Los teléfonos inteligentes se han vuelto parte esencial del día a día. No solo sirven para comunicarse o trabajar. También, cada vez más, se utilizan para temas relacionados con la salud. Muchas personas los usan para revisar su pulso, controlar su sueño o incluso interpretar su estado de ánimo.
No es raro que alguien decida hacer un test rápido desde el sofá mientras responde mensajes o juega en una plataforma de casino en línea. Todo está a un toque de distancia. Pero eso no significa que sea confiable. Y mucho menos que pueda sustituir un diagnóstico profesional.
Qué mide el teléfono (y qué no)
Gracias a sensores integrados — como el acelerómetro, el micrófono, la cámara o la luz LED — los móviles actuales pueden captar ciertos datos corporales. Y si se combinan con una aplicación bien desarrollada, es posible obtener mediciones bastante interesantes. Pero hay que entender sus límites.
Lo que más comúnmente se intenta medir desde el smartphone:
- Frecuencia cardíaca usando la cámara y el flash
- Fases del sueño mediante el micrófono y el movimiento nocturno
- Oxigenación con sensores externos conectados por Bluetooth
- Cuestionarios para evaluar ansiedad, estrés o fatiga mental
- Presión arterial (aunque esto último sigue siendo poco fiable sin accesorios)
Lo clave aquí es no pensar que todos estos datos son equivalentes a una revisión médica.
El contexto lo es todo
El móvil puede captar información, pero no conoce al usuario. No sabe si esa persona tiene antecedentes, si tomó medicación, si se encuentra en ayunas o si simplemente está nerviosa. Un número aislado no dice mucho. Por eso, confiar ciegamente en una lectura es un error común.
Además, hay muchas variaciones normales durante el día. Una medición más alta o más baja puede no significar nada grave. Pero si se interpreta mal, puede causar preocupación innecesaria o, peor aún, hacer que se ignoren señales reales de alerta.
Beneficios si se usan con cabeza
Aunque no sustituyen al médico, estas herramientas sí pueden tener valor. Especialmente en lugares donde no hay acceso rápido a servicios de salud, o para personas que quieren llevar un control básico y cotidiano de su estado físico.
Ventajas reales del uso responsable de estas pruebas móviles:
- Mayor conciencia del propio cuerpo y sus cambios
- Posibilidad de registrar datos día a día para notar patrones
- Comodidad para revisar parámetros sin salir de casa
- Apoyo complementario para quien ya tiene seguimiento médico
- Motivación para adoptar hábitos saludables a través de recordatorios
Usadas correctamente, las apps pueden ser aliadas en la prevención y la organización personal.
Los riesgos de usar sin criterio
La facilidad y rapidez pueden jugar en contra. No es extraño que alguien consulte su app, vea un valor “normal” y decida no hacer nada, aunque tenga síntomas. También sucede al revés: una lectura anormal genera pánico y búsquedas interminables en internet.
Todo esto contribuye a una falsa sensación de seguridad o, por el contrario, a una ansiedad sin fundamento. En ambos casos, el problema es el mismo: interpretar el dato sin acompañamiento profesional.
¿Sirve o no sirve?
Depende del uso que se le dé. Si una persona utiliza estas herramientas para observar su evolución, comparar días, registrar cambios o complementar un tratamiento —perfecto. Pero si toma decisiones médicas solo con base en lo que dice una app, el riesgo es evidente.
Hay que recordar que estas aplicaciones no están diseñadas para diagnosticar ni tratar enfermedades. Su función principal es informativa, y muchas incluyen advertencias legales al respecto.
Conclusión: información sí, diagnóstico no
El teléfono puede ayudar. Puede dar pistas, acompañar, incluso alertar si algo se sale de lo habitual. Pero no reemplaza el criterio clínico. No sustituye años de formación médica. Y no interpreta emociones, gestos o síntomas como lo haría una persona capacitada.
La salud merece atención real. Los avances tecnológicos están para sumar, no para reemplazar el contacto humano. Saber distinguir entre datos útiles y sobreinterpretación es, quizá, la mejor herramienta que tenemos hoy.
El Nacional