Guanare.- Cada vez que Roxana ve a Yerri en el estrado siente rabia, pena y mucho dolor. No puede serenarse cuando él, algunas veces, entra a la sala de audiencias del tribunal y bate la quijada en carcajadas, se burla de ella y de su familia.
Yerri, en tono hiriente, grita que él no asesinó a Roosmary. Se dirige a los presentes y pregunta en voz alta: “¿De dónde sacaron ustedes ese cuento?”. Por esas ironías, en más de una ocasión, la juez lo ha mandado a desalojar el recinto.
Roxana no puede lidiar con ese sentimiento y se aferra a Dios como único soporte. Llora y se le acelera el corazón cada vez que vive y cuenta esos episodios. Tiene sentimientos encontrados: no sabe si perdonar u odiar. No logra cerrar ciclos, y cada vez siente de forma intespectiva dolor el pecho, hormigueo en las manos, debilidad para respirar, sudor, escalofríos y hasta temblores.Cree que estas dolencias serán progresivas, pues el juicio penal contra Yerri Oswaldo Timaure Rodríguez supera 800 días sin expectativas de conclusión. Tiene miedo.
Roxana es tía de tres hermanos de 18 ,10 y 7 años, que son huérfanos por una acción femicida. Pero ella también es víctima y huérfana, Su hermana, Roosmary Chirinos Sequera, de 35 años, fue asesinada por su pareja, Yerri Oswaldo Timaure Rodríguez, el 14 de noviembre de 2021 en el municipio Agua Blanca del estado Portuguesa. El hombre la lanzó de un carro en marcha y ruleteó su cuerpo durante cinco horas antes de llevarla sin vida al hospital.
La autopsia reveló que Roosmary Chirinos Sequera ingresó sin signos vitales al hospital J. M . Casal Ramos de Acarigua-Araure. El cadáver presentaba traumatismo craneal y laceraciones en diferentes partes, además de lesiones por hematomas en un ojo y en el labio, así como otras de vieja data.
Roxana ha tenido que llevar todo ese proceso en solitario. Su trastorno de pánico no ha sido tratado por especialistas en salud mental. Las consultas y terapias psicológicas no están al alcance de su presupuesto. Una cita con el psicólogo o el psiquiatra está entre 30 y 50 dólares, ambas especialidades. Ella ni ninguno de los miembros de su familia recibe apoyo psicoemocional por parte del Estado, pues la red de salud pública no garantiza estos servicios en Portuguesa.
Han pasado más de 2 años desde que ocurrió el femicidio de Roosmary. Roxana ni sus sobrinos-hermanos figuran en algún registro de víctimas. «A la fecha no recibimos asistencia ni apoyo, nadie sabe que existimos», dice.
Según su relato, los dos adolescentes se han hecho la idea, con su ayuda y la de su abuela materna, que Roosmary está en el cielo, aunque la extrañan y luchan con la culpa. Advierten que ella debió quedarse en casa ese domingo.
«Ellos están conscientes de lo que le sucedió a su mamá. Era inevitable, porque veían a diario el maltrato que Roosmary recibía de parte de su padrastro», asegura Roxana.
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