Las imágenes generadas por la inteligencia artificial inundan las redes sociales. La última tendencia, la de los «starter packs», representa a personas como figuritas coleccionables. Una moda que plantea dudas sobre los derechos de autor, el medioambiente y la protección de datos personales.
La actriz estadounidense Brooke Shields publicó su «starter pack» en Instagram, donde tiene 2,5 millones de seguidores. Aparece como una muñeca dentro de una caja de plástico, acompañada de un perro en miniatura y un pequeño kit de bordado
«Funciona bien porque son formatos personalizables que apelan al ego del consumidor», explica a la AFP Ahlem Abidi Barthe, profesora de marketing digital.Celebridades, políticos y usuarios anónimos cayeron bajo el encanto de esta nueva tendencia, creada con el nuevo generador de imágenes de ChatGPT, propiedad de OpenAI y accesible de forma gratuita desde principios de abril.
Ya era posible generar imágenes en la plataforma. Pero la actualización del modelo o programa (GPT-4o) en el que se basa ChatGPT permite obtener resultados más sofisticados, con instrucciones sencillas.
Una «innovación tecnológica» que explica el éxito de esta última moda, según Anaïs Loubère, experta en redes sociales y fundadora de la agencia Digital Pipelettes.
«Ego» y «nostalgia»
Pero antes de estas representaciones miniaturas de los internautas, fueron los autorretratos inspirados en el Studio Ghibli que invadieron las redes.
El célebre estudio de animación japonés es conocido por las películas animadas Mi vecino Totoro, Porco Rosso o La princesa Mononoke.
Internet se llenó a finales de marzo de imágenes y memes generados con su estilo.
Magia vs coste ambiental
Dibujantes e ilustradores decidieron protestar contra esta nueva funcionalidad publicando sus propios «starter pack» hechos sin IA, usando la etiqueta #StarterpacknoAI.
La moda de las imágenes generadas por IA reactiva el debate sobre el uso por parte de los gigantes tecnológicos de imágenes, dibujos, sonidos o videos sin autorización explícita.
Los dibujos animados y las figuritas coleccionables también juegan con el «lado infantil y por tanto emocional, ligado a la nostalgia, que contribuye a esa viralidad extrema«, añade.
Pero estas tendencias son también un importante escaparate para la empresa emergente estadounidense, justo cuando las empresas de IA generativa libran una feroz batalla entre sí.
«Ganamos un millón de nuevos usuarios en una hora», se jactó Sam Altman, director general de OpenAI, el día en que esta funcionalidad se volvió accesible para todos.
ChatGPT se convirtió en la aplicación más descargada del mundo en marzo, superando a TikTok e Instagram, según los datos de la empresa de análisis Appfigures.
Pero el entusiasmo genera también su cuota de críticas.
OpenAI, por ejemplo, no firmó ningún acuerdo de licencia con el Studio Ghibli.Varias empresas de IA han sido demandadas en Estados Unidos por violación de los derechos de propiedad intelectual, aunque aún no se dictó ninguna sentencia.
Y la Unión Europea, por su parte, trabaja en una legislación para regular el uso de contenidos protegidos por derechos de autor por parte de las IA.
Detrás de la magia también está el coste ambiental de la IA generativa.
Cada consulta de texto en ChatGPT consume 2,9 Wh de electricidad, es decir, 10 veces más que una simple búsqueda en Google, según la Agencia Internacional de Energía (AIE).
Y la generación de imágenes requiere aún más potencia de cálculo, y por lo tanto más energía.
Además implica que los usuarios compartan una foto de su rostro y otros datos personales.
AFP