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¿Cuántos pájaros del llano venezolano conoce?: Tertulia con el compositor Joel Hernández

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Escrito por Beatriz Quintana

Araure.- De la fauna llanera -y en la poesía nativista- podemos encontrar como protagonistas, diversidad de aves que habitan en Venezuela, hermosos ejemplares nombrados por nuestros poetas y compositores en sus creaciones, y que forman parte del folklore y hasta de las leyendas llaneras.

A propósito de este tópico, abordamos a uno de nuestros más emblemáticos compositores, Joel Hernández, creador de «El gabán y la gabana» que sonó en todo el país, «El turpial de Laya» y otros temas musicales referidos a los pájaros que cruzan el horizonte llanero.

El Gabán

El gabán

Explicó que el ave más representativa de la fauna del llano es el gabán y que hay tres especies de esa ave:

El gabán golillú o soldado, el de mayor tamaño. Se calcula que cuando está parado tiene una altura de 1.40 metros un pico de 30 centímetros y una collera de color rojo. Se puede ver en las orillas de las lagunas en las sabanas de Guanarito. Le sigue el gabán peonio, de color blanco, con parte de sus alas negras y las patas rojizas. Es la cigüeña de la cultura europea. Y el gabán huesito, es el más pequeño y de color blanco completo.

«Los gabanes se han introyectado tanto en la cultura popular del llano, que el cantor llanero, le adjudica conductas humanas, por ejemplo las canciones: ‘El gabán y la gabana’, ‘El gabán malandro’, ’El gabán vagabundo’ de de Julio Salas, ‘El divorcio del gabán’ y ‘El gabán coleador’ de Alfonso ‘Negro’ Palacios”, detalló Hernández.

-Inclusive, el gabán se ha incorporado a los refranes populares y cuando se desordena una reunión, los llaneros solemos decir: “¡Ay cámara, se engabanó el pozo!». Eso deviene de la escena común, de lagunas y esteros donde van las garzas, patos güiriries, patos carreteros y otras aves. El gabán, por ser de mayor tamaño, la emprende a picotazos contra las más pequeñas y se enseñorea del lugar, para disfrutar de la pesca a plenitud, detalló el compositor.

El turpial

Indicó que una de sus canciones más famosas la compuso mientras vivió en Guanare y durante una visita a su amigo el «Catire» Laya, conoció un turpial de nombre “Motosierra», rescatado en la sabana. Su nombre se debía a que el ave podía imitar el sonido de la máquina y de todos los animales domésticos. Así nació la canción «El turpial de Laya”, un seis numerao, que tiene un final inesperado.

«El turpial fue declarado Ave Nacional en 1958, durante el gobierno del almirante Wolfgang Larrazábal, no solo por sus colores contrastantes sino por la riqueza melódica de los trinos y gorgeos con los que podemos deleitarnos, pero adolece de la facultad de crear sus propios nidos y se adueña, a la fuerza, de los nidos de otros pájaros, sobre todo, del cucarachero», expresó Hernández.

Arrendajo

Para él, el ave que tiene la mayor capacidad de canto es el arrendajo, un pájaro de color morado oscuro, con capacidad de imitar cualquier sonido que escuche a su alrededor: el relincho del caballo, el balido de un cordero o el rebuzno de un burro, y es un ave anatómicamente perfecta.

El Cubiro

El cubiro

«Hay otra ave llanera a la que yo canto, muy arraigada a la cultura popular, que pertenece a la familia de los parasitarios y es el cubiro, cuyo nombre es onomatopéyico. Cuando usted va a un fundo, los verá posados en el lomo de una vaca o de los caballos, desparasitándolo de sus garrapatas. Tiene las alas y el lomo marrón claro, y el abdomen amarillo, muy parecido al cristofué»

En el habla del llanero también han surgido dichos al respecto, cuando tienen un caballo que aún no han amansado y explican: «No camarita, ese está cerrero, porque ni los cubiros se le han montado en el lomo a ese caballo».

La tijereta

Otra de las aves de las que guarda recuerdo de su niñez en los potreros comunales de Araure (hoy La Zaragoza y Villa Araure), donde tenía las vacas su abuela Benigna, «es la tijereta, ave parecida a la golondrina, que se alimentan del comején volador. Cuando la vemos alimentándose, entonces sabemos que entró el período de agua», acotó.

Lechuza de palo

La lechuza de palo

El llanero es extremadamente observador y divisa a distancias inconmensurables si viene un hombre a caballo o a pie, mientras que los de la ciudad ni siquiera podemos verlo, y sabe diferenciar sonidos ilimitados de la naturaleza.

“Al fundo que tuve en Guanarito invité a un amigo muy citadino y en la primera noche conversando con el capataz, escuchamos un grito, como un alarido humano y él, asustado, dijo: ‘¿y qué vaina es esa?’, a lo que mi encargado Ramón Talavera respondió tranquilo: ‘esa es una lechuza de palo’. Es un ave nocturna, familia de los aguaitacamino. Se alimenta de noche y en el día se posa en los palos secos y se camuflajea con él”, detalló Hernández.

El Silbón y La Llorona

«De lo anterior, yo deduzco que esas leyendas sobre espantos creadas en el llano, como La Llorona, tenga origen en la lechuza de palo, también llamada pereza de pluma, en el Guárico, y ya he pensado en componer sobre el tema. También he preguntado a llaneros mayores con los cuales me gusta conversar -porque tengo más de 50 años investigando la cultura popular del llano- si conocen el animal, ave o anfibio que canta como El Silbón y me han dicho: ‘No lo conocemos, pero sí lo hemos escuchado. Por eso, el llanero procura no salir en las noches de mayo’, relató.

La soisola y la poncha

Es otra ave llanera de patas rojas, pertenece a la familia de las gallinaceas y tiene un canto en tres notas soi-so-la. Es un ave pequeña, se puede escuchar en las tardes sabaneras y dice el llanero que ese canto lo hace rememorar a la mujer amada, cuando ésta lo ha dejado solo. Hay otra parecida, la poncha, pero tiene las patas grises y un canto fuerte, penetrante y tembloroso; ambas son comestibles.

La pavita

«Finalmente, citaré un ave agorera, porque cuando canta en la cercanía de las casas, el habitante lo vincula con el acaecimiento de hechos trágicos. Suele cantar a horas determinadas, a las nueve de la noche o cerca de la una de la madrugada. El poeta Alberto Arvelo Torrealba, la menciona en su gran poema ‘Florentino el que cantó con el diablo'».

«Falta un cuarto pa’ la una,
cuando el candil parpadea,
cuando canta la pavita,
cuando el gallo menudea». (CNP 16.100)

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