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José Antonio Oliveira: «Éste es el lugar donde está el oxigeno que me gusta respirar»

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Escrito por Beatriz Quintana

Araure.- Hasta hace unos años los venezolanos sabíamos muy poco de migración. Solo vivimos una cara de la moneda, la de ser dueños de casa y recibir con los brazos abiertos a quienes -no importaba por qué razón- llegaban de lejanas tierras a vivir entre nosotros.

Eso de salir de tu país de origen, aprender otro idioma y hacer tuyas costumbres, comidas, refranes, mimetizarse con su gente, es nuevo y lo estamos experimentando apenas ahora. Y aún más, amar tanto el país que te recibe que puedas asegurar que, aunque no hayas nacido allí, el corazón ha echado raíces tan profundas que no quieres, aunque pudieras, vivir y crecer en otra parte.

Y hay gente tan nuestra, tan convencida de ser venezolana, tan arraigados que, al final, como nuestro personaje de hoy, no puede distinguir entre ser portugués y portugueseño, porque simplemente, se siente igual en lo profundo de su alma.

Hablamos de José Antonio Fernandes de Oliveira, un ingeniero civil que cambió completamente el concepto de las urbanizaciones en Araure, construyendo casas para poder hacer jardines inmensos. Empresario, poeta, amigo por excelencia, comunicador innato, experto en saltos de altura en los que, muchas veces, ha caído en picada y, otras tantas, ha vuelto para intentarlo una y otra vez, hasta alcanzar el éxito.

Aquí en su tierra, ha construido uno de los hoteles más hermosos y acogedores de la región llanera, un escenario que le ha dado brillo al estado Portuguesa porque allí se han gestado proyectos gerenciales y grandes espectáculos, recibiendo a los más famosos visitantes, conferencistas, estrategas y artistas que, con la visión futurista y amplia de José Antonio Oliveira, han llegado para proyectarlo a nivel nacional.

Actualmente, además, es el presidente de la Cámara de Turismo de Portuguesa, una acertada elección no solo por su nexo con el área hotelera, sino por el entusiasmo con el que se ha dedicado a conocer palmo a palmo esta tierra, que muchos de nosotros apenas hemos visto.

Portugues-eño

Jose Antonio nació en Travanca, un pueblo del norte en el distrito de Aveiro y que -otra coincidencia- llaman la Venecia de Portugal, porque tiene unos canales muy bellos.

«Hasta los 13 años viví ahí. Viajé a Venezuela con mamá, para reunirnos con mi papá que estaba en Venezuela desde hacía varios años. Nos mudamos a Acarigua. Al llegar, estudié en el Colegio San Vicente de Paúl. En el entorno estudiantil, aprendí a hablar el español fácilmente en un año y, desde esa época, comencé a escribir y leer poesía», contó.

Un portugueseño nacido en Portugal

Sus días aquí fueron los de un adolescente común que jugaba fútbol, tan aficionado al ajedrez que fue presidente de un club en el colegio. Inteligente y aplicado, recuerda que a muchos les gustaba estudiar con él porque explicaba matemática, especialmente. «Una época en la que tuve muchas suegras y ninguna novia, porque era muy ‘gallo'», señaló con humor.

Quien lo conoce sabe que es más venezolano que muchos originarios, de lo que comentó que se siente como si hubiese sido un samán en una bolsa de vivero, que viajó desde Portugal y fue trasplantado en estas tierras.

«Las raíces las he echado acá, donde pude hacerme un profesional, formar una familia y desarrollar mis inquietudes empresariales. Realmente, esta tierra ha sido muy generosa conmigo. Aquí está el lugar donde a mí me gusta estar y donde está el oxigeno que me gusta respirar», expresó emocionado.

Empresario desde chiquito

«Desde pequeño, en la aldea donde nací, yo contrataba a mis compañeros de clase para que fueran a mi casa a arreglar los jardines. Les pagaba con frutas y con hortalizas del huerto de la casa. Creo que siempre he tenido esa inclinación de ser constructor. Recuerdo que parte de los juegos era hacer casas de barro y de piedras. La idea de diseñar espacios para vivir rodeados de jardines y naturaleza, es algo que traigo en el ADN», señaló.

Por eso, cuando le tocó escoger qué carrera estudiar, dudó entre sus inclinaciones naturales de comunicador y la influencia paterna.

«Estaba entre Idiomas y Diplomacia. Sin embargo, por la historia de constructor que traía papá todo confluyó en que lo más conveniente -y súper acertado- fuera estudiar Ingeniería Civil. Por eso, hemos logrado desarrollar los urbanismos que hemos hecho y ser quienes somos hoy día», acotó.

La familia

Estando en el último semestre de ingeniería y a los 24 años, se casó con Yanelli Fonseca. Pronto nació la primera de sus tres hijas, Jessica.

