Araure.- Desde muy niño se quedaba mirando cada pintura en las galerías y pensaba: «yo puedo hacerlo». Pintar fue su pasión desde entonces. A los nueve años hizo su primera talla, las figuras de un juego de ajedrez, y a partir de ese momento no ha parado de jugar con la madera y los colores.
Pablo Cabrera, es un artesano y pintor que desde su taller en una esquina de El Cerrito de Araure, se ha convertido en uno de los más reconocidos artistas populares del estado Portuguesa, con un estilo fácilmente identificable y que, por ser tan versátil, se adapta tanto a espacios modernos como convencionales.
Fue en Caracas, alrededor de los 20 años, donde se inició, no como pintor, sino como miniaturista, entre los artesanos que en los años 80 se reunían en el boulevard de Sabana Grande, para ofrecer sus obras. Pintaba paisajes en la cabeza de un alfiler, una curiosidad que a los turistas les encantaba. Paralelamente, incursiona en la pintura, ensayo y error, hasta lograrlo satisfactoriamente.
Pablo es autodidacta, nunca fue a una escuela de arte, aunque sí ha estudiado e investigado mucho, para poder dar vida a su obra y plasmar su técnica mixta, entre rústica y contemporánea, que da como resultado cuadros y tallas de gran hermosura e impacto visual. Una forma de expresión artística tan Cabrera, que es única.
De vuelta a casa
Volvió a Araure a petición de su padre y permanece, desde entonces, en la casa materna donde ha plantado su taller.
«Desde que llegué a Araure y durante muchos años, me fue muy bien. Ahora los artistas plásticos estamos sobreviviendo. Mi técnica es la fusión, uso diferentes materiales, una mixtura colorida, bidimencional o tridimensional», explicó el artista.
Compacta varias técnicas: grafiado, rupestre, acrílico, tallas miniaturas para ensamblarlo todo en una obra. Fabrica sus propios bastidores y es proveedor de estos en tamaños no convencionales, para otros pintores.
Artista sin jubilación
Durante más de 40 años, ha ido evolucionando, buscando su esencia, y se sostiene en el tiempo porque hace lo que le gusta: desarrollar su pasión.
«Por eso, los artistas nunca nos jubilamos, vivimos de nuestra pasión. Eso de que el trabajo dignifica, es mentira si lo que haces para vivir no te da vida, para que sea dignificante; lo que haces debe gustarte. En mi obra, se reflejo lo que percibo, también lo que investigo, lo que leo, lo que vivo y luego lo plasmo en un lienzo», explicó.
Cabrera dice que no le gustan los encargos porque deja de escucharse como artista, para ir tras la idea del comprador. Sin embargo, cuando atiende a sus clientes complace, dentro de lo posible, pero se deja llevar siempre por la inspiración.
«Si lo que quieres es decoración, en el mercado hay muchas opciones en serie, pero eso no es arte».
Una obra artística tiene alma y se escoge porque quien la adquiere, se identifica con el autor, con su estilo y la belleza que irradia la obra. Una obra artística, es única.
«Mi obra toda se llama Ensayo, yo busco en las diferentes técnicas, reviso las tendencias, pero siempre en comunión con mi ser interior. He buscado y no hay nada que se parezca a lo que yo hago, y siempre he tenido muy buena aceptación», señaló.
Aprovechando los espacios no convencionales, actualmente tiene una exposición permanente en el CC Llano Mall y en el Centro Comercial Ciudad Cristal, pero es en su taller donde puede ver su mayor autenticidad.
Al preguntarle por su mayor riqueza, Pablo respondió sin dudar «mi familia» y habló con emoción de sus cinco hijos, entre ellos, una estudiante de Artes Plásticas y un tatuador, en los que -dijo emocionado- «dejo mi legado artístico».
Aunque cabrera ha sido premiado muchas veces, afirmó que el mayor reconocimiento ha sido y será la aceptación de la gente, que pasado el tiempo sigan comprando su obra y él pueda seguir viviendo del arte, aún entre las dificultades actuales.
«Yo soy un artesano, un artista, y hacer lo que hago me permite vivir con limitaciones, pero feliz». (CNP: 16:100)