Araure.- No se conoce con frecuencia una persona cercana a los 100 años con tanta lucidez y una alegría de vivir como la de cualquier joven. Es un honor para nosotros honrar los años vividos de doña Marta de los Dolores Guerra Quiñones, viuda de don Juan Francisco Oliva, pilar de esa familia y esposa abnegada.
No nació en estos predios, pero no duda en afirmar que su patria es Venezuela, por lo que pidió que la llevaran a votar en las elecciones de hace una semana, el pasado 28 de julio, para cumplir con el deber que tiene cada ciudadano con su país.
Doña Marta atendió amablemente nuestra entrevista porque le encanta cultivar la amistad y contar la historia de amor que la convirtió en la esposa de Juan Francisco Oliva, uno de los presidentes con mayor influencia que tuvo Asoportuguesa y gran defensor del sector agrícola portugueseño.
Su menuda figura da cabida a un gran temple para lograr las metas, nobleza para ayudar a los necesitados, y fortaleza para superar dificultades y momentos familiares de suma tristeza.
Marta cumplirá en octubre de 2024, 99 años y compartió parte de su sabiduría con algunos consejos, porque ya quisiéramos muchos poder llegar a viejos con su vitalidad y su gran sentido del humor. Ella se describe como muy mala cocinera, una gran bailarina y fiel compañera de su marido. «Bailábamos de todo, hasta tango. Nos encantaba, salir y disfrutar”.
El encuentro
La primera vez que doña Marta votó, lo hizo por Fulgencio Batista, en la Cuba de los años 50, y cuenta que fue una mala elección, porque la situación no era favorable y muchas familias, entre ellas la suya, tuvieron que emigrar.
Doña Marta, que es bilingüe y comenzó a trabajar en una compañía telefónica como operadora de las llamadas internacionales. Allí conoció a Juan Francisco —a través de una tía— que veía en él un excelente prospecto para su sobrina.
«Mi tía arregló un encuentro en un café, charlamos, me invitó a merendar y al poco tiempo nos hicimos novios. Fue tan rápido, que nos conocimos en marzo y el 1 de octubre, día de mi cumpleaños (1925), nos estábamos comprometiendo. Nos casamos el 16 de diciembre de 1951», indicó.
De su esposa, Juan Francisco dijo en una ocasión, para una entrevista a un medio local: «A los 31 años, me casé con una muchacha muy buena. Si me tuviera que volver a casar, tendría que ser con la misma, porque verdaderamente fue una de las mejores elecciones que he hecho en mi vida”.
Juan Francisco y Marta concibieron tres hijos; Santiago, María Isolina y Martha (+).
La separación
«Yo le pedí a mis suegros, que ya estaban aquí en Venezuela, que llamaran a Juan, porque yo veía que las cosas en Cuba no estaban bien, pero el no quería dejarme sola».
Finalmente, emigró y más tarde llegó Marta, tras un viaje largo y difícil en barco con sus pequeños hijos de 3, 2 y 1 año de edad, y su madre.
Conoció a sus suegros y vivieron con ellos todos, en un cuarto pequeño, hasta que pudieron independizarse.
Marta y Juan estuvieron casados durante 60 años y al preguntarle cuál es el secreto de esa relación feliz y duradera, afirmó sin dudar «el gran amor que sentí por mi marido. Fue doloroso verlo partir». Y aconsejó: «¡Hay que tener mucha psicología porque los hombres no son santos! y ser una mujer grata y amena, para que el matrimonio funcione. Yo siempre me sentí muy bien con mi esposo».
Por Venezuela
«Venezuela es mi patria, llegué aquí, si mal no recuerdo, en 1956, con mis tres hijos pequeños. Aquí he realizado mi vida y pedí ir a votar para cumplir con mi deber ciudadano y pido para Cuba y Venezuela, la libertad. Debemos seguir trabajando por la familia», señaló.
Como ser humano, nos aconseja no poner las cosas materiales sobre el amor familiar.
«El dinero no es lo más importante. Trae consigo mucho dolor y tristeza. Un ser con mucho dinero, en el fondo, no es feliz. Lo principal es el amor, cuidar de los hijos y rodearnos de personas con moral», dijo.