Cuenta que su psicólogo Pedro Torrelles una vez le dijo que era «especialista en mujeres», porque creció rodeado de ellas: fue criado por su mamá y dos hermanas, tiene 4 hijas hembras, y dice que siempre se ha rodeado y ha trabajado con mujeres talentosas, además, que la vida lo ha premiado con el mejor de los postres: sus tres nietas.

José Antonio y sus hijas

La selva

En plena tesis de grado, conoció a un amigo que necesitaba un ingeniero recién graduado, para atenderle unas pequeñas obras en Los Pijiguaos, estado Bolívar, fronteras con Amazonas.

«Yo, evidentemente, con la responsabilidad que tenía, y por la afinidad y el amor por la naturaleza, atendí la invitación. En ese lugar trabajé con unas empresas pequeñas, pero conocí una trasnacional portuguesa que también tenía sus funciones en el centro poblado de Bauxiven. Viajé a Caracas para hablar con el director de producción -sin haberme invitado- y me les presenté, diciéndole que quería trabajar con ellos», afirmó.

Me contrataron de asistente en Caracas y al final estuve 5 años en Los Pijiguaos, llegando a dirigir más de 2 mil personas. Fue una experiencia maravillosa que me formó como ejecutivo y como gerente de obra, acotó.

Oliveira comentó que, además, ese amor por la naturaleza, por la Venezuela virgen, fue su inspiración para construir las churuatas que se pueden disfrutar en cada uno de sus proyectos urbanísticos.

Aquí, en Araure, fueron construidas por indígenas de la étnica Curripako -explicó- hoy todavía son ellos los que les hacen mantenimiento a los churuatas del Hotel Geo Inn y la Granja Armonía.

«Alguna vez dije -y repito- que he construido casas para vender jardines. No concibo un hogar sin esa piel de la naturaleza, que te abraza, que te hace vivir en bienestar. Esta tierra que me dio el cobijo, tiene las condiciones de manera natural», comentó.

Resiliencia

«Yo creo en Dios sobre todas las cosas y creo mucho en mí. Creo absolutamente en toda la gente. El hecho de creer en todo el mundo -aunque en oportunidades esa confianza ha sido traicionada- no ha minado mi confianza, mi autenticidad y la seguridad de seguir siendo quien soy, confiando en la gente como lo hago», sostuvo.

No todo en su vida ha sido color de rosa. Ha tenido rompimientos fuertes en su vida personal y profesional de los que, afortunadamente, hoy puede hablar como experiencias de las que ha aprendido a ser un mejor ser humano.

«Por el estrés, el mal manejo del éxito, el ego y otros elementos, teniendo 33 años tuve un quiebre de salud mental muy fuerte. Ha sido la crisis más fuerte, pero también el aprendizaje más profundo de mí mismo. Perdí la lucidez, la conciencia, perdí el contacto con la realidad, un quiebre mental y emocional total. Al final, fue una gran lección de Dios», reconoció.

En otro de sus momentos complicados, hasta perdió su libertad.

«Por temas políticos, se accionó injustamente en contra mía y mis empresas. Al final de esa situación, fuimos sobreseído de la causa. Sí, perdí la libertad física, pero nunca me sentí preso mental y emocionalmente. Tenía la conciencia tranquila. Sabía que no era culpable de lo que se me había acusado. Siento que salí fortalecido de la situación» y con el tiempo lo ha demostrado.

Sueños realizados

Oliveira dice sentirse muy honrado al ser invitado a fundar la primera Cámara de Turismo en Portuguesa. «Me tiene muy entusiasmado esa tarea y es una forma de agradecerle a este lugar, que yo considero la tierra prometida, por todo lo que me ha permitido ser y hacer. Es un gran desafío levantar las bases fundacionales para que Portuguesa sea conocida por sus maravillas naturales, su cultura, historia, agroindustria, artistas y gastronomía», indicó.

Primer presidente de la Cámara de Turismo de Portuguesa

Hoy por hoy, es un hombre maduro y estable como empresario. Espiritualmente fuerte, física y mentalmente sano, una bienaventuranza que no solo disfruta, sino que insta a seguir a todos, practicando un estilo de vida saludable y positivo a través de su proyecto en Granja Armonía.

«Una vez una amigo me dijo que yo era el poeta del concreto. En cada profesión se puede ser un poeta, porque cada oficio es un arte», destacó.

La poesía fue, es y será parte de la vida de Oliveira, no solo en el aspecto intelectual y del diseño artístico, sino en su manera de sentir la vida y por eso -asegura- «me siento pleno hoy día y me considero más un hacedor que un visionario; es muy importante soñar y especialmente, hacer, sentir y ser, lo que se sueña».(CNP 16.100)

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