotidianas horas escolares y se gana el respeto con certera autoridad, puede considerarse el ideal de cualquier comunidad educativa.
Habiéndose celebrado el pasado 15 de enero el Día del Maestro, buscamos esas cualidades resaltantes en un educador y llegamos hasta la maestra Carmen Rafaela Zapata López, no por casualidad, sino por la admiración que ha ganado entre sus estudiantes y sus congéneres.
Las primeras maestras de un niño marcan el amor por la escuela o el rechazo de un sendero que todos debemos transitar, por lo que esos que nos toman de la mano en nuestros años iniciales harán que esa experiencia sea buena o mejor.
Hace 33 años que la maestra Carmen comenzó a dar clases en la Escuela Parroquial Nuestra Señora del Pilar, en Araure, y actualmente se desempeña como coordinadora pedagógica, por su amplia experiencia y empatía, y donde la necesitan —aclaró— porque no es de las que se limitan a cumplir solo los deberes de su cargo.
«Desde muy chica tomaba las riendas de los quehaceres, me gustaba dirigir, enseñar y cuando conocí a mi maestra de primer grado me enamoré de su manera de dar clases, su porte elegante, segura al hablar, con tono de voz claro y grave, como el mío, con carácter fuerte pero cariñosa. Se hacía sentir», recuerda.
“En mi interior —dijo— sentí que me parecía a ella y pensé: ‘algún día seré maestra’. Muchos años después conocí a monseñor Gasparini, quien vio en mí todo eso que yo observé en mi maestra de primer grado. Me ofreció trabajar en su escuela y yo acepté. Empecé ya ‘mayorcita’. Tenía 33 años, pero con un ímpetu inquebrantable y muchos deseos de trabajar”…el mismo que ha conservado, dejando huella con su alegría y entrega.
Maestra de corazón
La maestra Carmen nació en Guasdualito, estado Apure, el 16 de julio de 1957. Allí estudió su primaria. Culminó su secundaria en el Liceo José Antonio Páez de Acarigua y no dudó en proseguir estudios de Educación en el Colegio Fermín Toro y la Universidad Pedagógica Libertador (UPEL).
En la UPEL obtuvo el título de profesora en Educación Preescolar, pero ejerció siempre en primaria, segunda etapa, y lleva ya 33 años de servicio ininterrumpido en la U.E.C.P Nuestra Señora del Pilar, en Araure.
De esta escuela solo tiene buenos recuerdos y experiencias positivas.
“La conozco desde 1995. Es uno de los baluartes con que cuenta nuestra institución, una mujer de gran condición humana. Ella ha formado varias generaciones de educandos, muchos de ellos ya profesionales. Es un homenaje muy merecido”, afirmó Yusmary Lendo, subdirectora de la escuela.
«Desde que me inicié, me ha gustado la metodología y el perfil. Una escuela donde sus maestros eran y son dedicados al servicio de enseñar y educar. Responsables, honestos, con sentido de pertenencia. Como dice el refrán: ‘No le miran el cabo al hacha’, refirió la maestra Carmen.
-Allí tenemos una consigna solo para valientes: lo primero y lo mejor para los niños, y lo peor y lo último para nosotros. Bueno, aquí sigo, 33 años después. Hasta hoy en día con el equipo directivo del insigne padre Pedro Loyo, quien ha sido para mí un sacerdote ejemplar y un director sin igual, acotó.
Maestra y consejera
Ella afirmó que de ser maestra, le gusta todo, y que lo más complicado es hacerle entender a los padres y representantes los compromisos cognitivos y las debilidades escolares que presentan algunos niños.
«Es que a ellos, como padres, se les dificulta reconocerlo y allí es donde tenemos que convertirnos en consejeros, psicólogos, psicopedagogos, para hacerles entender las situaciones de sus hijos y así sacarlos adelante en su proceso de enseñanza-aprendizaje», explicó.
¿Cómo define las palabras enseñar y maestro?
-Cuando usted me hace esa pregunta, me viene a la memoria un pensamiento de don Simón Rodríguez: “Enseñen y tendrán quien sepa. Eduquen y tendrán quien haga”. Esta propuesta no se excluye una de la otra. El maestro educa y enseña. Binomio inseparable, respondió.
Diferentes generaciones
En tres décadas, indudablemente que ha podido ver y palpar los cambios de metodología y la forma cómo se educan las diferentes generaciones.
«Todo tiene que evolucionar, para cambiar de la mejor manera posible. En todos estos cambios me ha preocupado la tecnología digital, el mundo de la pantalla invade a niños y jóvenes, quienes no se despegan de un aparato electrónico. Todo se resuelve en una pantalla, ya no van a una biblioteca a investigar, leer. Los padres dejan que el teléfono lo haga todo, muchas veces sin supervisión», comentó con preocupación.
-Yo sigo con la romana vieja; investigar, leer en la biblioteca, pues esto le da la oportunidad de familiarizarse con los libros, leer con fluidez, comprender e imaginar. Es una ventada al conocimiento, así lo veo yo, destacó.
Sus proyectos
Ella, como apureña, practica el famoso dicho de que «el llanero es del compromiso que se le presenta», y pretende seguir unos tres años más en la escuela. Además, quiere continuar su proyecto gastronómico.
«Organizar de la mejor manera el emprendimiento que tengo con mi hermana Evelia ‘El rincón de las apureñas’, donde preparamos picadillo llanero y otros platos, hasta que Dios me lo permita», señaló.
-Mi mensaje a las nuevas generaciones de maestros, es que hagan todo por amor al prójimo (familia, amigos, vecinos), perseveren, trabajen, avancen y venzan las dificultades que se presenten en el día a día. ¡Sientan la satisfacción del deber cumplido!, reflexionó. (CNP 16.100)