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Ceres Rodríguez, una mujer realizada que ha conjugado medicina, religión y amor al prójimo

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Escrito por Beatriz Quintana

Acarigua.- Con nuestra homenajeada de hoy, hacemos honor a dos fechas significativas y recientes, el Día Internacional de la Mujer y el Día del Médico que se celebra este 10 de marzo en Venezuela. Se trata de una dama emprendedora, inteligente, profesional destacada y proactiva; mujer amable y altruista, además de ser madre e hija dedicada y amorosa.

Muchas son las cualidades de Ceres Hernedys Rodríguez Henríquez, (nombre tomado de la mitología griega), médico cirujano egresada de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), con especialidad en Pediatría y Puericultura, y un diplomado en ecografía pediátrica. Miembro de la Sociedad Venezolana de Ciencias Fisiológicas (Lara), de la Asociación Venezolana para Avance de la Ciencia, de la Red Mundial de Lactancia y ha participado en talleres del tema, certificados por la Unicef.

Fue coordinadora de Docencia e Investigación y del Programa de Lactancia Humana del Hospital «José Gregorio Hernández» del IVSS (Acarigua). Colaboradora permanente de Cáritas Venezuela en Acarigua-Araure, Fudacme y de los comedores populares «San Martín de Porres» y «José Gregorio Hernández» de Villa Araure, a quienes asiste en la consulta pediátrica.

Actualmente, es presidenta de la Sociedad Venezolana de Pediatría y Puericultura, filial Portuguesa (2021-2025), elegida por su eficacia en dos períodos seguidos.

Ceres Rodríguez fue coordinadora del Programa de Lactancia Materna en Portuguesa

Desde joven se sintió atraída por la vida religiosa y quiso ser monja, pero en la espera de su oportunidad para irse al noviciado, llegó su cupo en la universidad y la medicina le conquistó.

Luego llegó el amor, su unión con el Dr. Pedro Manuel Zaraza, y se convirtió en madre de Ceres Andreína, que ya casi es médico y Pedro José Zaraza Rodríguez, que estudia Bioanálisis.

Quiso ser monja

Es hija de Eddy Enríquez de Olivero y Carlucho Ojeda. Estudió en el Colegio San Vicente de Paul, donde se destacó siempre por ser muy aplicada y apoyaba a sus compañeros, a quienes explicaba y ayudaba a pasar, por lo que uno de sus profesores le decía “San Martin de Porres”, un nombre que ha estado presente en su vida desde entonces. A los 12 años y luego de hacer su primera comunión, se unió al grupo apostólico con el párroco Javier Berzosa, de una iglesia con esa denominación. Fue cuando decidió que quería llevar los hábitos.

«Empecé a hacer votos de pobreza, castidad y obediencia, aunque el último no se me daba mucho», relató con humor. «Mi primer intento por ayudar al prójimo fue como catequista. Las hermanas nos orientaban en la vocación religiosa a Ginet, una amiga, y a mí, pero no nos quisieron enviar juntas al noviciado. Ella se fue primero”, relató.

Al entrar a la universidad, decidió que a través de la medicina podría estar más cerca del dolor de la gente y ayudarles de forma directa, pero siguió apoyando a la iglesia desde la misión nacional y diferentes pastorales. Una vez graduada, siguió trabajando con el sacerdote Javier, en el consultorio del barrio Santa Elena.

«Nunca he querido estar lejos de la iglesia y de la gente necesitada. Por eso, desde hace años trabajo con Cáritas, apoyo al padre Pedro (Loyo) con sus niños del Comedor ‘San Martín de Porres’ y al padre Wilfredo (León) en Villa Araure, paso consulta a los niños que se benefician de los comedores populares. Me gusta el trabajo comunitario, porque da mucha satisfacción ayudar”, expresó.

Fue una estudiante brillante en la UCLA y recibió dos reconocimientos por excelencia en el quinto y el noveno semestre. Además, se destacó como monitor de Fisiología, fue recibida como miembro de la Sociedad Venezolana de Ciencias Fisiológicas y participó con trabajos de investigación en congresos internacionales.

