Dormir muy poco en etapas posteriores de la vida se asocia con un mayor riesgo de tener la enfermedad de Alzheimer. Pero, paradójicamente, también lo está el dormir demasiado o tener sueño pesado.
Aunque los científicos están seguros de que existe una conexión entre el sueño y la demencia, la naturaleza de esa conexión es complicada. Podría ser que la falta de sueño provoque cambios en el cerebro que causan demencia. O el sueño de las personas podría verse alterado debido a un problema de salud subyacente que también afecta la salud cerebral. Y los cambios en los patrones de sueño pueden ser un signo temprano de la demencia en sí.
Así piensan los expertos sobre estas diversas conexiones y cómo medir el riesgo en función de los propios hábitos de sueño.
El sueño actúa como una ducha nocturna para el cerebro, que elimina los desechos celulares que se acumulan durante el día. Durante este proceso, el líquido que rodea las células cerebrales elimina los desechos moleculares y los transfiere al torrente sanguíneo, donde luego son filtrados por el hígado y los riñones y expulsados del cuerpo.
¿Qué es el sueño y por qué es importante?“¿La falta de sueño es suficiente para causar demencia? Probablemente no por sí sola”, afirma la Dra. Sudha Seshadri, directora fundadora del Instituto Glenn Biggs para el Alzheimer y las Enfermedades Neurodegenerativas del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio.
Las personas con enfermedad de Alzheimer pueden comenzar a desarrollar síntomas a los 60 o 70 años. Pero el amiloide puede comenzar a acumularse hasta dos décadas antes. “Por eso es importante priorizar el sueño, tratando de dormir de siete a nueve horas por noche, a partir de los 40 o 50 años, si no antes”, recalca Joe Winer, investigador postdoctoral de neurología y ciencias neurológicas en el Centro de Sueño y Ciencias Circadianas de la Universidad de Stanford.
“No tenemos una respuesta clara a la pregunta de si el sueño a los 20 años afecta el riesgo de tenerlo en la vejez”, dice el Dr. Winer. “Pero creo que las señales apuntan a que probablemente en la mediana edad, cuando uno se acerca a los 60 y 70 años, el sueño será importante”.
Algunos trastornos del sueño, en particular la apnea del sueño, también se asocian con un mayor riesgo de demencia. Esto puede deberse a que la apnea del sueño altera el descanso de las personas o a que tiende a presentarse en personas con sobrepeso o diabetes, que también están relacionadas con la demencia.
“Pero incluso cuando se elimina el efecto de estos otros problemas, la apnea del sueño parece conferir su propio riesgo independiente de demencia”, señala el Dr. Diego Carvalho, profesor adjunto de neurología en el Centro de Medicina del Sueño de la Clínica Mayo. Esto puede deberse a que la apnea del sueño limita la cantidad de oxígeno que llega al cerebro, lo que puede aumentar la inflamación cerebral y dañar los vasos sanguíneos y las células.
Demasiado sueño
En el otro extremo del espectro, dormir demasiado también parece estar relacionado con un mayor riesgo de demencia, aunque quizás de forma más indirecta.
Si una persona permanece regularmente en cama durante más de nueve horas por noche, o toma múltiples siestas durante el día, puede ser una señal de que está durmiendo muy mal, lo que podría aumentar el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer por las razones mencionadas anteriormente.
Por otra parte, la necesidad de dormir en exceso puede estar relacionada con una discapacidad mental o física. Los problemas de salud mental, como la depresión, y los problemas de salud física, como la diabetes o los problemas cardiovasculares, se asocian con un mayor riesgo de demencia, al igual que la inactividad física, la soledad y el aislamiento.
“En este momento, no hay una relación causal clara entre el sueño prolongado y la demencia”, afirma el Dr. Carvalho. “Puede ser más un síntoma de un problema subyacente que la causa del problema”.