El premio Nobel de literatura hispano-peruano Mario Vargas Llosa se había retirado a Lima, donde vivía desde hace unos meses alejado de la vida pública, anunció su familia en un mensaje en X.
En los últimos meses corría rumores sobre el deterioro del estado de salud del escritor. “Está a punto de cumplir 90 años, una edad en la que hay que reducir un poco la intensidad de sus actividades”, había declarado su hijo Álvaro en octubre pasado.
Durante décadas, Vargas Llosa publicaba cada año un nuevo libro y una miríada de publicaciones, análisis políticos y artículos o análisis. Escribía sin cesar.
Publicó su última novela, Le dedico mi silencio, en 2023. En diciembre de ese año, publicaba un editorial cada quince días en la prensa española.
Era un autor prolífico, pero encarnaba también un personaje influyente de las crónicas mundanas. A menudo aparecía en la portada de las revistas españolas de farándula, en especial por su unión y posterior separación con Isabel Preysler.
Fue una cara de la vida política de Perú. “La vida, la literatura y la política forman un conjunto en él. Son tres hebras de una misma trenza, trenzadas tan estrechamente que una nunca va sin las demás”, escribió la periodista del diario Le Monde, Florence Noiville.
Un “hombre-pluma”
Muy joven ya Vargas Llosa buscaba reescribir las historias de las que quería “corregir el final”, cuenta en sus memorias, El pez en el agua.
“En la vida y en la escritura, en la acción y en la palabra, Mario Vargas Llosa se sintió desde temprano como pez en el agua”, escribió su traductor al francés desde hace Albert Bensoussan, en un ensayo que le dedicó.
Soy “un hombre-pluma”, aseguró el propio Vargas Llosa, después de recibir su Nobel de literatura en 2010, confesando “tener aún muchos proyectos sobre la mesa”.
Uno de sus primeros cuentos, El desafío, publicada a los 20 años, fue galardonado con un premio por La Revue française, que lo invitó a París en 1959.
“Mario se encerraba a escribir desde temprano hasta terminada la tarde y había que dejarle el almuerzo (un sándwich o un plato ligero) en una bandeja a la puerta. Mario la abriría, almorzaba solo y seguía escribiendo, escribiendo”, cuenta el cubano Guillermo Cabrera Infante, quien vivió en Londres en la misma época que la pareja Vargas Llosa.
Vargas Llosa escribía entonces La tía Julia y el escribidor, una de sus obras de auto ficción más famosas, que narra sus amores con su tía, su primera esposa y su educación sentimental. “La literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una obstinación”, escribió Vargas Llosa al recibir el Nobel de literartura.
Nacido en 1936 en Arequipa, Mario Vargas Llosa creció entre Bolivia y Perú. Lo criaron su madre y sus abuelos maternos, y no conoció a su padre hasta los diez años, ya que sus padres se habían separado al nacer él.
El primer capítulo de su autobiografía se titula “Ese señor que era mi papá” y relata ese reencuentro conflictivo con su padre, y cómo se sometió a la disciplina de hierro impuesta por su progenitor.
Estudió letras y derecho en la Universidad San Marcos de Lima, militando un año en el Partido Comunista y escribiendo crónicas en varios periódicos. En 1958, salió de Perú hacia España con una beca para una tesis doctoral, y luego viajó a París.
“Fue en París donde me convertí en escritor. Gracias a Francia descubrí América Latina, los problemas que compartíamos los países latinoamericanos”, declaró en su entrada triunfal en la Academia Francesa en febrero de 2023.
El maestro Flaubert
Vargas Llosa escribió sin descanso novelas, ensayos, obras de teatro, artículos y columnas de opinión. Probó todos los géneros, e incluso guiones para el cine.
Fue un formidable narrador de historias con “verbo generoso”, dijo su traductor Albert Bensoussan. Su lenguaje era accesible, lleno de facundia y colores. Sus personajes eran de carne y hueso, y evolucionaban en contextos históricos muy documentados. En La fiesta del chivo relató la dictadura de Rafael Trujillo, en El sueño del celta denunció las atrocidades de la colonización de exterminio en el Congo belga, y en La guerra del fin del mundo, las que ocurrieron en el Nordeste brasileño.
