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Belén Girard: La icónica pintora de la Virgen de Coromoto y las iglesias portugueseñas

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Escrito por Beatriz Quintana

 

Araure.- Si las abuelas pudieran imaginar la enorme influencia que tienen sobre sus nietos, tendrían tanto esmero como la abuela Rosa Isidra sobre la pequeña Belén, que con apenas 5 años tomaba los carbones del fogón para hacer sus pininos en el arte, sobre las blancas paredes pintadas con cal.

La abuela Rosa Isidra fue su maestra, no solo en la pintura. Le enseñó sobre el amor incondicional, la fe en Dios y la dedicación a la iglesia, donde la llevaba todos los domingos.

Su talento infantil fue creciendo a la par que su cercanía con la veneración de imágenes y su admiración por la representación de la divinidad. Así es como Belén Girard va dejando atrás las viejas casas guanareñas de desvensijados techos, las esquinas de recuerdos y la pintura costumbrista, para adentrarse en el arte sacro y convertirse en la artista plástica más icónica de la Virgen de Coromoto, combinando técnicas, que incluyen los más disímiles materiales dentro de una misma obra.

«Vivíamos cerca de la Catedral en el barrio La Arenosa, mi abuela sacaba del escaparate sus zapatos domingueros para ir a la misa, donde el padre Ángel me explicaba sobre los santos. Con 7 años hacía con barro figuras, como la imagen de Rómulo Betancourt con lentes y todo y dibujaba a todos los vecinos y nuestras mascotas».

Notando su interés por la pintura, su primera maestra, María de Mendoza, le regala su primera caja de creyones y lápices. Es entonces que toda la familia la anima y celebra para continuar pintando.

Querer es poder

«Mis primeros lienzos fueron las telas de los pantalones que ya no se usaban. Los pinceles eran prestados, porque no tenía para comprar; los hice hasta de plumas».

Empíricamente, a su modo y gusto, siguió creando y en su adolescencia comenzó a hacer murales, en las escuelas y las comunidades. Cuando en los años 60′ se crea en Guanare la Escuela de Artes Plásticas, muy bien dotada -acota- fue cuando conoció el óleo, las primeras técnicas y se dio cuenta que debía seguir estudiando.

Tuvo la suerte que su primera exposición colectiva (1971) fue visitada por el Presidente de la República, quien les invitó a participar en Miraflores. Fue su oportunidad de oro para darse a conocer con su Virgen coromotana. Sonriente y chispeante en su relato, cuenta que las cinco que llevó, fueron vendidas.

Más adelante se fue “a depurar lo que hacía, a preparme en la Escuela Nacional ‘Julio Árraga’. Fueron tiempos maravillosos», siempre exponiendo entre sus obras a la Virgen. Posteriormente estudió en la Escuela Nacional «Cristobal Rojas» de Caracas.

Las notables

«Hay muchas obras que han sido aplaudidas pero la más importante aún no la hago. Son los espectadores los que determinan, tal vez después de la muerte, cual es la obra determinante de un artista«.

Expresó que entre las más notables experiencias fue la restauración de la cúpula, en la Catedral de Guanare, hace unos 30 años, avalada por el CONAC y aupada desde abajo -mientas ella estaba arriba, en el andamio- por monseñor Polachini y el padre Marín: «esta es tu mejor galería, Belén».

Tambien pintó todo el arte sacro de la iglesia San Antonio y La Paz en Guanarito, al igual que el templo San José, donde intervino la capilla del Santísimo en alto relieve con marmolina policromada. Otra que -dice- fue un compromiso grande y profundo, una capilla en la Casa de Oración «Nuestra Bella Señora», donde los restauradores de la imagen original tuvieron su laboratorio. Además, confeccionó todos los detalles y el mobiliario en hierro forjado.

Cinco altares consagrados tiene Girard, orgullosamente, en la actualidad.

En el Vaticano hay tres cuadros suyos, otro en la Nunciatura de Caracas, en la Embajada de Venezuela en el Vaticano y en el Museo Sacro de México, señaló la artista. Y muchos otros regados por el mundo.

Talento bendecido

«Ser guanareña es una de las mejores cosas que me ha sucedido. Estoy agradecida y he sido bendecida por la Virgen. Mi nombre completo es María Belén de la Coromoto -más signada imposible- porque mi mamá hizo una promesa, si yo nacía bien».

El talento le sobra, ha hecho poesía, le gusta cantar, toca cuatro, pero la pintura es su vida y tiene también 49 años enseñando iniciación a las artes plásticas. Cientos de esos niños son ahora profesionales: ingenieros arquitectos, profesores que la recuerdan con cariño.

«He logrado todo, tengo un hijo, mis nietos, escribí un libro y llevo la fe en mi corazón. He sido homenajeada múltiples veces como pintora y escultora ¡cómo iba a imaginarme yo eso!, estoy feliz, voy a cumplir 70 años, sana y activa».

«Los zapatos de mi abuela»

Ahora está preparando una exposición emblemática. Pinta de día y de noche. En estos 370 años de la aparición de la Virgen de Coromoto, ha sido tomada en cuenta, «como siempre, porque así es el amor y el arte, para ser compartido sin mirar con quién».

Entre su colección particular, hay un cuadro muy preciado que bendijo el Papa Juan Pablo II, pero su obra más querida es reciente y será parte de esa nueva muestra pictórica.

«Es un cuadro donde están
los zapatitos domingueros de mi vieja. Son los pasos de mi abuela, tomándome de la mano, caminando hacia la Catedral, brindándome su amor y protección. A ella le debo todo lo que soy, le estaré agradecida eternamente de que me haya cuidado y enseñado a amar lo que hago», finalizó con lágrimas de emoción. (CNP: 16.100 )

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Beatriz Quintana

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