Acarigua.- Una emergencia médica en Venezuela, es un mal por el que nadie quiere pasar: elevados gastos clínicos, hospitales colapsados, sin insumos ni suficiente personal médico; una atención que no siempre es la adecuada para el paciente y sus familiares; encarecimiento de los medicamentos y, encima, dificultades para conseguir ambulancias, ya sea por los altos costos o por las insólitas restricciones que se establecen para los traslados.
La hermana de Rossana Yépez (nombre cambiado a solicitud de la persona, por temor a represalias) ingresó recientemente al Hospital JM Casal Ramos de Acarigua y Araure, con un cuadro de salud crítico. Sufrió una hipoglicemia y casi inmediatamente un Accidente Cerebrovascular (ACV), que ameritó su traslado de emergencia para practicarse distintos y costosos exámenes.
Nada marchaba bien desde su ingreso en el hospital, donde las autoridades dicen “avanzar” pero no terminan de inaugurar la nueva sala de emergencias del «Casal Ramos«. Con suerte ha conseguido camilla y por insistencia de su familia, ha podido ser trasladada -para hacerle algunos estudios- en una ambulancia alquilada… una particular, porque las públicas no movilizan hasta centros clínicos privados.
Desde que se ameritó el traslado de la paciente, se manejó la opción de llevarla a una fundación en otro estado vecino, para ahorrarse algunos gastos en estudios médicos que en Acarigua-Araure eran más costosos, pero esta alternativa fue descartada casi inmediatamente: los servicios de ambulancia privados estaban entre 250 y 350 dólares, y no conseguían unidades públicas disponibles para movilizarla.
Con esfuerzo y pidiendo prestado, la familia reunió el dinero, alrededor de 400 dólares, para hacerle las evaluaciones en una clínica de Araure, por lo que se acudió a Protección Civil (PC) para solicitar el servicio de ambulancia, pero la respuesta del organismo fue que «no hacen traslados desde el hospital hasta centros privados», cuando precisamente los pacientes obligatoriamente deben ser traslados a clínicas para practicarles cualquier estudio o evaluación especial, ya que en la principal institución asistencial de la ciudad, son más que consabidas las carencias de equipos.
“Las ambulancias públicas no llevan a los pacientes a centros asistenciales privados. Prestan servicio, pero a instituciones públicas y tiene que ser un caso extremo”, aseguró Yépez.
Finalmente, la familia consiguió un poco más de dinero, 20 dólares, para alquilar una ambulancia privada, ida y vuelta, desde el hospital hasta el centro clínico de Araure.
En carne propia
Yépez vivió en carne propia las carencias del sistema de salud público. Gracias a la familia de una paciente recluida en el hospital, consiguió un microgotero y luego un tensiómetro para su hermana. Los demás insumos y medicamentos los han tenido que comprar, porque en el nosocomio “falta de todo”.
Se ha tenido que memorizar o anotar en los celulares todo lo que ha necesitado su hermana para ser atendida, porque los médicos no le pueden dar récipe. Si dejan constancia de lo que hace falta en el hospital, los despiden. “Nos dicen todo de boca y uno sale a comprar y lo trae, pero no dan récipe”, afirmó.
Durante su estadía en el hospital, ha visto a personas que ingresan visiblemente descompensadas y que las sientan en alguna silla o sobre escritorios, donde pasan horas e incluso un día entero, a falta de camillas.
También ha tenido que acompañar a su hermana, teniendo cerca a una persona fallecida y cuyo cuerpo no han podido sacar del área de manera inmediata, ni siquiera hasta la inoperativa morgue.
“No es fácil tener a alguien enfermo en esta situación. Ojalá algún día no muy lejano, todo esto mejore”, desea Yépez y, como ella, todos los que han pasado por las mismas calamidades, buscando atención médica en el principal centro asistencial del cono norte de Portuguesa. (CNP 18.867)