«Yo recibí la afición a los libros de mi padre biológico. Soy Rodríguez, por el primer esposo de mi mamá y heredé el amor a la medicina de ella, que es enfermera y su segundo esposo, el Dr. Olivero».

¿Ginecólogo o pediatra?

«Siempre creí que iba a ser ginecobstetra, porque era muy sensible al dolor y la muerte de un niño. Comencé el de Ginecología, pero debí dejarlo por un problema de salud. Finalmente, elegí Pediatría y la primera vez que lo enfrenté, fue terrible, lloré mucho. Esos momentos son realmente difíciles, siempre hacemos todo lo posible por salvar la vida, porque algunas veces nos involucramos y nos convertimos en amigos, y siempre en psicólogo, para que el entorno del bebé sea sano”, confesó.

Uno de los problemas más frecuentes es el de no poder amamantar –explicó- y lidiar con las «expertas» de la familia, que todas tienen una opinión diferente. Entonces, la primigesta termina confundida y estresada, creyéndose incapaz de alimentar a su hijo.

Indicó que se establece un vínculo emocional con los niños tan maravilloso, que terminó aceptando y entendiendo que esa es su verdadera vocación.

La vocación religiosa es uno de los pilares de su vida junto a la medicina

La docencia

Ha sido docente del postgrado en el Seguro Social avalado por la Universidad Central de Venezuela. También fue coordinadora del Programa de Lactancia Materna en los ambulatorios y el IVSS.

Su experiencia más satisfactoria fue la consulta de lactancia, porque «es maravilloso ver cómo algo tan sencillo y natural, logra niños sanos, y de eso tengo mis estadísticas y ya lo vamos a documentar, con la data de las tres promociones, dándole seguimiento durante su crecimiento».

«Fue muy hermoso, porque les hicimos más de 30 actos de promoción a las madres y los bebés, con toga y birrete. Ahora soy la representante en Portuguesa de la Comisión de Lactancia Materna Venezolana y desde allí ofrecemos información permanente, inducción y estímulo, aunque ya dejé el programa en manos de la Dra. María Aranguren».

La gremialista

Empezó como secretaria de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría, luego tesorera y tiene dos períodos seguidos como presidenta. En este último, se han reactivado las actividades, suspendidas alrededor del período de pandemia.

Junto a sus hijos y su esposo el Dr. Pedro Zaraza

Ha sido una líder especial, excelente organizadora, apoyando permanentemente las jornadas de actualización de sus agremiados y a fundaciones que llevan ayuda a pacientes sin recursos como la Fundación Amigos con Manos de Esperanza (Fundacme).

La sociedad también lleva información y acciones de prevención a las comunidades con consultas sociales, vacunación y visitas a las zonas rurales.

«Nos encontramos casos terribles como violación y desnutrición materna, cardiopatías, déficit cognitivo en niños de una misma familia. Entonces, hay que empezar por ayudar a la madre”, indicó.

Ceres sigue activa en la medicina institucional y la docencia universitaria, y dice que nunca dejará los apostolados y de colaborar con las fundaciones que van a las comunidades. Le apasiona planificar la educación médica continua de su gremio y está, actualmente, apoyando al Dr. Óscar Casal en la recuperación de la sede de la Extensión de la UCLA.

-Soy, además, una madre orgullosa de mis hijos. Mi hija Andreína ya está terminando su carrera de medicina y mi hijo menor es excelente estudiante, gran orador y tiene también vocación de servicio al prójimo, afirmó.

“Nosotras, las mujeres, somos capaces de conseguir todo lo que nos propongamos. Yo vengo de un barrio y estudié en buenos colegios con gente de mayor estatus social, y ese fue mi estímulo; nunca me sentí disminuida. Yo me decía: ‘si ellos pueden hacerlo, yo también’”, destacó.

Así lo hizo. Fue siempre una estudiante brillante y sigue llevando su luz, su entusiasmo y su conocimiento, al prójimo, tal y como se lo propuso. (CNP 16.100)

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