“Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, reza el famoso refrán. Sin embargo, en la crianza de los hijos -como en casi todo en la vida- los hechos dicen mucho más que las palabras.
El efecto espejo en la crianza demuestra que los hijos absorben más de lo que sus padres hacen que de lo que escuchan, particularmente cuando se trata de hábitos saludables.
Dos expertas consultadas por Infobae coincidieron en que el ejemplo de los padres, especialmente el de las madres, moldea profundamente la conducta de los hijos en aspectos fundamentales como la alimentación, el manejo del estrés y el uso de la tecnología.
Los niños, como pequeñas esponjas, observan, “absorben” y replican lo que ven en sus figuras más cercanas, y es aquí donde la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace cobra una importancia crucial.
“El ejemplo es una herramienta poderosa para la educación porque los niños aprenden a través de la observación y la experiencia”, comenzó a explicar la doctora en Psicología, especialista en clínica, docencia e Investigación en Psicoterapia orientada en Mindfulness Mariam Holmes (MP 20463). “Nuestro cerebro está diseñado para aprender a través de la asociación y la repetición, por lo que cuando los niños ven a sus padres practicar ciertos hábitos, su cerebro asocia esos hábitos con la normalidad y la aceptación”.
Por su parte, la médica especialista en Medicina Interna y Nutrición y coordinadora del Grupo de Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), Marianela Aguirre Ackermann (MN 151.867) reforzó esta idea al subrayar que los hábitos alimentarios y de vida “se aprenden en el seno familiar y se incorporan como costumbres”. Esto incluye no sólo qué y cómo se come, sino también cuánto se mueve el cuerpo, cómo se gestiona el estrés y cómo se usa la tecnología.
El autocuidado materno como pilar de los hábitos saludables
Holmes destacó que las madres, en particular, juegan un rol fundamental en este proceso de modelado. “Las madres jugamos un papel fundamental en la modelación de hábitos saludables para nuestros hijos”, señaló. El autocuidado no se limita a comer bien o hacer ejercicio, sino que también incluye aspectos emocionales profundos, como el manejo del estrés y la autorregulación emocional. “Si andamos por la vida en piloto automático, podemos modelar hábitos poco saludables sin darnos cuenta”, advirtió Holmes.
Es que el ritmo de vida actual obliga (¿obliga?) a hacer muchas veces más de lo humanamente posible. Y si los hijos ven a sus referentes más importantes correr 24×7 tras una zanahoria que nunca alcanzan, eso indefectiblemente reproducirán en sus vidas. En este sentido, Aguirre Ackermann añadió que cuando una madre se cuida a sí misma —ya sea alimentándose correctamente, manteniéndose activa físicamente o gestionando su tiempo con la tecnología—, está enviando un mensaje claro a sus hijos: el autocuidado es importante.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Cambridge monitoreó la actividad de más de 500 madres y sus hijos, y encontró que los hijos de madres activas tenían el doble de probabilidades de seguir siendo físicamente activos a lo largo de su vida. Y, por el contrario, un estudio publicado por Journal of Sports Science and Medicine mostró que tener padres que no hacen actividad física cuadruplica las posibilidades de que sus hijos tampoco lo hagan.
“No se trata de que las madres deban ser atletas”, aclaró la nutricionista, “pero pequeños gestos como caminar en familia, bailar o andar en bicicleta juntos pueden hacer una gran diferencia”.
Cómo modelar el uso responsable de la tecnología
Uno de los mayores desafíos que enfrenta la crianza moderna es el uso de la tecnología. Con la omnipresencia de pantallas, dispositivos y redes sociales, establecer límites claros para los hijos es fundamental, pero solo será efectivo si los padres también regulan su propio consumo.
Al respecto, Holmes subrayó que “los padres deben modelar un uso responsable de la tecnología, estableciendo límites y normas claras para su uso”. Estos pueden incluir reglas simples, como evitar el uso de dispositivos durante las comidas o establecer horarios específicos para el entretenimiento digital.
Sin embargo, la clave para que estos límites funcionen está en el comportamiento de los propios adultos. “Establecer estas reglas en la crianza será muy difícil si no comenzamos por nosotros mismos”, recalcó Holmes.
Aguirre Ackermann coincidió y agregó que, según la Academia Americana de Pediatría, los padres que limitan su propio tiempo frente a las pantallas inspiran a sus hijos a desarrollar una relación más equilibrada con la tecnología.
“El simple hecho de apagar el televisor durante las comidas familiares, o de participar en actividades al aire libre en lugar de pasar horas frente a dispositivos, enseña a los niños a priorizar momentos de interacción real y a gestionar su tiempo con los dispositivos de manera más sana”, afirmó.
El autocuidado emocional como aprendizaje esencial
El impacto del autocuidado va más allá de los hábitos físicos. Tanto Holmes como Aguirre Ackermann destacaron la importancia del autocuidado emocional en la crianza de hijos emocionalmente sanos.
“Una mamá que está lidiando con ansiedad, con depresión o con estrés postraumático difícilmente va a tener desde donde ser un espejo claro en el que los hijos puedan reflejarse para aprender a regular sus emociones”, comentó Holmes.
Esto es crucial para el desarrollo emocional de los niños, quienes aprenden a gestionar sus propias emociones observando cómo lo hacen sus padres.
Aguirre Ackermann reforzó esta idea al afirmar que el autocuidado emocional no es un lujo, sino una inversión en la salud familiar.
“Cuando los hijos ven a sus madres gestionar adecuadamente el estrés o desconectar del trabajo para relajarse, aprenden a manejar mejor sus propias emociones”, sostuvo la especialista.
Este tipo de autocuidado incluye prácticas como la meditación, la gratitud y la autocompasión, que Holmes también mencionó como formas efectivas de enseñar a los niños la importancia de cuidarse a sí mismos desde lo emocional.
El enfoque flexible versus el control en la crianza de hábitos
A pesar de la importancia del autocuidado y de los hábitos saludables, Aguirre Ackermann advirtió sobre los riesgos de un enfoque demasiado controlador. “Un enfoque excesivamente controlador o autoritario sobre la alimentación o la actividad física puede generar el efecto contrario, provocando ansiedad o incluso conductas alimentarias inapropiadas en los hijos”, alertó.
En su opinión, la clave está en la flexibilidad y en el refuerzo positivo, no en la imposición de reglas estrictas que conviertan el acto de comer o de hacer ejercicio en una fuente de estrés.
“El control excesivo sobre la alimentación puede ser tan perjudicial como la falta de límites”, explicó. Según estudios citados por la experta, los hijos criados en hogares donde hay un control extremo sobre la alimentación tienen más probabilidades de comer en exceso y de desarrollar dificultades para regular sus señales de hambre y saciedad. Por ello, Aguirre Ackermann subrayó que el autocontrol se enseña, no se impone.
“Si la alimentación se presenta como un acto natural, equilibrado y placentero, los hijos aprenderán a escuchar su cuerpo y a responder a sus señales”, concluyó.
El autocuidado no es egoísmo: es una inversión en el bienestar familiar
El mensaje final de ambas expertas es claro: el ejemplo es una herramienta poderosa, y el autocuidado no es sólo un beneficio individual, sino una inversión en el bienestar de toda la familia.
“No hay manera de ser un buen referente sin antes comprender la importancia del autocuidado”, afirmó Holmes.
Las madres, al cuidarse a sí mismas, están formando una generación de personas más sanas tanto física como emocionalmente, y están enseñando a sus hijos que la clave de una vida equilibrada no está en la perfección, sino en la disposición a aprender y crecer juntos.
Infobae