La proteína neuronal alfa-sinucleína, que se acumula en el cerebro en la enfermedad de Parkinson, también se agrega en el estómago, el corazón y la piel. Esto según los resultados de las últimas investigaciones de la enfermedad presentados en el Congreso Mundial de Parkinson que concluye mañana en Barcelona (España).
La farmacéutica Marina Romero (Palma del Río, Córdoba, 1970), directora del comité científico organizador del Congreso Mundial de Parkinson e investigadora de la Facultad de Medicina de la Aarhus University (Dinamarca), explicó a EFE que su grupo de investigación está tratando de desvelar el papel del sistema inmunológico en el párkinson.
«Intentamos entender cómo cambian las células inmunes en el cerebro y en la sangre durante la enfermedad; cómo esto afecta a las neuronas, si las daña o las protege, para trabajar en diagnosticar, seguir y tratar al enfermo», según Romero. Ella también ha investigado en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) de Estados Unidos y en la Universidad de Lund, en Suecia.
La investigadora avanzó a Efe que han descubierto que el sistema inmunológico y las células inmunes de la sangre cambian durante la enfermedad. Asimismo, que las neuronas de la piel y del estómago también se ven afectadas en el párkinson, enfermedad descrita por primera vez el año 1817.
Según Romero, cada vez está más claro que la enfermedad es «más general, más sistémica». Además, afecta a más zonas del cuerpo y no solo al cerebro. Esto «complica mucho más la vida del paciente», que debe lidiar con síntomas normalmente no asociados al párkinson; como dolor o trastornos del sueño o digestivos, entre otros, más allá del temblor, la rigidez o la lentitud de movimiento.
«El párkinson afecta a todo el sistema nervioso, que controla la totalidad de nuestro cuerpo», según la investigadora. A su vez, explicó que los avances en la investigación del párkinson ya permiten identificar nuevos biomarcadores que contribuyen a conseguir un diagnóstico más temprano de la enfermedad y a desarrollar nuevas terapias.
Saber que el párkinson afecta a otras zonas del cuerpo y no solo al cerebro permitirá «desarrollar nuevos fármacos». Supone nuevas «dianas sobre las que trabajar por ralentizar la enfermedad y evitar la muerte neuronal»; algo que todavía no pueden hacer las terapias para la enfermedad, que sí palían los síntomas.
Según Romero, el párkinson cada vez se detecta antes, entre los 50 y los 70 años, a diferencia de hace unos años, «cuando el paciente llegaba en una etapa ya muy avanzada de la enfermedad».
El diagnóstico temprano es importante porque permite detectar los cambios que se dan primero. Asimismo, facilita a los investigadores saber qué es lo primero que ocurre cuando se empieza a desarrollar párkinson, cuya causa es desconocida.
EFE