Dos ahijados
Para lograr esta entrevista nos apoyamos en su inseparable Milagro Moreno, su ahijada, a quien acogió en su casa a los 7 años de edad.
La mamá de Milagro trabajaba para doña Marta por días, mientras estaba embarazada. La conoció desde siempre. Por eso, cuando su madre falleció, una hermana mayor la llevó a la casa de los padrinos, «a pasar unos días».
“Ahí, conocí lo que era un hogar y una familia, las hijas (Martica y Marialina) me consentían, bañaban y vestían como su muñeca, y después yo no me quise regresar. Después, mi familia me permitió quedarme con ellos. Mis padrinos me formaron y proporcionaron educación. Después de graduarme trabajé en Caracas y luego, cuando quedó viuda, me vine para acompañarla», relató agradecida y agregó que «lo que más admiro de ella es su bondad y capacidad de resiliencia, porque ha tenido momentos muy duros en su vida como la muerte de su hija Martha y, aún así, es una mujer de excelente humor».
Siempre, supo afrontar con valentía cada uno de los momentos duros y apoyando en los buenos y malos momentos a su marido.
Doña Marta, también crió a Rafael Raga, un niño que quedó huérfano a los 7 años, que vivía en una de las fincas de la familia, con su abuelo y su mamá. Al fallecer ella, su madrina también lo trajo a casa, como un hijo más.
Los amigos
Recuerda con afecto a su gran amiga Carlota de Sosa y es visitada constantemente por sus compañeros del Club de Jardinería del que fue miembro, entre otras organizaciones de caridad.
Juan Fernando Palacios, presidente de Alimentos Doña Emilia y directivo de Asoportuguesa, contó en una oportunidad: “La primera vez que vine en Acarigua, lo hice en un vuelo de Avensa, donde venía también doña Marta de Oliva, sentada al lado mío. Una señora conversadora. Me di cuenta por su acento, que era de ascendencia cubana. El avión tuvo un percance cuando aterrizó, ella hasta pegó un grito. Cuando nos bajamos, me presentó a su esposo, Juan Francisco Oliva, y desde ese momento, casi todas las semanas me encontraba al Sr. Oliva en cualquier lugar común de Acarigua y ahí empecé una larga amistad con él”.
Gustavo Moreno Lleras, presidente de Asoportuguesa y directivo de Alimentos Doña Emilia, expresó para el cumpleaños de don Juan: “Llegar a los 90 años (Juan Francisco) y tener a su lado a una mujer como doña Marta, es simplemente la realización de un hombre, porque logró no solo ser exitoso en la vida empresarial sino en la vida familiar».
Rosalba Sosa: “Mi mamá y doña Marta fueron grandes amigas, compartíamos muchísimo y seguimos siendo muy amigas. Era la única casa donde se me permitía quedarme».
Tania Alzuru: “Para mí, es como una madre, la conocí a los 8 años. Su casa siempre tuvo las puertas abiertas para todos sus amigos, ha sido una mujer que le gustaba ayudar al prójimo. Siempre alegre y para todas en el Club de Jardinería, fue un ícono”.
Doña Marta ha sobrevivido a su esposo 12 años, siguió administrando los bienes de la familia, se encargó de la finca y siguió cultivando sus amistades de años. Actualmente, ha delegado todas las responsabilidades y eso, para una mujer acostumbrada a llevar las riendas, no es fácil de asimilar. Sigue disfrutando de una gran salud, junto a sus 2 hijos, 6 nietos y 12 bisnietos.
Guarda con celo las imágenes de cada paso dado por su esposo en la vida gremial, la actividad agrícola y sus momentos de intimidad con la familia. El legado “don Juan” ha sido tan grande dentro de Asoportuguesa, que empleados que trabajaron en su época con él y los más recientes que no lo conocieron en persona, visitan a doña Marta con frecuencia en su casa, para acompañarla, expresarle su admiración y darle afecto, lo que ella recibe con cariño y mucho sentimiento, como lo demuestra en cada abrazo y esa mirada de agradecimiento.
También, la influencia de esta dama dentro de esta organización agrícola ha sido tal, que uno de sus productos, el arroz tipo I, lleva el nombre de “Doña Marta”, en honor a la esposa de un hombre muy querido y en reconocimiento al valor que ella misma tiene como mujer, madre y esposa. (16.100)