La relación entre el ejercicio físico y el sueño capturó el interés de investigadores y entusiastas del bienestar durante años. Este vínculo, aunque generalmente percibido de manera positiva, es objeto de un escrutinio renovado a raíz de un estudio que advierte sobre los potenciales efectos adversos de ejercitarse cerca de la hora de acostarse.
Según informó The Washington Post, un análisis exhaustivo de los datos de casi 15.000 participantes sugirió que la actividad física intensa en el ocaso del día podría dificultar el inicio del sueño y comprometer la calidad general del descanso.
Este reciente descubrimiento invita a reconsiderar la sabiduría convencional, que anteriormente no distinguía con suficiente detalle entre los momentos óptimos para ejercitarse.
Impacto del ejercicio tardío en el sueño
Los resultados de esta investigación son claros; entrenar dentro de las cuatro horas anteriores a acostarse puede perturbar el sueño de manera significativa.
Además, las consecuencias son particularmente notorias cuando los ejercicios son de larga duración o alta intensidad, como sucede en pruebas de resistencia prolongadas o deportes de equipo que demandan un alto rendimiento físico.
El análisis reveló que estos participantes reportaron mayor dificultad al intentar conciliar el sueño y una reducción considerable en el tiempo total de sueño, subrayando cómo tal actividad vespertina afecta tanto la cantidad como la calidad del reposo nocturno. Este hallazgo subraya la importancia de considerar el momento del día para la práctica deportiva.
Metodología y resultados del estudio
La solidez de este abordaje radica en su diseño innovador y en la amplitud de datos recopilados mediante el uso de tecnología moderna. Con la participación de 14.689 individuos que llevaban rastreadores de actividad de la empresa Whoop, los investigadores pudieron acceder a un caudal de información extensa y precisa sobre los hábitos de ejercicio y sueño de los participantes.
Este concepto superó las restricciones de estudios anteriores, que con frecuencia dependían de grupos pequeños y de los recuerdos subjetivos de los participantes. Así, este enfoque no solo proporcionó un panorama más riguroso, sino que también estableció un estándar elevado para estudios futuros en el mismo campo.
Por medio de esta investigación publicada en Nature Communications, se reveló que el ejercicio realizado tarde en el día, particularmente si es vigoroso, está estrechamente vinculado con problemas de sueño.
Usando los datos obtenidos de los rastreadores, los científicos determinaron que las personas que ejercitaban intensamente antes de dormir necesitaban en promedio 36 minutos adicionales para conciliar el sueño.
Si el entrenamiento se prolongaba hasta después de la hora habitual de acostarse, este tiempo se incrementaba hasta 80 minutos. Estas cifras no solo refuerzan la relación entre el ejercicio tardío y una menor calidad del sueño, sino que también alertan sobre cómo una planificación inadecuada de las actividades físicas puede trastocar el ciclo natural del descanso.
Razones potenciales del efecto
A pesar de que el estudio no se adentra en los mecanismos exactos que causan estos efectos, los investigadores especulan que el problema se deriva de un estado fisiológico alterado provocado por el ejercicio intenso.
Los rastreadores revelaron que las frecuencias cardíacas de los participantes permanecieron elevadas durante horas. Al mismo tiempo, la variabilidad de la frecuencia cardíaca, que idealmente debería ser alta para facilitar la transición al sueño, se mantuvo baja. Esta estimulación excesiva del cuerpo podría impedir que se relaje lo suficiente como para dormir de manera reparadora.
Frente a esto, Josh Leota, quien lideró el estudio, sugirió incorporar prácticas de relajación como meditación o yoga suave tras el ejercicio nocturno para ayudar al cuerpo a transitar desde el estado activo hacia el reposo.
Conclusiones generales con los resultados
Si bien los hallazgos del análisis científico indican un riesgo claro asociado al ejercicio intenso antes de dormir, no se pretende desalentar la actividad física nocturna para aquellos cuya única posibilidad de ejercitarse ocurre en esas horas.
En cambio, el enfoque radica en adoptar medidas estratégicas, como optar por rutinas menos extenuantes o programar el ejercicio más temprano en el día siempre que sea posible. Esta investigación resalta una distinción crítica entre los beneficios del ejercicio y los posibles detrimentos de una mala sincronización con la actividad.
Otras perspectivas médicas
La relevancia del estudio resonó más allá de su campo específico, y expertos como Kenneth Wright Jr., profesor de fisiología integrativa en la Universidad de Colorado en Boulder, señalaron su importancia.
A pesar de no estar involucrado en el abordaje, Wright subrayó su valor, afirmando que “los hallazgos respaldan una recomendación general para evitar el ejercicio intenso dentro de las cuatro horas previas al descanso”.
Esta postura refuerza la necesidad de investigaciones continuas que examinen cómo las interacciones entre factores ambientales y de comportamiento influyen en la salud del sueño. Como tal, el aporte de este estudio alienta a seguir explorando las complejidades del impacto del ejercicio en el sueño.
Mientras que el ejercicio físico sigue siendo indiscutiblemente beneficioso para la salud física y mental, la consideración del momento oportuno para realizarlo resulta ser igualmente crítica. Planificar sesiones de actividad física en horarios que no interfieran con los ritmos circadianos puede ser la clave para experimentar también un sueño reparador.
Infobae