Al igual que su maestro Flaubert, el inventor del “narrador invisible” a quien le profesaba una “infinita gratitud” y rindió un emotivo homenaje en su discurso del Nobel, Vargas Llosa tomaba notas, visitaba los lugares de la trama y verificaba todo. Lo apodaban el Flaubert peruano.
“Un sudaca con pasaporte español”
Vargas Llosa es multilingüe. Sus novelas han llevado a este escritor viajero con múltiples pasaportes a los cuatro rincones del mundo. Ha vivido en Lima, Londres, París (siete años), Madrid, Estados Unidos. Ha trabajado en Japón, República Dominicana, Brasil.
“Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir”, declaró.
Y sin embargo, Perú siempre estuvo en él y en su discurso del Nobel habló de un país que guardaba “en sus entrañas” como una “enfermedad incurable”. “El Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene identidad porque las tiene todas!”
El hombre político
Vargas Llosa se apasionó por la vida política. Eso lo llevó a involucrarse a tal punto que se postuló a la presidencia de Perú en 1990, apoyado por una coalición de centro derecha. Lo derrotó Alberto Fujimori.
Su candidatura era liberal y abogaba por la libertad económica, ensalzando las virtudes del mercado. En sus memorias, menciona un viaje a los cuatro dragones asiáticos, Japón, Taiwán, Corea del Sur y Singapur, modelos de integración al mercado mundial y ejemplos a seguir para su país.
Como muchos de sus compañeros de letras latinoamericanos, su compromiso político fue inicialmente de izquierda. Fue el primer autor latinoamericano de la generación del “boom” en ser traducido al ruso (La ciudad y los perros, en 1965).
Apoyó la revolución cubana y los procesos de descolonización en los años 60. Vargas Llosa viajó a la URSS en 1968.
Justificando su rechazo al “populismo”, su visión política dio un giro drástico. Se cree que en ese momento ocurrió su ruptura con Gabriel García Márquez. El peruano comenzó a calificarse como “liberal” y aseguró que “la democracia es el producto del liberalismo” y que éste marcó el fin de las utopías del siglo XX.
“La novela salvará la democracia”
En 2002 creó la Fundación Internacional para la Libertad (FIL). Hoy en día la preside su hijo Álvaro. La organización ultraliberal ha emitido posiciones conservadoras en el plano político, apoyando tanto a Margaret Thatcher como a la candidatura de José Antonio Kast en los comicios chilenos o la de Javier Milei en Argentina.
En febrero de 2021, se indignó por la expulsión de migrantes venezolanos de Chile. “Chile tiene mala memoria”, escribió Vargas Llosa en una crónica. “Olvida que Venezuela acogió en su momento a muchos chilenos que huían de la dictadura de Pinochet”.
En esa misma crónica, también felicitó la decisión del gobierno colombiano de regularizar a más de un millón de migrantes venezolanos.
Asimismo, apoyó a Biden contra Trump, a quien acusó de convertir la política en un espectáculo.
El nombre de Mario Vargas Llosa apareció en las investigaciones de los Panamá Papers y Pandora Papers aunque denunciaba la corrupción en las élites políticas de América Latina.
Sus posiciones a menudo irritaban a sus lectores, que disociaban al escritor del columnista.
Mario Vargas Llosa “dice ser liberal”, escribió su traductor Albert Bensoussan, “pero eso no le impedía criticar ‘el pulpo’ (la compañía United Fruit) y el papel de la CIA… o alzarse contra la persecución de los homosexuales en el pasado. Era sobre todo un hombre libre que quería mantener su libertad de juicio”.
En una columna en el diario El País, Vargas Llosa escribió en 2022: ” Puedo equivocarme, pero mis errores responden a una idea profundamente democrática: los pueblos tienen derecho a equivocarse. En una democracia, estos errores pueden ser rectificados y enmendados”.
“La novela salvará a la democracia o se hundirá con ella y desaparecerá”, juró en París.
Con Isabelle Le Gonidec | RIF